jueves, 5 de junio de 2014

Complejidad e imposturas costosas



Bernardo Ancidey
La complejidad en la ciencia describe sistemas cuyo comportamiento no puede ser explicado solo a partir de sus unidades constituyentes. Bajo este punto de vista un transbordador espacial o una computadora no serían complejos, dado que el funcionamiento de los mismos sí puede ser explicado a partir de los elementos que los constituyen, aunque cuando sea un trabajo arduo. El término emergencia se utiliza para describir propiedades como la vida, dado que colectar los elementos que forman a un ser humano no es suficiente para construirlo. Los sistemas complejos se construyen a partir de las mismas leyes fundamentales que operan en la naturaleza, creando y actuando sobre distintos niveles jerárquicos de organización de la materia.
Sin irnos a casos extremos como la vida, hay sistemas complejos sencillos, como el comportamiento de una bandada de pelícanos en la playa, donde el grupo se mueve como un todo armoniosamente, sorteando obstáculos y continuando aún si faltan algunas aves. La bandada se mantiene incólume y por eso se dice que son sistemas robustos o resilientes, con capacidad de sobrevivir y recuperarse como totalidad dentro de cientos límites, frente a cambios a veces abruptos. La organización de la bandada no depende de una dirección central o de un plan preconcebido, y su evolución responde a interacciones sencillas entre los individuos que lo componen.
Es paradójico que el comportamiento, aún si luce muy complicado, pueda ser explicado a partir de reglas de interacción simples entre las unidades conformadoras. La emergencia no es algo sobrenatural, sino el resultado de las interacciones donde se combina el determinismo y las probabilidades, siendo posible derivarla matemáticamente para algunos fenómenos.
No hay algo así como una teoría compleja y nadie la está buscando, ya que la complejidad es una perspectiva que acumula una variada gama de heurísticas desarrolladas gracias al desarrollo informático. La computadora es a la investigación en complejidad, lo que alguna vez fue el telescopio para la astronomía. El avance del poder de cómputo permite que se incremente la capacidad para tratar con las capacidades adaptativas de los sistemas sociales, algo que rutinariamente viene haciéndose en instituciones como el paradigmático Santa Fe Institute en Nuevo México, EEUU. En este y otros centros de las metrópolis, participan equipos multidisciplinarios para analizar el origen de la vida o el cáncer, y fenómenos sociales como las recurrentes crisis del capitalismo, la primavera árabe, el auge y caída de las civilizaciones, todo lo cual resulta esencial para comprender la evolución del poder imperial norteamericano y determinar si este está o no en decadencia y de ser así, como podrían evitarla.
En nuestro país estos estudios son marginales, encontrándose iniciativas fragmentadas en algunas instituciones vinculadas principalmente al campo de la física y biología. En la educación y otras ciencias sociales, la complejidad muchas veces no se refiere a lo que venimos comentando, sino a una corriente cada vez más predominante en nuestras instituciones, donde se hace un ejercicio cantinflérico con un popurrí de términos tomados de aquí y de allá junto a neologismos mezclados con una visión postmodernista y New Age, que solo produce confusión y nada de conocimiento.
Dado que la situación no es única en Venezuela, sino que resulta extendida en las investigaciones educativas y de otras ciencias sociales en América Latina, tiendo a creer que estamos siendo víctimas de una sutil operación en contra de la formación de investigadores de alto nivel. En Venezuela la mayor parte de actuales doctorandos son de educación y el peso que tiene el confusionismo académico promovido por la UNESCO es determinante. Así muchos investigadores se forman no para hacer serios trabajos en un campo tan vital como la educación, sino para hacer ejercicios retóricos, donde no cuentan las teorías, hipótesis y referentes empíricos, sino el manejo de un lenguaje críptico, que mientras más oscuro y ampuloso sea, más mérito académico recibe.
El crecimiento del sector universitario y científico impulsado por la revolución bolivariana, impresionante desde el punto de vista cuantitativo, es sistemáticamente escamoteado por una operación de desintelectualización, que afecta a la formación de los investigadores que más deberían contribuir a nuestra independencia y soberanía. Paralelo al empeño en el crecimiento cuantitativo de la educación y la ciencia en el país, es urgente revisar la calidad de nuestros postgrados y la investigación en ciencias sociales, especialmente aquella que se encubre bajo los términos de complejidad, transcomplejidad, no linealidad, caos y similares, las cuales muchas veces resultan ser solo imposturas muy costosas.

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