lunes, 10 de octubre de 2016

Revoluciones y paradigmas científicos sin contexto social -Crítica al discurso ahistórico de Thomas Kuhn-


Bernardo Ancidey
 Los paradigmas de Kuhn
En su célebre obra La estructura de las revoluciones científicas (1971), publicada originalmente en 1962 y luego reeditada en 1969, Kuhn presenta su visión particular sobre el desarrollo de las ciencias naturales, básicamente en los campos de la física y de la química. Esta obra en realidad son dos libros distintos, ya que en la reedición Kuhn hizo tantas precisiones nuevas sobre la bases de las críticas recibidas originalmente, que más que aclaratorias sus nuevas afirmaciones constituyen otro libro. De allí que al tratar de analizar sus ideas es necesario precisar para mayor claridad, si se trata de su primera versión o de la segunda. En este ensayo se trabajará con la segunda versión.

A efectos del presente escrito, el énfasis se hará justamente en el desarrollo de las teorías y conceptos que conducen a la física actual, mencionando brevemente los desarrollos en otras disciplinas científicas.

El concepto de Paradigma
Aunque desde la última edición han transcurrido casi cuarenta años, Kuhn logró que su concepto o conceptos sobre los Paradigmas, se haya convertido en parte casi esencial del lenguaje moderno. Tal vez sin proponérselo el término “Paradigma de Kuhn” ha devenido el mismo en paradigma, en su significado de modelo o ejemplo, de un concepto  que no debe faltar en toda conversación relativamente culta sobre la ciencia, la filosofía, la política o la economía. De allí el interés por revisar sus aportes para comprender cómo se genera y consolida socialmente el llamado conocimiento científico.

Por Paradigma se entenderá el concepto dual que Kuhn define en la reedición de su trabajo en su posdata de 1969:

Por una parte, significa toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada. Por otra parte, denota una especie de elemento de tal constelación, las concretas soluciones de problemas que, empleadas como modelos o ejemplos, pueden remplazar reglas explícitas como base de la solución de los restantes problemas de la ciencia normal.

Aunque la tarea de entender el planteamiento de Kuhn se ve oscurecido por el hecho mismo que el autor le da a su concepto de paradigma una variedad de significados, esto no disminuye la importancia de su aporte para ver de manera crítica el desarrollo de las teorías científicas. 

Kuhn previene contra esa manera lineal y progresiva como suele presentarse la historia de la ciencias en los libros de textos, es decir como un avance acumulativo o progresivo de conocimientos, en el cual las viejas teorías se ven gradualmente sustituidas o reemplazadas por las nuevas. Se asume que estas últimas dan explicaciones a fenómenos que las anteriores no podían o lo hacían  con dificultad. Además, en la imagen de los libros de texto, se suele presentar a las nuevas teorías como más generales, de forma que las anteriores quedan como casos especiales de las nuevas.

Gamow (1980, pág. 9) sobre este particular señala que hay dos formas básicas de presentar el avance de la investigación en física: el de los libros de textos encaminados a enseñar al lector los hechos y teorías de la física, en donde se omite casi por completo los aspectos históricos; y los históricos. Esto últimos son aquellos consagrados a los datos biográficos y al análisis del carácter de los grandes hombres de ciencia y no hacen más que enumerar sus descubrimientos. Por ello Gamow escoge un camino intermedio exponiendo hechos, teorías y los hombres detrás de ello. Sin embargo, su presentación no escapa de la crítica de Kuhn, en el sentido de mostrar una casi linealidad en el progreso de la ciencia que indefectiblemente conlleva a justificar o legitimar el estado presente de la ciencia y las creencias de los científicos que tal evolución no podía ser de otro modo.

Con agudeza, Kuhn no solo señala este hecho sino que además afirma que esta visión de la historia de la ciencia presentada sin contradicciones ni grandes conflictos, responde a un rol legitimador. Afirma que se busca que el novel aspirante a investigador, reconozca la validez de las teorías prevalecientes y comience desde lo ya consensuado. Son requisitos previos para su ingreso a la comunidad de científicos que defienden los paradigmas vigentes.

