jueves, 13 de diciembre de 2018

Manifestaciones 2.0


Omar Gómez
La prensa internacional nos ha estado entregando información bastante recortada, filtrada y hasta escasa de lo que está ocurriendo en Francia en relación a las manifestaciones encabezadas por un grupo llamado "Los Chalecos Amarillos". Este grupo cobró notoriedad internacional a partir de las protestas de mediados del mes de noviembre de 2018. Se originó a partir de algunos videos y llamados que se hicieron a través de las redes sociales, siendo atribuidos los mismos a dos choferes quienes en octubre de 2018 hicieron llamados a un bloqueo nacional en contra del aumento de los combustibles en Francia.

Las protestas han tenido una fuerza cada día más creciente. Según algunas reseñas periodísticas, en la primera manifestación del 17 de noviembre participaron alrededor de 280.000 personas, alcanzando en apenas cuatro días el doble de participación, y realizando acciones impresionantes como las multitudinarias protestas en el centro de la capital, o el bloqueo al tren Eurostar, el que conecta Francia con Inglaterra.

A pesar de que el Gobierno Francés derogó, por ahora, el aumento del combustible, las protestas han continuado. No hay un dirigente o un partido encabezando estas protestas, simplemente se convocan por la WEB. Aquí es importante señalar que dos tercios de la población francesa usa específicamente Facebook, y que 22 millones de personas se conectan todos los días interactuando activamente en la red.

Lo que ocurre en Francia se ha estado comparando con los fenómenos ocurridos durante la llamada "Primavera Árabe". En enero de 2011 se dieron un conjunto de manifestaciones en Túnez, en donde derrocaron al Presidente Ben Ali, para luego pasar el movimiento a Egipto en donde derrocaron al Presidente Mubarak, y luego los intentos en Siria, el caso de Libia y el de Yemen. Todos estos movimientos, aupados por Occidente, se centraron en un nuevo medio para convocar, organizar y protestar: las redes sociales. Fueron movimientos aparentemente espontáneos que, seducidos por lo novedoso de las redes, atrajeron especialmente  a  grupos desideologizados y desclasados que compraron el discurso de moda.

¿Hay un hilo conductor entre lo ocurrido en Francia y la Primavera Árabe?

Durante las Guarimbas desarrolladas por la oposición venezolana en el año 2017, se pudo comprobar que la convocatoria venía dada por una fuerte campaña en las redes sociales que le pasaba por encima a los dirigentes de la oposición y que en ocasiones fue capaz de actuar de manera anónima, sin control y nuevamente sin nadie que las encabezara. En las redes sociales se pudo llegar a barbaridades como la justificación de la quema de ciudadanos venezolanos bajo el argumento de ser chavistas, afrodescendientes o marginales. Se banalizó la vida y se hizo apología de los medios, del suceso y de las acciones ya que, el fin justificaba los medios. Si había que quemar a cientos de morenos o marginales para sacar a Maduro, pues se justificaba hacerlo. Las fotos de quienes participaban en las guarimbas son increíblemente parecidas a las que ocurren en Francia, manifestantes posando ante la policía, con gestos similares y con los mismos mensajes en las redes sociales.

Estas comparaciones no tienen que ver con el contenido de las protestas, mientras en Francia se denuncian los costos de los combustibles y más recientemente reivindicaciones estudiantiles, en Venezuela la razón para protestar era simplemente sacar al Presidente Maduro del Poder. Lo que llama la atención no es el contenido de las protestas, sino lo similar de la forma, la moda y las poses.

Analizando lo ocurrido en las Guarimbas, se amplía la pregunta anterior: ¿Hay un hilo conductor entre los chalecos amarillos, las Guarimbas y la primavera árabe?

En octubre de 2018, se dio un hecho estremecedor para los movimientos progresistas de Latinoamérica y el mundo: la victoria en Brasil de un candidato clara y comprobadamente homofóbico, misógino, racista y defensor de la dictadura y sus torturas. El inefable Sr. Bolsonaro fue capaz de poner a los afrodescendientes, a las mujeres y a los pobres a defender su candidatura. El origen de esa contradicción estuvo en las redes sociales. Nuevamente las mismas fueron las protagonistas de una guerra, esta vez contra el PT, Lula y Dilma, llenando a los seguidores de las mismas con una campaña de mentiras y de calumnias en donde la forma importó más que el contenido del mensaje, y en donde la manera de mentir se impuso por encima de la verdad. ¿Cómo fue posible que se convenciera al pueblo a votar por quien directamente lo estaba atacando? Pareciera que las redes sociales generan una especie de Síndrome de Estocolmo al secuestrar las conciencias de los pueblos. 

