jueves, 31 de julio de 2014

Pemones y Ciencia con pertinencia



Bernardo Ancidey
Hace poco menos de un mes tuve la oportunidad de asistir a la USB a la presentación del documental “Cultura Pemón: El fuego que no se debe apagar”. Este interesante trabajo expone la opinión de representantes del pueblo pemón que habita el Parque Nacional Canaima, al sur del estado Bolívar, en relación al conflicto que existe entre su cultura ancestral y la occidentalizada visión sobre el mundo que permea la acción oficial.
Aunque el conflicto criollo-indígena se extiende a todas las esferas de la vida humana, un punto neural concierne a la relación en torno al manejo del fuego. Para el Pemón el fuego controlado (de lo contrario es un incendio) es generador de vida, al facilitar el desmonte y la fertilización del conuco, donde de manera comunitaria se trabaja y se aprovechan los frutos de la tierra. Pasado un tiempo, el conuco es abandonado, dándole  tiempo a la naturaleza para recuperar la vegetación, mientras los pemones se dirigen a otro lugar alejado. Este cultivo en mosaico proporciona la sustentabilidad requerida para que la comunidad y la tierra prosperen en un equilibrio dinámico. El fuego controlado, como lo han sabido desde tiempos inmemoriales los indígenas, elimina los excesos de vegetación, evitando que sirvan de combustible para voraces incendios que acabarían totalmente con la sabana y el bosque.
Por el contrario, para el criollo y las empresas como EDELCA, el fuego es una gravísima amenaza a la vegetación y por tanto un peligro que debe ser conjurado porque afecta la disponibilidad de agua para los embalses y por ende la generación de energía hidroeléctrica de Guayana. Los pemones se convierten así en los “quemones” y su cultura de uso del fuego es severamente condenada. Al obrar de esta manera, sin reconocer el carácter complejo del ambiente, el pensamiento criollo se convierte en el mejor aliado de los incendios, mientras su principal enemigo es sujeto al escarnio.
Afortunadamente un equipo de investigadores de la USB, merecedores del Premio Nacional de Ciencia de este año, luego de una extensa investigación logró mostró una convergencia entre el conocimiento científico “duro” y los saberes de los abuelos pemones, reconociendo que las prácticas agrícolas de estos últimos son lo mejor que el ser humano ha podido realizar hasta ahora, en un ambiente tan frágil como la Gran Sabana venezolana.
Es oportuno recoger las experiencias de los investigadores de la USB, sobre como en diversas oportunidades funcionarios públicos terminaron reconociendo y apoyando los hallazgos, sin embargo su capacidad para cambiar las políticas institucionales, se vieron severamente limitadas por la alta rotación del personal. Los investigadores han optado entonces, por dirigir principalmente sus esfuerzos hacia la propia comunidad a los fines de fortalecer su posición, pues después de todo, ellos son lo que podrán presionar de manera permanente para lograr los cambios requeridos.
Sin duda que la investigación coordinada por la Dra. Bibiana Bilbao y su equipo de la USB, es una muestra excelente de cómo una ciencia pertinente se conjuga con saberes ancestrales para encontrar soluciones creativas y propias a los problemas que nos aquejan como país. Un esfuerzo que vale la pena ser emulado. ¡Felicitaciones!

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