Bernardo Ancidey
Anteriormente sugerimos superar el paradigma baconiano sobre el cual
está montada nuestra política científica, porque desconoce que en el
capitalismo, el avance científico y tecnológico es consecuencia del
desarrollo económico y no al revés. Cuestionamos la visión romántica y
falsa de separación entre investigación básica y aplicada, argumento muy
recurrido para decir que la primera, dada su naturaleza, debe ser
financiada por el Estado, porque desconoce que la mayor parte de la
"investigación básica" también se realiza en las empresas o en los
centros que dependen de ellas.
La articulación que permite convertir ideas y descubrimientos en nuevos
bienes y servicios, no existe cuando el Estado financia la investigación
esperando que surjan beneficios económicos. Esta visión es una ilusión
en el capitalismo central y en el periférico, como en Venezuela, la
esperanza es pura fantasía, dado el carácter parasitario de nuestra
burguesía, la cual solo innova en su capacidad para captar la renta
petrolera y nuestra fuerza de trabajo.
Francia a inicios del siglo XIX tenía los mejores científicos de la
época, sin embargo la revolución industrial se realizó en Inglaterra y
Holanda, y la hicieron los burgueses sin investigación científica
previa. La máquina de vapor del siglo XIX precedió a la termodinámica y
150 años antes ocurrió lo mismo con la mecánica newtoniana, la cual se
desarrolló por el creciente comercio marítimo del mercantilismo europeo.
En ciencias de la salud, las brechas son aún más impresionantes, para
poder relacionar el descubrimiento de la vida microscópica con las
enfermedades pasaron casi dos siglos para se pudiera traducir en una
mejora en la calidad de vida. De modo que no hay una relación
causa-efecto entre ciencia e innovación para la mejora de la vida
social.
Este hecho es aún más chocante cuando observamos que la ciencia
soviética en el siglo XX se adelantó en matemáticas, investigación
espacial y armamento nuclear, pero esto no se tradujo en una mejora de
la capacidad productiva y en la calidad de vida de los pueblos de la hoy
extinta Unión Soviética.
La lección es simple: el capitalismo de estado o mejor dicho el Modo de
Producción Asiático 2.0, aunque puede lograr grandes avances en el
desarrollo científico, no puede competir con el capitalismo en cuanto a
transformar los resultados de su estamento científico y tecnológico en
el desarrollo de sus fuerzas productivas. La discusión sobre la ciencia,
tecnología e innovación en Venezuela y el rol del Estado, en el fondo
no es más que otro ejercicio retórico en base a opiniones que parecen
distintas, pero que en realidad comulgan con el mismo modelo baconiano.
El primer error se basa en confundir investigación científica con
innovación. La innovación no es ciencia ni la requiere, es sobre todo
empiria, voluntad, tesón y riesgo y es posible realizarla utilizando
solamente actividades gerenciales, sin componentes "duros". Y
reiteramos, ocurre principalmente en la "línea de producción" o en el
lugar de trabajo, y no en el laboratorio científico. El objetivo de
hacer por ejemplo, el IVIC un centro de innovación tecnológica, solo
podrá lograrse contratando nuevo personal especializado en esa área, ya
que a menos que haya una guerra que lo exija (como en el caso del
Proyecto Manhattan que condujo a la bomba atómica en la segunda guerra
mundial), los científicos no suelen convertirse en tecnólogos. El
científico busca explicaciones, el saber el porqué pasan ciertas cosas,
mientras que el tecnólogo quiere cambiarlas, haciéndolas mejores o
transformándolas completamente, son dos perspectivas distintas y es raro
encontrar ambas orientaciones en una misma persona.
El segundo error es creer que la actividad científica puede ser de
alguna manera "democratizada", lo cual revela la profunda confusión de
algunos acerca de lo que hacen los científicos. Se observa aquí la
influencia nefasta del constructivismo social y del postmodernismo en
las políticas públicas venezolanas, al sostener la idea que "los
saberes" son producto de convencionalismos sociales, de modo que en
materia de conocimiento vale todo. Si así fuera y no existieran las
restricciones que impone la realidad, encontrar la cura del cáncer,
realizar la fusión nuclear controlada, predecir el clima o llegar a
Marte, serían solo un punto de discusión en una asamblea.
