viernes, 21 de noviembre de 2025

Profundizar la Revolución en América Latina, o entregar la Patria Grande.

 

Omar Gómez

El final del año 2025 se perfila en el horizonte como una embestida coordinada. No es una guerra convencional, sino una batalla por la conciencia de nuestros pueblos, donde la derecha latinoamericana, amorfa y digital, avanza con una estrategia clara: conquistar pantallas, likes y “me gusta” para renunciar a debatir ideas. Esta no es la derecha de antaño, con sus think tanks y sus libros blancos. Esta es una derecha light, de influencers con filtros y eslóganes vacíos, que rehúye el debate porque su proyecto no soporta el más mínimo análisis. Hacen trabajo de marketing, no social; venden una imagen, no un proyecto de país.

En Bolivia, hemos sido testigos de un golpe de timón que duele en el alma del continente. La llegada de Rodrigo Paz a la presidencia no es un simple cambio de gobierno; es el regreso de una oligarquía que siempre vio los recursos del pueblo como su botín personal. ¿Y cuál fue una de sus primeras acciones? Correr, no a solucionar los problemas del pueblo, sino a rendir pleitesía al Imperio. Es la escena que se repite una y otra vez en nuestra historia: los hijos pródigos de la oligarquía besando el anillo del amo del Norte. Esta derecha peligrosa no perdió el tiempo en mostrar su verdadero rostro, el mismo que el pueblo boliviano había mandado al basurero de la historia. Lástima que sus líderes de izquierda no pudieron anteponer los intereses del país por encima de los intereses de grupos y facciones.

En Chile, el panorama es desolador. Los fantasmas de Pinochet, lejos de estar enterrados, hoy campean a sus anchas con corbata y sonrisa de tiktoker. Kast, Kaiser y Mattei sumaron una mayoría abrumadora de votos, mostrando el músculo de una derecha dura, recalcitrante y orgullosamente heredera de la dictadura. Frente a esto, la candidatura de Jara se presenta como una opción fallida desde su origen. Llamarla “comunista” es un insulto a la inteligencia. ¿Cómo puede una candidata que dedica más tiempo a atacar a la hermana República Bolivariana de Venezuela, llamándola “dictadura”, pretender representar una alternativa popular? Esa es la trampa. Confiaron en que el Imperio les daría un espacio por mostrarse “razonables”, por criticar a sus hermanos. Pero como bien nos enseñó el Comandante Ernesto “Ché” Guevara, “al imperialismo ni tantito así”. Se traicionaron a sí mismos, y ahora la posibilidad de una victoria popular se aleja, diluida en su propio oportunismo.

Y para terminar, la situación en Honduras no es más alentadora. La candidata progresista Rixi Moncada, de LIBRE, lucha contra corriente, mientras, los representantes de las viejas castas, Nasralla y Asfura, lideran las encuestas. La pregunta que resuena es: ¿cómo es posible que la Presidenta Xiomara Castro, que llegó con un mandato claro de refundación, haya visto erosionado su apoyo? La respuesta, una vez más, parece esconderse en la misma enfermedad.

El patrón es claro y duele reconocerlo. Algunos gobiernos progresistas de nuestra América han caído en la trampa de querer quedar bien “con Dios y con el Diablo”. En un intento desesperado por ser aceptados por los amos de Washington, se han presentado ante el mundo como los “críticos sensatos” de Venezuela. Han diluido la solidaridad internacionalista, que es el alma de la revolución, en un cáliz de tibieza y calculador pragmatismo, es la Izquierda que Quiere Caerle Bien al Verdugo. Mientras el pueblo palestino sufre un genocidio ante los ojos del mundo, sus condenas han sido tímidas, casi un susurro. Frente a la operación especial rusa en Ucrania, una respuesta necesaria contra la expansión de la OTAN y el resurgimiento del nazismo, prefirieron el “llamado al diálogo” en lugar de un análisis antiimperialista claro.

Se han vendido a los medios como “moderados”, despojándose del espíritu rebelde de Maceo, de Sandino y de Bolívar. Han creído que podían negociar con el lobo. Pero la verdad, cruda y revolucionaria, es que el Imperio no negocia, se enfrenta, y como dijo un Presidente gringo, Los EEUU no tienen amigos sino intereses. Lo que ha hecho Washington no es “dialogar” con ellos, sino penetrarlos, suavizar sus maneras, edulcorar sus discursos. Les han hecho un lavado de cerebro con la aquiescencia de la “corrección política”. Al final, lo que queda no es una revolución, sino su caricatura: un reformismo light, pintado con los colores de la bandera, pero vacío del fuego sagrado que transforma la historia. Y el Imperio no juega carrito, no es casual que todo el despliegue armamentístico que ha desarrollado en los últimos meses sea para agredir a Venezuela, y ahora a Colombia que ha adoptado una postura más consecuente que sus tibios homólogos. El peligro de una agresión es inminente y los EEUU no van a estar moviendo semejante poder bélico solo por gusto, tienen sus planes y latinoamérica debe estar alerta.