A diferencia de la visión tradicional, Kuhn presenta una imagen del desarrollo de la ciencia en el cual la figura del descubrimiento y su descubridor se hace borrosa. El reemplazo de una teoría por otra es presentado como un asunto contradictorio, de enfrentamiento entre los defensores de la teoría prevaleciente y los apologistas de la nueva. Para Kuhn no es cierto aquella afirmación de que un solo hecho o anomalía basta para negar totalmente una teoría. Idea que con variantes, es defendida por autores como Bunge (1995, pág. 5), quien señala que los científicos no sólo procuran acumular elementos de prueba de sus suposiciones multiplicando el número de casos en que ellas se cumplen; también tratan de obtener casos desfavorables a sus hipótesis, fundándose en el principio lógico de que una sola conclusión que no concuerde con los hechos tiene más peso que mil confirmaciones.

Con abundancia de ejemplos, Kuhn muestra que durante la prevalencia de una determinada teoría científica, ella puede convivir con fenómenos francamente contradictorios o para los cuales no se tiene ninguna explicación. No obstante estos obstáculos, dichas teorías pudieron permanecer, incluso siglos, siendo reconocidas como paradigmas incontrovertibles. La actitud prevaleciente entre los científicos ante hechos o evidencias contradictorias, fue la de esperar a que dentro de la teoría se diera tarde o temprano, una explicación o simplemente desaparecer el problema y que no se hable más del mismo. Esta última actitud aunque suene extraordinaria viniendo de científicos, se ha dado con mucha frecuencia a lo largo de la historia. En realidad, constituye una buena práctica, porque muchas veces es conveniente dejar para más adelante la solución o explicación de problemas que son percibidos, como muy complejos y para los cuales en un momento determinado, no se cuentan con las herramientas teóricas, conceptuales e inclusive tecnológicas, para afrontarlos.

Buenos ejemplos de estas prácticas la constituye el abandono de la mecánica clásica de una explicación para la gravedad a través de la famosa frase de Newton “Hypotheses non fingo”  citada por Jammer (1993, pág. 98). Empero, esta explicación sí era analizada por la física aristotélica[i] y luego sería retomada por Einstein en su teoría de la relatividad general, para lo cual se basó en trabajos previos sobre geometría no euclídea y su relación con la experiencia realizados por Gauss, Nicolay Lobatchevski y F. Minding, E. Belltrami, F. Klein[ii], Janos Bolyai y Riemann (1979, págs. 30-33).

Otra razón que da Kuhn para entender el desconocimiento de hechos o fenómenos no explicados por la teoría prevaleciente, se debe a una situación de economía. Así, al balancear las ventajas y desventajas de una teoría, el científico ve que ir por los caminos acordados dentro de su comunidad le resulta más fructífero que preocuparse por uno o dos hechos extraños. El investigador procederá de esa manera mientras la teoría prevaleciente le aporte explicaciones satisfactorias para su trabajo profesional rutinario. Por lo tanto, una teoría jamás se desecha por otra debido a que ocurran fenómenos inexplicables. Se requiere que estos últimos se den dentro de cierto contexto social como para que se perciba que se está ante una verdadera crisis.

Incluso es posible que falten los fenómenos inexplicables para que una teoría se reemplace por otra. A veces basta con solamente un cambio en el contexto social para que surja un nuevo paradigma, aun cuando el recién llegado no tenga solidez científica. El progresivo abandono de los científicos de la teoría tolemaica de los epiciclos[iii], para describir el movimiento de los astros alrededor de la tierra, podía seguir explicando bien los efectos observados en el cielo sin necesidad de abandonar dicha teoría por un movimiento alrededor del sol. La nueva tesis Copernicana respondía más a un cambio cultural, donde el humanismo recobraba su rol frente a la cultura medieval, que a un verdadero descubrimiento científico.

Kuhn reporta que fueron cuestiones accesorias, como el prestigio ganado por la mejor confección de las Tablas Rudolfinas astronómicas de Tycho Brahe y su discípulo Johannes Kepler, las que promovieron las nuevas ideas heliocéntricas. No sería sino hasta el perfeccionamiento del telescopio por Galileo, que se tendría alguna evidencia empírica que soportara el nuevo modelo al descubrir en 1610 los tres satélites de Júpiter y luego un cuarto (Crema, 1965, pág. 56).

