viernes, 14 de marzo de 2014

Diferentes Fases de una guerra de Liberación Nacional



Néstor Aponte
La lucha de clase en la fase imperial se libra directamente entre las clases trabajadoras nacionales y el Estado imperial, en nuestro caso entre la clase trabajadora venezolana y el imperio norteamericano. Estamos pues frente a una guerra de liberación nacional de la clase trabajadora, que se libra en fases, y en donde el Estado imperial norteamericano desarrolla acciones envolventes que van desde la guerra de debilitamiento económico; pasando por el ablandamiento psicológico de nuestras mentes, a través de la acción de las redes sociales, los  medios de comunicación y el ejercicio de la violencia. Pero, donde también procura el desgaste de la capacidad de gobernabilidad política de los líderes del Estado y de la clase trabajadora, realizando acciones para anular y dividir la unión cívico- militar; así como, pretendiendo el aislamiento internacional con pueblos hermanos con los que compartimos la misma ofensiva imperial. Todas estas acciones están dirigidas a minar la moral de la clase trabajadora: a crear la duda y la desconfianza entre ella, que haga posible nuestra sumisión frente a la dominación imperial.
En ese orden de ideas, se entiende perfectamente porque el Estado imperial con la ayuda de la burguesía nacional acentúa las contradicciones de nuestra estructura económica y en general tensa la cuerda de una cultura de dependencia diseñada y cultivada, largamente, para paralizar nuestra capacidad creativa y productiva, en particular de la clase trabajadora. La dependencia de lo importado pesa sobre las mentes y estómagos de nuestros pueblos. Y sobre esto la posibilidad de ser presa fácil de la deuda externa y del sistema financiero imperial cuya única política es cambiar deuda por soberanía de los pueblos.
A lo dicho se agregan las acciones imperiales para desarrollar y agudizar las contradicciones existentes en la clase trabajadora. En particular, las acciones para dividir a la denominada pequeña burguesía intelectual que dirige y gerencia el aparato Estatal y empresarial; sacando a flote los elementos reaccionarios que le hacen negar su condición de clase, y así, añorar las condiciones de vida y el trato social (discriminatorio y racista) que idealizan en la burguesía. De allí el esfuerzo imperial por minar y anular la capacidad reflexiva de la clase trabajadora (con énfasis, en la pequeña burguesía intelectual) con mentiras, con el culto a la muerte y la violencia, con racismo y discriminación, con la delincuencia y la droga: en fin, con terror. Su objetivo: visibilizar, acentuar y aglutinar los elementos reaccionarios de la clase trabajadora que permitirán dividirla y enfrentarla contra su propia clase social, sirviendo así, de soldados sumisos a sus servicios imperiales. De allí el uso masivo e intensivo de las redes sociales y de los medios comunicación como instrumentos para anular la capacidad reflexiva de los sectores reaccionarios de la clase trabajadora; más allá de organizar por esta vía la lucha contra su propia clase. Pero, también sembrando, a través de estos instrumentos comunicacionales, la duda y la desconfianza dentro de los sectores progresistas y de aquellos otros sectores oportunistas o poco convencidos, que los lleven a paralizarse de miedo.
Estos dos elementos de ataque imperial (económico y psicológico) dirigidos contra la clase trabajadora van destinados a minar la gobernabilidad de la dirigencia política que controla el Estado, y que se opone a la dominación imperial: esto es, que se opone a la pérdida de nuestra soberanía política, económica, militar y territorial frente a la dominación imperial. De aquí, que resulte más difícil sino imposible a la dirigencia política manejar y conciliar los intereses de clase entre la burguesía pro imperial, la clase trabajadora, los señores terratenientes y el campesinado, para mantener la gobernabilidad del país frente al ataque imperial. Una gobernabilidad que exige una capacidad de respuesta de la administración pública con los que dichos líderes no cuenta y que por añadidura también es saboteada. En ese contexto, el esfuerzo imperial por romper la unión cívico– militar va dirigido a quebrar la seguridad interna necesaria que permite la gobernabilidad política y con ello debilitar la sostenibilidad del gobierno e inclusive del Estado mismo (creando, así, las condiciones de para un Estado fallido, fácil presa de una anexión).
En ese concierto de escenarios la lucha internacional constituye un elemento de capital importancia que no solo presenta al resto de la clase trabajadora del mundo una realidad construida y falsa que anula su consciencia y capacidad de acción; sino, que da la impresión a lo otros imperios del “cumplimiento” de ciertas reglas de juego de dominación.
Frente a este escenario, cómo podemos fortalecer la moral de nuestra clase trabajadora y con ello, cómo derrotar la pretensión anexionista del Estado imperial norteamericano? En primer lugar, desarrollando dentro de la pequeña burguesía intelectual progresista las condiciones culturales y económicas del nuevo emprender socialista que lidere la creación de condiciones de producción y crecimiento económico que cubra las necesidades internas del país. Pero, también desarrollando una gerencia socialista que permita darle sostenibilidad. Y para ello, definitivamente se debe crear un liderazgo nacional que concentrado en el plano económico desarrolle las condiciones de gobernabilidad para que esos emprendedores y esa gerencia socialista desarrollen habilidades en la conformación de unidades productivas socialistas que se conviertan en receptoras del ingreso petrolero y en transformadoras y creadoras de riquezas: de plus valor. Una riqueza que reduzcan a su mínima expresión nuestra dependencia por lo importado y potencien económica y culturalmente el hecho en Venezuela.
Por otra parte, esta lucha por una economía socialista que genere gobernabilidad a lo interno del país debe expresarse internacionalmente con la integración económica y política de la clase trabajadoras latinoamericanas. Una integración que se produzca sobre la base de intercambios de economías socialistas. No se trata ni se puede desarrollar economía socialista en un solo país; para ello hay que profundizar el emprendimiento y la gerencia socialista en la región. No se trata de solidaridad entre pueblos latinoamericanos al estilo socialdemócrata (burgués), esta fase imperial está poniendo a la clase trabajadora del sub continente en condiciones de integrar esfuerzos para desarrollar a la pequeña burguesía progresista (socialista) para que de vida económicamente al socialismo en la región. Debemos alzarnos sobre los pies de nuestra identidad para caminar con una moral revolucionaria y socialista, alta y sólida, el camino de una nueva humanidad; esto, a fin de derrotar la vileza, las trampas, la violencia, la mentira, el racismo, la discriminación y la anexión imperial. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo

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