Bernardo Ancidey
06/02/2014
El mejor indicador de éxito de la CELAC
fue la airada respuesta de EEUU. El rol destacado de Cuba, así como el
tema de la descolonización de Puerto Rico, son una piedra en el zapato
del imperio. Además, la consolidación de movimientos progresistas en
Centroamérica, en particular en Costa Rica, Honduras y El Salvador, son
una clara señal que Abya Yala más temprano que tarde, se
encamina hacia el porvenir soñado por nuestro libertadores, alejado de
su pasado colonial y su presente neocolonial.
Además de conformar la nueva institucionalidad desmontando la oficina de
colonias, la CELAC debe cuidarse de las maniobras imperiales y de sus
agentes internos y sobre todo, materializar los deseos expresados de
profundizar la integración a través de la participación de los pueblos.
De lo contrario, el burocratismo y el diletantismo, común a las
organizaciones internacionales, terminará anquilosándola desde adentro.
Para ello los gestos deben acompañarse de acciones concretas y urgentes,
encaminadas a la liberación e integración de nuestros pueblos.
Uno de los temas más importantes, es el elevado vínculo de Abya Yala
con el dólar de EEUU, reflejo de una economía continental basada en la
venta de unas pocas materias primas, principalmente cobre, plata,
hierro, soya, petróleo y gas. Este modelo si bien generó un crecimiento
económico entre 2002 y 2012, sin embargo sufre de una gran debilidad,
debido a que paralelamente ha continuado el proceso de
desindustrialización iniciado en los años ochenta del siglo XX, y que se
refleja en la cada vez menor participación del componente industrial en
nuestras economías. El debilitamiento del valor de nuestras
exportaciones ha incidido directamente en el debilitamiento de las
monedas latinoamericanas en 2013: el real brasileño se depreció 12,96%;
el peso de Chile cayó 8,97%, el de Colombia bajó 8,63%; y el sol en Perú
perdió 9,21%. Los casos de Venezuela y Argentina son sin duda los más
graves, agravados por la acción saboteadora de las burguesías nacionales
decididas a derrocar a sus gobiernos.
Es vital que la senda trazada por el ALBA, Petrocaribe y el SUCRE se
profundice a nivel continental, con un Mercosur fortalecido en el plano
sociopolítico y abarcando a todo el continente, tal como lo propuso el
Comandante Chávez. Es igualmente esencial, retomar la idea del Banco del
Sur, que permita que los capitales de nuestros países dejen de seguir
alimentando al dólar y al euro, y se inviertan en proyectos de
desarrollo integracionistas, a la vez que soporte el uso de una moneda
común basada en nuestras propias capacidades productivas. No está demás
señalar la necesaria integración para la formación de alto nivel y la
cooperación científico-técnica en áreas esenciales, relacionadas con la
innovación y la producción agroindustrial.
Tareas como las señaladas son las que nuestros pueblos realmente
apreciarán, más allá de la retórica, típica de estos escenarios, al
relacionarlas con su presente cotidiano y sus esperanzas milenarias.
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