Una situación similar se presenta con la relatividad general de Albert Einstein. Aparte del inexplicable perihelio de Mercurio (Eddington, 1979, págs. 371-380) desde el punto de vista de la mecánica clásica newtoniana (fenómeno desconocido por el propio Einstein), no había a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, ninguna evidencia o hecho que pudiese generar una crisis y por tanto el surgimiento de un nuevo paradigma científico para explicar el movimiento gravitatorio. Cuando Einstein publica su trabajo al parecer nadie se percató de la existencia de alguna crisis o necesidad de revisar la mecánica celeste newtoniana. Y de hecho, hasta la fecha las diferencias observadas empíricamente entre ambas teorías son prácticamente insignificantes (ob. cit., p. 371).

Las pruebas de la validez de la relatividad general hasta ahora son de un elevado grado de sofisticación (ob. cit. P. 378 y (Reitze, 2016)) y se hacen solo para probar la teoría, pero tienen poco impacto más allá de este campo. Ahora bien, su aceptación se ha visto facilitada por el elevado prestigio de su proponente, su elegante manejo matemático, la simplicidad de sus principios (Torreti, 1994, pág. 67) de relatividad, equivalencia y el principio de Mach (aunque es de una gran complejidad matemática[iv]). Además se le suma el hecho que reúne física gravitatoria y geometría en una visión unitaria donde la geometría del universo es determinada por la distribución de materia (Reichenbach, 1957, pág. 255).  La teoría obliga al ser humano a preguntarse por su pasado, su presente y su futuro, ya que conlleva a pensar en el origen y destino del universo considerado como un todo (Einstein, 1960, págs. 152-153).

Más adelante Kuhn afirma, aunque de manera menos contundente a como lo hizo Max Planck[v], que la prevalencia de una teoría sobre otras no se da en el campo del experimento sino en el de las generaciones humanas. Poco a poco los que defienden la vieja posición van muriendo y solo van quedando los defensores de la nueva. Einstein jamás aceptó los fundamentos estocásticos de la mecánica cuántica y siempre la consideró una teoría incompleta o de transición y por ello siguió buscando infructuosamente la quimera de la teoría del campo unificado, tal como lo relata Born (1962, págs. 370-371) y Heisenberg  (1979, pág. 37). Ahora bien, para que este proceso se manifieste deben darse un conjunto de circunstancias, si se quiere revolucionarias:

·         Un contexto social adecuado donde haya tierra fértil para las nuevas ideas,
·         Mentes jóvenes no comprometidos o domesticadas por el paradigma vigente.
·         Que se sienta un clima de verdadera crisis. Esta última puede ser originada, muchas veces por evidencias que la contradigan y que se perciban como suficientes para dudar de la teoría hasta ese momento prevaleciente.
·         Existir o al menos mostrarse, los indicios del nuevo paradigma. Esto puede ocurrir de diversas formas, en una de ellas es posible que la nueva teoría científica no sea tan nueva, es decir puede que se haya planteada con anterioridad, como ocurrió en el caso del heliocentrismo copernicano, del cual transcurrieron casi cien años antes que se hiciese popular entre científicos como Kepler y Galileo.
·         También puede ocurrir que con la crisis surjan nuevas ideas, muchas veces fragmentarias, buenas para explicar unos pocos fenómenos, pero que se desconoce aún como se relaciona o integra con el resto de los fenómenos explicados por la teoría o paradigma prevaleciente.

Una buena muestra la constituye la mecánica cuántica, cuyos rudimentos teóricos se encuentran en los trabajos a inicios del siglo XX de:

·         Planck sobre la radiación cuantizada del cuerpo negro;
·         Einstein sobre el efecto fotoeléctrico;
·         De Broglie en ondas de materia y
·         Finalmente en el modelo del átomo de hidrogeno de Bohr.

