miércoles, 9 de julio de 2014

Astroturfing



Bernardo Ancidey
Bajo este término se designan las campañas mediáticas dirigidas a promover o atacar una idea, un producto, un candidato o un gobierno, presentándolas como resultado de genuinos movimientos de masas, cuando en realidad detrás de ellas solo hay un software o un grupo de personas pagadas para generar miles de identidades ficticias.
En Venezuela recientemente presenciamos como las redes sociales fueron ampliamente utilizadas para presentar al Gobierno de Venezuela como “violador de los derechos humanos”. El éxito ha sido tal que todavía no se ha podido desvirtuar la imagen creada artificialmente, incluso ante gobiernos amigos y representantes de organizaciones internacionales.
Existen estudios que muestran que si el astroturfing no es develado, puede efectivamente lograr el cambio en la percepción de las personas, de modo que no es extraordinario lo ocurrido en Venezuela. Esto puede lograrse debido a que es relativamente fácil generar un trend topic en una red, si miles de identidades falsas aparecen diciendo lo mismo. Las personas reales pueden sumarse a estas tendencias tan solo por el hecho de seguir la corriente, o creer mentiras que son repetidas una y otra vez por parte de las que creen son otros seres humanos.
La situación ha persistido porque la campaña desatada en contra de nuestro país, se ha enfrentado de manera tradicional, con declaraciones, reuniones y uno que otro mensaje en los medios tradicionales, descuidando el carácter virtual en el cual se realizan los ataques. 
El astroturfing se enfrenta en dos planos: el legal y el tecnológico. El primero implica penalizar esta práctica a nivel internacional, tal como ocurre con el terrorismo, la piratería o la trata de blancas. Debe ser así, porque las campañas de astrotufing pueden originarse desde cualquier país del mundo. Tanto EEUU como Europa ya cuentan con normativas para enfrentarlas, en especial la realizada por empresas o lobbys.
El segundo plano implica disponer del software apropiado que permita detectarlo y contrarrestrarlo, identificando la fuente de donde proviene la campaña, sean gobiernos extranjeros, empresas u organizaciones políticas. Para ello es necesario contar con el concurso de un equipo interdisciplinario de especialistas en el tema que asesore al alto gobierno en este tema.
Aún estamos a tiempo para que los revolucionarios comprendan que en una guerra de cuarta generación como la que nos encontramos, la ingenuidad científica y tecnológica puede cobrarnos un precio demasiado alto.


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