Omar Gómez
Tenemos
dos maneras de encarar este año 2017, bien sea de manera optimista o de manera
pesimista. Los revolucionarios tenemos que ser optimistas, no nos queda jamás
la opción del pesimismo. Ser optimista no es ser ingenuo o ciego ante las
dificultades por las que pasa nuestro país, tampoco significa dejar de ser
crítico. El optimismo encierra una carga
de esperanza y de confianza en que vamos a tener un mejor año. Luego de la
derrota de diciembre del 2015 aunado a la guerra económica en la que estamos
sumergidos, es normal que el pueblo se sienta desesperanzado. Esto conlleva al
pesimismo y a no creer en nada. La desesperanza es la madre de ese nihilismo
que pareciera acompañar a buena parte de nuestros compatriotas.
Negarlo
todo, no creer en nada, desconfiar de todo y de todos, nos lleva a que solo
podamos buscar respuestas inmediatas y espasmódicas a los problemas. Esa
negación es una trampa del capitalismo, para quien el tiempo se presenta sólo
en el presente. Para el capitalismo es necesario destruir la Historia, nuestras
raíces, nuestras creencias y nuestros conocimientos ancestrales, pero también
es necesario destruir el futuro. Nadie quiere invertir en un negocio en el que
el retorno de la inversión supere los tres o los seis meses. Nadie quiere
planificar a cinco, diez o veinte años. Todos quieren la resolución de los
problemas en el acto. Nadie quiere escuchar a quien propone soluciones a
mediano o a largo plazo. Es un discurso
que alimenta las consignas como "Maduro vete ya", todos son iguales,
todos son corruptos y el "sálvese quien pueda".
El
discurso de la Revolución tiene que ser el de la esperanza, del porvenir, de
sentirnos orgullosos de las gestas libertadoras, de sentir cómo corre por
nuestras venas sangre libertaria, de mirar los hilos que tejieron nuestros
libertadores para convertirse en banderas de libertad. Así lo hizo nuestro Comandante Chávez quien
develó nuestra grandeza histórica. Pero tenemos también un mañana de progreso,
de prosperidad y de felicidad que es consecuencia de ese pasado que hemos ido
forjando históricamente, a pesar de quienes han querido vender nuestras
riquezas y secuestrar nuestra soberanía. Esos, los que se voltearon al Imperio,
los Santander, Rivadavia y Páez, más recientemente llamados Somozas, Betancourt
y Uribe, son los que desde siempre han sido enemigos de Nuestra América. Son
los que han querido prostituirla, y son los que siempre serán derrotados por
nuestro pueblo.
Que
el pesimismo, la desconfianza y la desesperanza alimente a la reacción y a la
derecha, tal como se los ordena el Imperio, pero no caigamos jamás en su juego.
Seamos la alegría y la esperanza del futuro Socialista, Bolivariano y Chavista
que debemos construir. Tenemos Historia, tenemos Futuro, y ahora, con mucho
orgullo, podemos decir también que ¡Tenemos Patria!
No hay comentarios:
Publicar un comentario