Omar Gómez
Cada día sorprenden las declaraciones altaneras, prepotentes y ofensivas del Presidente Trump. No le ha bastado con decir que quiere anexarse a Groenlandia, Canadá, México o hasta la misma Venezuela. No se ha conformado con mentir descaradamente con el argumento de una supuesta lucha contra el narcotráfico en el Caribe. Ahora declara que tiene armas como para destruir 150 veces al mundo. Y con ello ha reiniciado las pruebas nucleares, mientras agrede a Venezuela y súbitamente amenaza con invadir a Nigeria.
Pero la locura del Presidente Trump se sostiene también en sus acólitos, quienes le aplauden cada una de sus locuras, quienes actúan de espalda a sus pueblos y quienes traicionan los ideales nacionales. Mentirosos de oficio y defensores de la maldad y la injusticia. Tenemos en Venezuela a la entreguista María Corina Machado, en Perú al insulso José Jerí, en Argentina al orate Milei y en Ecuador al plutócrata Daniel Noboa. En Europa tiene al payaso de Zelenski y a los títeres de la unión Europea, mientras que en Asia tiene a Netanyahu y gobiernos absurdamente lacayos como el japonés. Son grandes apoyos de los que se rodea este señor, lo que lo lleva a influir en la opinión pública y a torcer las verdades.
Con instrumentos poderosos como las redes sociales, el uso de la IA y con los medios de comunicación, el Presidente Trump se autoconvence de ser el Emperador del mundo. Esto complementa el más imponente aparato militar que ha poseído nación alguna en la historia de la humanidad. No es juego cuando señala lo de poder destruir decenas de veces al planeta. El Presidente Trump trata al resto del mundo como su feudo, con absoluto desprecio y sin importar las consecuencias. Y esto lo hace porque sabe con lo que cuenta y con quienes cuenta.
En Venezuela hemos aprendido que la única manera de prepararse y de enfrentar esta locura es mediante la racionalidad, expresada en los reiterados llamados a la paz, la permanente movilización del pueblo venezolano y la profundización de la organización popular, policial y militar. Los venezolanos construimos un modelo propio, esencialmente soberano y popular, que deseamos que sirva de ejemplo a otros pueblos.
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