Los anteriores casos no hacen más que comprobar que el Capitalismo ha ido revisando sus métodos de acción, ha renovado sus estrategias de dominación y ha generado mecanismos perversos que logran que el ciudadano común atente contra sus propios intereses en una forma de suicidio inducido. Esas estrategias de dominación logran que el ciudadano haga suyos argumentos inconcebibles, tales como los que vemos en Venezuela. Por ejemplo, se engrandece la figura de un empresario como Lorenzo Mendoza y se difunde la llamada “cultura Polar”, cuando en realidad se trata de quien nos aumenta escandalosamente los precios de los alimentos. Pero peor aún, cuando el Presidente de la República decreta un aumento de sueldos, salen muchos a protestar diciendo que los mismos son los responsables de los aumentos de precios. Esas incoherencias en el pensamiento han sido simplemente inducidas por un fuerte mecanismo de manipulación de la verdad. Esas incoherencias son las mismas que en Brasil llevaron a que miles de ciudadanos hacinados en las favelas, víctimas del racismo, la explotación y la barbarie capitalista, terminaran votando por quien les decía que iba a profundizar las atrocidades del capitalismo.

En Venezuela o en Siria, las contrarrevoluciones inducidas desde las redes sociales no han tenido éxito aun cuando han hecho muchísimo daño. La contundente demostración de compromiso del pueblo con su Revolución, expresada en las recientes elecciones municipales del 9 de diciembre nos dicen que muchas cosas se están haciendo bien en el país. El pueblo ha entendido que no es con la derecha con quien se van a resolver los problemas. También ha entendido que estamos sumergidos en una Guerra contra la patria que se expresa en lo económico, financiero, en la seguridad, en la corrupción y en lo mediático. Existen enormes dificultades que deben ser superadas y en eso se está trabajando día a día, y eso se expresó en los resultados electorales. La clave para que el pueblo haya entendido lo que realmente ocurre en el país tiene que ver con el alto nivel de organización y politización que se ha dado a través de más de 40 mil Consejos Comunales, 3 mil Comunas, infinidad de movimientos sociales, culturales, deportivos, medios alternativos, CLAP, Consejos de Trabajadores, Consejos Estudiantiles y por supuesto al papel que han jugado los partidos de la Revolución acompañando este proceso de organización. 

En Siria, con todas las diferencias del caso, se vive una situación similar en cuanto al inmenso respaldo popular al Presidente de la República, Bashar al-Ásad, y al partido de Gobierno, el Partido Baaz Árabe Socialista. Así lo demuestra la última elección en donde el presidente obtuvo el 88,7% de los votos con una participación del 73% de los electores. Números jamás vistos en las democracias occidentales.

En Francia la situación con las protestas deben cesar en poco tiempo debido a que no hay un movimiento que las aglutine, que las direccione y que las organice en función de los intereses del pueblo. Salvo que esa condición cambie, es decir, la ausencia de una organización revolucionaria, las protestas decaerán. Algunas de las consignas de los Chalecos Amarillos son contradictorias, mientras algunos hablan de mayor participación, de justicia y de igualdad, otros hablan de expulsar a los inmigrantes, de prohibir el uso de otros idiomas diferentes al francés y de defender el empleo solo para los franceses, demostrando con esas contradicciones la ausencia de objetivos y de dirección homogénea.

Como resumen queda una honda preocupación en relación al papel que juega la izquierda en relación al uso de esas nuevas herramientas en la escena política. ¿Cómo actualizar conceptos marxistas como el proletariado, la lucha de clases y los medios de producción en el marco de una sociedad altamente tecnificada, interrelacionada, y profundamente conectada?  ¿Quiénes de nuestros camaradas, dentro y fuera del país, están trabajando los temas de Big Data, desarrollo de influencers, post-verdad y otros elementos que tan certeramente está usando la Derecha? Hasta ahora hemos logrado contrarrestar las arremetidas del Imperio en este escenario de guerra, pero ¿por cuánto tiempo seremos capaces de resistir si nuestra actividad es siempre reactiva?

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