Esta nueva área de investigación, sedujo rápidamente a los jóvenes físicos europeos al frente de los cuales estuvo Werner Heisenberg. Para que el nuevo paradigma avance, se requiere de una buena dosis de juventud y coraje para propagar la nueva teoría, por ello casi siempre se reclutan los nuevos adeptos entre los más jóvenes, todavía no demasiado comprometidos con los saberes dominantes.

Tampoco es raro que en el desarrollo del nuevo paradigma, intervengan científicos quizás más maduros provenientes de la periferia de las comunidades científicas establecidas, embarcados en investigaciones marginales a las corrientes dominantes o simplemente que provengan de otros campos de conocimiento. Aunque esto no lo señala de manera explícita Kuhn, es bueno destacarlo, ya que se ha dado en la historia de la ciencia que las nuevas teorías provengan de campos ajenos al núcleo duro de la disciplina. Las investigaciones que revitalizaron la teoría ondulatoria de la luz a principios del siglo XIX, así como sobre la transferencia de calor y la conservación de la energía que sentaron las bases de la mecánica estadística a mediados del siglo XIX, provinieron de médicos y fisiólogos como: Thomas Young, Julius Von Mayer y Hermann Von Helmholtz preocupados por la visión humana y por la salud, o por físicos empujados al suicidio por rechazo a sus teorías como Ludwig Boltzmann en pleno siglo XX.  Los nuevos adeptos deben desplegar suficientes argumentos para reclutar nuevos adherentes entre las nuevas generaciones de científicos, ya que como se ha comentado antes, es muy difícil la conversión de los simpatizantes del paradigma establecido en defensores de la nueva causa.

No es raro, sobre todo con la extensión de los medios de comunicación, que en los debates entre paradigmas establecido versus el emergente, participen comunidades ajenas a las de las disciplinas científicas involucradas. Esto ocurrió incluso en el pasado con la difusión de la imprenta en el Renacimiento. Para esa época se observó el fenómeno de ampliación de la base de apoyo al heliocentrismo, debido al nuevo clima cultural europeo, tierra fértil para las nuevas ideas humanistas, donde el Dios medieval comenzó a ser relegado a sitiales cada vez más lejanos al quehacer humano. 

Se observa una situación similar en el apoyo entusiasta a la relatividad general y su ignorancia por parte de la absoluta mayoría de sus simpatizantes. También, recientemente, por el apoyo mediático a ciertas ideas que van de la mano con el mercadeo y publicidad de productos típicos del capitalismo moderno, tales como la teoría del Universo de estado estacionario (Kauffmann, 1977, pág. 124) del inglés Sir Fred Hoyle, divulgada ampliamente a través de la BBC de Londres; o las ideas de que las aves actuales son descendientes de los dinosaurios. En este último caso se ignora olímpicamente hechos tan incontrovertibles como que los fósiles de las aves son más antiguos que el de los dinosaurios, pero conviene presentarlo de esa manera porque le conviene al negocio del entretenimiento soportado en esas erróneas ideas.

Los ejemplos anteriores muestran que, además del grupo de entusiastas proponentes de la nueva teoría, se requiere de un entorno social favorable. En caso contrario, las nuevas ideas independientemente de su fuerza para atraer y convencer a nuevos iniciados, no contarán con el clima favorable para soportar la crítica y presión ejercida por quienes mayoritariamente sostienen la investigación rutinaria, de limpieza o la ciencia normal, basada en el paradigma vigente.

Finalmente, las dos teorías coexisten[vi] y se establece un enfrentamiento entre ambas, que es si se quiere, un diálogo de sordos. Aunque cada bando presenta sus argumentos, el otro siempre encontrará debilidades al contrario mientras que ve solo fortalezas en las suyas. Parte de la incomunicación se debe a que se constituyen en dos comunidades científicas distintas con distintos códigos, lenguajes y conceptos, por lo cual con frecuencia a veces no se ponen de acuerdo. En palabras de Kuhn, entre ellas son inconmensurables, es decir no se puede establecer una relación unívoca entre los conceptos de una y los de la otra. Es como si hablaran dos idiomas distintos donde además los objetos descritos en uno y otro idioma no son comunes, por lo cual la labor de traducción o interpretación se ve severamente entorpecida. Kuhn propone para estos casos retrotraerse para llegar a los puntos donde comenzó la divergencia y a partir de allí reconstruir en conjunto un lenguaje común.