La lección para latinoamérica es clara: o la izquierda latinoamericana recupera su columna vertebral antiimperialista, su solidaridad inquebrantable y su vocación de pueblo en lucha, o será barrida por una derecha que, aunque sea cobarde y superficial, al menos no tiene complejos a la hora de defender sus intereses de clase.

lunes, 17 de noviembre de 2025

Revolviendo el río para poder pescar

Omar Gómez

La segunda quincena de noviembre de 2025, empieza de manera muy noticiosa a nivel mundial. En primer lugar, el portaviones más grande del mundo entra en el mar Caribe en una ostentosa demostración de poder con el fin de intimidar, ojalá sea solo eso. En México, las publicitadas protestas de la Generación Z, con todo y la bandera del animé One Piece, irrumpen con fuerza en pleno centro de la capital, atentando contra el palacio de gobierno. Chile entra en un proceso electoral con una izquierda pro-gringa favorita, como la de Boric, que decide como estrategia para obtener votos, colocarse de lado del Imperio y atacar a Venezuela. Esta izquierda se medirá con el ultra derechista Kast. Nada envidiable el futuro cercano allí.

Unas elecciones todavía más peligrosas se dieron en Ecuador, en donde se puso como tema la posibilidad de entregar bases militares a los estadounidenses. Alrededor de 13 millones de ecuatorianos votaron si están de acuerdo con que se elimine la prohibición de establecer bases militares extranjeras o instalaciones extranjeras con propósitos militares en suelo bolivariano. Pobres Bolívar y Sucre, quienes estarán avergonzados con esta conducta tan entreguista, propia de una Sra. Machado. Afortunadamente, esa opción quedó derrotada, sin embargo, queda el mal sabor de haber sido propuesta y de haber recibido un número importante de votos. Petro sigue ocupado con sus problemas internos y su enfrentamiento al gobierno de Trump, mientras que el lacayo gobierno de Trinidad y Tobago anuncia el inicio de ejercicios militares en sus fronteras, en clara coordinación con la llegada del portaviones Gerald Ford.

Este es un escenario de mucha convulsión y muchos fuegos abiertos en la región, tal vez algunos de ellos fabricados con la intención de desviar la atención y facilitar el camino hacia una agresión contra Venezuela.

La operación Lanza del Sur, nombre con el que los EEUU denominan la exagerada movilización de tropas y equipos, entre ellos portaviones, submarinos, aviones y toda clase de armamentos, se inicia como continuación de otros ejercicios militares en el mar Caribe.  Todo esto para supuestamente luchar contra el narcotráfico. Es llamativo que tan gigantesco despliegue militar se use para atacar a unas lanchas de pescadores a los que les dicta la pena de muerte sumaria, sin juicio ni pruebas, pero con el exterminio seguro. Tan desproporcionada relación de fuerzas no deja duda de que el verdadero objetivo es otro. Y es un objetivo negro, tanto como el petróleo de Venezuela.

 La conformación de los Comité Bolivarianos de Base Integral y la numerosa marcha del pasado 15 de noviembre, son la respuesta y la confirmación de la estrategia de movilización permanente que muestra Venezuela como forma de repeler una posible y cada vez más inminente agresión estadounidense.

sábado, 8 de noviembre de 2025

La locura de Trump

 Omar Gómez

Cada día sorprenden las declaraciones altaneras, prepotentes y ofensivas del Presidente Trump. No le ha bastado con decir que quiere anexarse a Groenlandia, Canadá, México o hasta la misma Venezuela. No se ha conformado con mentir descaradamente con el argumento de una supuesta lucha contra el narcotráfico en el Caribe. Ahora declara que tiene armas como para destruir 150 veces al mundo. Y con ello ha reiniciado las pruebas nucleares, mientras agrede a Venezuela y súbitamente amenaza con invadir a Nigeria.

Pero la locura del Presidente Trump se sostiene también en sus acólitos, quienes le aplauden cada una de sus locuras, quienes actúan de espalda a sus pueblos y quienes traicionan los ideales nacionales. Mentirosos de oficio y defensores de la maldad y la injusticia. Tenemos en Venezuela a la entreguista María Corina Machado, en Perú al insulso José Jerí, en Argentina al orate Milei y en Ecuador al plutócrata Daniel Noboa. En Europa tiene al payaso de Zelenski y a los títeres de la unión Europea, mientras que en Asia tiene a Netanyahu y gobiernos absurdamente lacayos como el japonés. Son grandes apoyos de los que se rodea este señor, lo que lo lleva a influir en la opinión pública y a torcer las verdades.  

Con instrumentos poderosos como  las redes sociales, el uso de la IA y con los medios de comunicación, el Presidente Trump se autoconvence de ser el Emperador del mundo. Esto complementa el más imponente aparato militar que ha poseído nación alguna en la historia de la humanidad. No es juego cuando señala lo de poder destruir decenas de veces al planeta. El Presidente Trump trata al resto del mundo como su feudo, con absoluto desprecio y sin importar las consecuencias. Y esto lo hace porque sabe con lo que cuenta y con quienes cuenta.

En Venezuela hemos aprendido que la única manera de prepararse y de enfrentar esta locura es mediante la racionalidad, expresada en los reiterados llamados a la paz, la permanente movilización del pueblo venezolano y la profundización de la organización popular, policial y militar. Los venezolanos construimos un modelo propio, esencialmente soberano y popular, que deseamos que sirva de ejemplo a otros pueblos.