La actividad científica no es pública, no es "democratizable", en el
sentido que lo es la educación, el transporte o la política. Aunque es
verdad que cualquiera puede ser científico, y que estos hacen públicas
sus investigaciones mediante artículos en revistas, la realidad es que
sin manejar el conocimiento tácito en una determinada disciplina, es muy
poco probable que pueda obtener algún beneficio de dicho bien. Solo los
que pertenecen a dicho "colegio", luego de muchos años de estudio es
que pueden entender de qué se trata. Por eso las empresas los contratan,
para que seleccionen entre los centenas de miles o millones de
artículos que se publican en su especialidad, aquellos que sean
relevantes, y poder a su vez sacar algún provecho del mismo, sea para
copiar los resultados o para encauzar su propia investigación. El
"copiado" no es simple, porque se requiere muchísimo conocimiento
científico tácito para poder hacerlo debidamente.
El tercer error, es común a las dos posiciones: la creencia que el
Estado es el responsable por el financiamiento de la actividad
científica y de innovación, sea a través de centros como el IVIC o desde
las universidades públicas. Los científicos suelen ser muy convincentes
en este punto y en Venezuela no deben esforzarse mucho, porque es un
punto que se da por sentado en nuestra sociedad. La verdad es que si
mañana el Estado decidiera no dar ni un centavo para la investigación
científica, además de que unas 10 mil personas tal vez se queden sin
ingresos, es poco lo que cambiaría en el país, porque su actividad no
tiene ningún impacto en el tejido socio-productivo. Pasará algo similar
al despido de más de veinte mil "meritócratas" de PDVSA: absolutamente
nada.
Llegados a este punto nos preguntarnos si tiene algún sentido continuar
con estas políticas, si se requiere abandonarlas o modificarlas.
Abordaremos este tema en el marco de la construcción de una sociedad
socialista.
Lo primero que debo señalar es que al igual que en el caso de la
educación, el hecho que esta no incide en el crecimiento de la
producción o en la industrialización, no es razón para no apoyarla por
el conjunto de los otros valores que consideramos importante promover en
la sociedad. Es decir, no es necesario apelar a razones estrictamente
económicas para justificar la masificación de la educación para todas y
todos, basta pensar en la importancia de la formación integral, continua
y para toda la vida, y lograr un pueblo cada vez más instruido y capaz
de disfrutar y apreciar los bienes culturales tanto los propios creados
por el pueblo venezolano como los del conjunto de la humanidad. En ese
mismo sentido la ciencia debe apoyarse porque nos interesa responder a
las infinitas interrogantes sobre nuestro mundo, a cultivar el
escepticismo crítico, combatir la ignorancia y el pensamiento mágico,
promover la racionalidad, la solidez de los argumentos, la curiosidad,
el pensamiento lógico, el debate público e informado, y el valor de las
evidencias para sostener determinadas creencias.
De modo que es bueno que se continúe invirtiendo en educación y en la
ciencia, pero sin esperar que de allí salga el amor a la libertad o el
motor para impulsar la producción y la industrialización. Ya el pueblo
venezolano ha demostrado en demasiadas ocasiones que no necesita que
alguien le enseñe desde una cátedra el amor a la libertad. Y en cuanto a
la innovación y la producción, estoy convencido que esta será obra del
emprendimiento colectivo aguijoneado por la necesidad y de nadie más,
porque es una fantasía de socialistas desencaminados esperar que ahora
sí, la burguesía nacional hará algo distinto de parasitar. Más de
setenta años de espera son harto suficientes.
La verdad es que mientras sigamos fortaleciendo, como lo venimos
haciendo, a una economía capitalista periférica, cualquier cosa que
hagamos que no apunte a desmantelar esta situación, será totalmente
inútil. Incluso si decidimos incrementar los recursos para promover la
ciencia y la tecnología invirtiendo millones de dólares en la educación y
en ciencia y tecnología, el impacto sobre las hilachas del actual
tejido productivo venezolano será más o menos nulo y el efecto principal
será que otros países terminarán aprovechando a los expertos de alto
nivel que formemos en Venezuela, como lamentablemente viene ocurriendo
desde que tengo memoria.