Sobre el tema del lenguaje que maneja cada comunidad de científicos enfrentada[vii], Kuhn advierte que es falso afirmar que la nueva teoría engloba o comprende a la anterior, como un caso especial o particular, es decir que la vieja teoría se obtiene de la primera imponiendo determinadas restricciones a la nueva. Alerta en contra de pensar que la mecánica clásica newtoniana es obtenida como un caso especial de la relatividad especial para el caso de velocidades muy pequeñas en relación a la de la luz. Su objeción se basa en el hecho que no hay forma de reducir los conceptos de masa-energía de la relatividad especial a los de la mecánica newtoniana. Tampoco es posible deducir la existencia de un sistema preferencial inercial, el éter o las estrellas fijas, utilizado en ésta última teoría, con los conceptos relativistas sobre la idoneidad de cualquier sistema inercial para describir los fenómenos físicos (Resnick, 1977, pág. 32) sin preferencia sobre ninguno. Para Kuhn, la ruptura y el no-dialogo es radical entre ambas visiones y no meramente un asunto de acotar el marco de validez del paradigma precedente dentro del nuevo marco teórico emergente.

No está de más señalar que la influencia del entorno social es tímidamente expuesta por Kuhn. Le falta la contundencia de admitir que la investigación científica no es neutral y que ella responde a las exigencias del aparato productivo, objetivos que cada Estado y sociedad se plantea acerca del uso y fines de la investigación científica y su correlato tecnológico. En época del dominio del capitalismo financiero y globalizado, la decisión sobre qué se debe investigar resulta transnacionalizada. Llama por tanto la atención que Kuhn, siendo tan crítico de esa imagen simplista del desarrollo científico presentada en los libros de textos, sea tan poco precavido respecto a las evidentes conexiones entre las situaciones históricas y la evolución de la investigación científica y tecnológica. Para Kuhn, la historia simplemente ocurre, no pareciera haber relación en los hechos históricos y sociales con la investigación científica que se realiza. Con esta crítica no se espera sostener una visión mecánica de la investigación científica como amarrada a los designios de los poderes establecidos, sino destacar el hecho notorio que la actividad científica es fuertemente influenciada por las realidades sociales y políticas del mundo actual. Es oportuno por tanto, revisar la posición de Kuhn en este punto con más detalle.

Lo primero que se debe destacar es que la ciencia y sus procesos de revoluciones o cambios de paradigmas ocurren en Europa y América del Norte. Es por tanto una investigación que sucede no en cualquier parte, sino de donde se ejerce la hegemonía mundial. Salvo rarísimas excepciones todo el saber presentado es elaborado o “descubierto” por europeos en universidades o centros de investigación europeos y más precisamente de aquellas naciones como Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU, Holanda y Rusia, las cuales han ejercido o ejercen su poder sobre el resto de naciones y pueblos del mundo. Es tanta la identificación de Kuhn con estos hechos que no duda de afirmar que antes del desarrollo europeo luego del Renacimiento, simplemente no había ciencia y cuando se ve obligado a reconocer que si existía entonces rápidamente vuelve a los antiguos griegos y de allí no sale.

Esa visión tan exageradamente eurocéntrica, desconoce evidencias tan palmarias como el hecho que la matemática, geometría, agrimensura o geodesia y la astronomía actual, dependen fuertemente de los aportes científicos realizados por mayas, egipcios, hindúes, chinos, turcos y árabes, entre otros. Es de preguntarse dónde estaría el teorema de Pitágoras sino hubiese sido planteado originalmente por los egipcios, en particular por el escriba Ahmes en el año 1650 a.c. (Strathern, 1999, págs. 18-21).

Resulta chocante para un mexicano o guatemalteco, que desconozcan que el reloj calendario más perfecto que se construyó en la tierra hasta mediados del siglo XX, con la invención de los relojes atómicos, fue hecho por lo mayas con piedras y todavía funciona, o que las técnicas más avanzadas de producción agrícola fueron las desarrolladas por los pueblos de las meseta de Tiahuanaco del altiplano boliviano. O que la navegación transoceánica de los pueblos polinesios precedió en mil años a las de Colón, y la de los chinos fue de unos doscientos años antes, en un mar mucho más vasto y peligroso que el Atlántico.

Pero más allá de la crítica anterior al eurocentrismo, conviene concentrarse en los propios procesos de revoluciones científicas descritas por Kuhn, y ver cómo ellas están fuertemente influenciadas por las necesidades políticas, sociales y económicas de cada época. De hecho el reemplazo del paradigma tolemaico de los epiciclos por la visión heliocéntrica copernicana, se da justo en el medio de una lucha por la supremacía política entre protestantes y católicos y el creciente poder de la nueva clase burguesa en Europa. Aún cuando Lutero, el líder de la reforma, se manifestaba de acuerdo con la Iglesia Católica en su visión geocéntrica, ésta última era más afectada en su autoridad por el cuestionamiento a dicho modelo, que el descentralizado protestantismo. De hecho, no es raro que fueran protestantes como el danés Tycho Brahe y el alemán Johannes Kepler quienes darían fundamento empírico a la teoría Copernicana. La puntilla mortal al modelo geocéntrico la daría paradójicamente un sacerdote católico (muchos desconocen que fue ordenado) como Galileo Galilei. Pero esta sería su última manifestación de desacato a la Iglesia Católica. La historia siguiente es suficiente evidencia para mostrar porque ingleses, holandeses y alemanes protestantes como Newton, Halley, Huygens y Leibnitz, desarrollaron los fundamentos de la nueva mecánica, con escaso aportes de científicos de otras latitudes.

Este desplazamiento del sur hacia el Norte de Europa de la investigación científica en física, es consecuente con el hecho de la primacía creciente de los estados del norte europeo, como Inglaterra, Holanda y los principados alemanes sobre los imperios español y portugués. El desarrollo de la mecánica clásica y del cálculo infinitesimal en los países del norte de Europa es congruente con el desarrollo de estas naciones, en especial de Inglaterra, que consigue a partir del siglo XVII y XVIII ir imponiendo su hegemonía naval fundamentada en los avances científicos y tecnológicos promovidos por un entendimiento y aplicación de los resultados de la mecánica clásica aplicados a campos cada vez más diversos, pero en especial en materia militar (Kennedy, 2005, págs. 249-260). Este avance sería aun más acelerado con la revolución industrial inglesa del siglo XIX, impulsado igualmente por las investigaciones en termodinámica y sus repercusiones en el manejo de las máquinas de vapor.

Muy aleccionador sobre estos aspectos lo constituye el trabajo de Cipolla  (1999), para quien la sofisticación cada vez mayor en el desarrollo de los relojes y de los barcos de vela armados con cañones, resulta esencial para entender la supremacía de Inglaterra. La navegación depende esencialmente de conocer la longitud y latitud con gran precisión, pero para determinar la primera es esencial contar con buenos relojes que no se alteren al colocarlos en barcos en alta mar. El desarrollo de una teoría mecánica basada en los trabajos de Huygens y Newton permitió que Inglaterra adelantara al resto de las naciones en esta materia. Es paradójico que los reyes españoles intentaron hacer lo mismo y fue Galileo el único en aportar una forma de medir con exactitud el tiempo basado en el movimiento que observó de las lunas de Júpiter. Si España hubiese hecho caso de la idea, seguramente hubiera podido ganarle la competencia naval a Inglaterra. Pero ya se sabe lo que ocurrió con Galileo y el Imperio español.

Otro tanto puede decirse de la química orgánica, desarrollada fundamentalmente por Alemania a fines del siglo XIX y principios del XX. La razón fundamental estribó en la necesidad que tenía el cada vez más poderoso estado prusiano y luego alemán, por obtener sustitutos de materias primas de los cuales carecían debido a no poseer vastos imperios coloniales como otras naciones europeas. Fue la debilidad alemana para obtener materias primas lo que motivó fundamentalmente el desarrollo de su industria química orgánica a partir de los trabajos pioneros del químico alemán Friedrich Wöhler en 1828, con lo cual logró impulsar el resto de su industria y ponerse detrás de Inglaterra como potencia capitalista industrial.


A manera de conclusión
El concepto de paradigma de Kuhn motiva a preguntarse sobre si actualmente se está en una época de desarrollo normal de la ciencia o se asiste a un cambio revolucionario. El desarrollo de la complejidad y la teoría del caos, en la última mitad del siglo XX, así como la aceleración en las investigaciones en este campo en los últimos veinte años, parecieran apuntar que se está en un período de revoluciones paradigmáticas. Algunos de los supuestos de Kuhn analizados anteriormente, evidentemente se cumplen.

Se puede señalar que existían hechos que negaban la linealidad, desde los trabajos de Poincaré con los tres cuerpos y más atrás, ya que hasta el propio Newton reconocía la existencia de dificultades para sostener que los planetas recorrían infinitamente las mismas trayectorias. El principio de economía también operaba sobre los investigadores, quienes evitaban meterse en caminos extraños, que pudieran ser improductivos, al no disponer de las herramientas de cómputo para tratar problemas no lineales. Igualmente, se puede afirmar la existencia de nuevos conceptos sociales que favorecieron el surgimiento de los llamados sistemas complejos; el surgimiento de una nueva generación de científicos; la sensación de crisis en la comunidad científica y finalmente, que de la nueva perspectiva han surgido nuevas ideas, muchas veces fragmentarias, buenas para explicar unos pocos fenómenos, pero que se desconoce aún como se relaciona o integran en una única teoría.

Sin embargo, aunque los supuestos kuhnianos anteriores se cumplen con respecto a la complejidad, surgen dudas acerca de la lucha o contradicción con la teoría prevaleciente. Más allá de las declaraciones de algunos autores que parecen haber emprendido una especie de cruzada contra inexistentes defensores de la linealidad, la verdad es que la complejidad se ha venido imponiendo no solo de una manera pacífica, sino hasta entusiasta en las distintas comunidades científicas que vienen haciendo uso de ellas. Esto se explica fundamentalmente porque la computación no existía y por lo tanto tampoco comunidades científicas que pudieran ofrecer alguna resistencia debido a la existencia de algún paradigma vigente.

Las inmensas oportunidades que se abrieron con el desarrollo de la computación y su uso en las ciencias, así como su masificación, continúan actuando a favor de la extensión de la complejidad, hasta el punto que se observa un abuso y sobredimensionamiento de sus posibilidades al pretender darles una validez metafísica o extrapolarlas a otros campos del quehacer humano sin realizar las debidas contextualizaciones, en especial en las llamadas ciencias sociales. Quedaría por ver si será posible o no integrar el fraccionamiento de las perspectivas actuales o “escuelas de pensamientos”, según Kuhn, en un único paradigma complejo o habrá que esperar al surgimiento de un nuevo paradigma.

Otra conclusión que surge de los ejemplos analizados es que las revoluciones científicas además de originarse por un contexto social favorable, también pueden ser objeto de los intereses políticos, sociales y económicos de los estados, con lo cual estos pueden promover las condiciones para que se den las comentadas revoluciones científicas. En efecto, en el campo de la física de los últimos cien años es bastante difícil encontrar un progreso, sea gradual o radical que no responda a una lógica o a un interés político.

El desarrollo de la relatividad y la mecánica cuántica devinieron primero que nada en la construcción de las bombas atómicas y de hidrógeno, submarinos y portaviones nucleares, antes que en el uso pacífico en reactores de fisión o en el desarrollo de la microelectrónica y de la computación. Hoy día es inconcebible una comunidad de físicos de alta energía o astrofísicos sin el apoyo de una superpotencia o a través de la colaboración de diversos estados que puedan reunir recursos suficientes para poner en marcha enormes y costosos laboratorios de alta energía como los aceleradores de partículas de Stanford o el CERN europeo; o poner en órbita sofisticados aparatos de medición como los telescopios Hubble  y James Webb, la sonda espacial Rosetta, o la estación espacial internacional. La misma Internet se desarrolló originalmente como mecanismo de protección a las comunicaciones ante un eventual ataque nuclear antes de que se comenzara a usarla con fines científicos y ahora de uso general.

En otros campos donde también se han producido las revoluciones científicas al estilo de las descritas por Kuhn, ocurre lo mismo. El desarrollo de la genética basada en la decodificación del ADN es fomentada para patentar medicamentos o alimentos transgénicos que solo benefician a las grandes transnacionales farmacéuticas o agroalimentarias. En el campo de la psicología hay tal desarrollo en materia de test de inteligencia, criticados con gran profundidad por Gould (2004, pág. 157) por no ser más que el reflejo de la tenacidad de los prejuicios inconscientes y la sorprendente maleabilidad de los datos cuantitativos “objetivos” para ajustarse a una idea preconcebida. Pero son los test de inteligencia o de cualquier cosa que se le parezca, los que generan ganancias mientras que otras áreas de investigación tales como la psicología social son marginales en la literatura.

Un último comentario sobre las aseveraciones de Kuhn, es con respecto a las comunidades científicas. Su presentación de las mismas es igualmente ingenua ya que parece que estas comunidades existen solo para lograr cada día una mayor profundidad o sofisticación en la investigación científica. De modo que sus líneas de investigación son neutras, en el sentido que solo responden a los honestos intereses de los miembros de la comunidad. Partir de esto es desconocer lo que en verdad ocurre en el mundo de la ciencia.

En primer lugar las investigaciones como se ha señalado en los párrafos anteriores responden a determinados intereses, de los Estados o de las grandes transnacionales y a veces de manera compleja a ambos. Se financian y promueven aquellas investigaciones que resultan acordes a estos intereses mientras otras se desalientan o deprimen. El propio Werner Heisenberg (1979, págs. 7-8) reconocía el carácter histórico de los problemas de los cuales se ocupan los científicos y su influencia en los métodos y en la utilización de los conceptos como instrumentos de trabajo adoptados.

Las universidades y centros de investigación reciben financiamientos para que se haga la investigación que se desea y no cualquiera otra. Las llamadas revistas especializadas y que son un indicador de la producción científica, promueven igualmente la investigación que desean aquellos con suficiente poder como para colocar a determinados investigadores como parte de un jurado examinador o junta arbitral. La calidad de las universidades se mide por sus investigadores premiados con el Nobel u otro premio similar, pero esto solo legitima una forma de hacer investigación.

De modo que no es posible concebir a las comunidades científicas como independientes del contexto político, social y económico en el cual se encuentren ya que su actividad está fuertemente mediada por dicho contexto y con demasiada frecuencia es el que impone su agenda.

Esta ensayo no agota la crítica a la obra de Kuhn, en especial quedan por fuera la crítica a sus afirmaciones respecto al conocimiento, la realidad, lo verdadero o falso de una teoría científica y si hay o no un avance hacia una mayor comprensión de la naturaleza. Pero una discusión sobre los mismos merece otro espacio para tratar adecuadamente los cuestionados aportes epistemológicos de Kuhn a las ciencias.

Bernardo.ancidey@gmail.com

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[i] Véase Crombie (1974, págs. 76-79)  y también (1974, págs. 50-53)  para una descripción detallada de las causas.
[ii] Véase Ribnikov (1987, págs. 431-443).
[iii] Órbitas secundarias introducidas en el modelo tolemaico para explicar los avances y retrocesos de los planetas vistos desde la Tierra, véase Burk, (1973, págs. 50-51).
[iv] Hay una célebre anécdota respecto a que solo tres personas conocían la teoría de la relatividad general, y Eddington, colaborador de Einstein, decía que él solo conocía a una sola
[v] “Una innovación científica importante raramente se desarrolla gradualmente venciendo y convirtiendo a sus oponentes: raramente sucede que Saulo se convierta en Pablo. Lo que sucede es que los oponentes van muriendo y la nueva generación ya está, desde el principio, habituada a las nuevas ideas: otro ejemplo de que el futuro pertenece a la juventud” (Planck & Jhonston, 1936).

[vi] Para Kuhn si son más de dos modelos enfrentados en realidad no hay todavía una disciplina sino escuelas de pensamiento.
[vii] El concepto de comunidad es desarrollada por Kuhn en la reedición de manera mucho más extensa que en la obra original.

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