Bernardo Ancidey
Los paradigmas de Kuhn
En su célebre
obra La estructura de las revoluciones científicas (1971), publicada originalmente
en 1962 y luego reeditada en 1969, Kuhn presenta su visión particular sobre el
desarrollo de las ciencias naturales, básicamente en los campos de la física y
de la química. Esta obra en realidad son dos libros distintos, ya que en la
reedición Kuhn hizo tantas precisiones nuevas sobre la bases de las críticas
recibidas originalmente, que más que aclaratorias sus nuevas afirmaciones
constituyen otro libro. De allí que al tratar de analizar sus ideas es
necesario precisar para mayor claridad, si se trata de su primera versión o de
la segunda. En este ensayo se trabajará con la segunda versión.
A efectos del
presente escrito, el énfasis se hará justamente en el desarrollo de las teorías
y conceptos que conducen a la física actual, mencionando brevemente los
desarrollos en otras disciplinas científicas.
El concepto de Paradigma
Aunque desde la
última edición han transcurrido casi cuarenta años, Kuhn logró que su concepto
o conceptos sobre los Paradigmas, se haya convertido en parte casi esencial del
lenguaje moderno. Tal vez sin proponérselo el término “Paradigma de Kuhn” ha
devenido el mismo en paradigma, en su significado de modelo o ejemplo, de un concepto
que no debe faltar en toda conversación
relativamente culta sobre la ciencia, la filosofía, la política o la economía.
De allí el interés por revisar sus aportes para comprender cómo se genera y
consolida socialmente el llamado conocimiento científico.
Por Paradigma
se entenderá el concepto dual que Kuhn define en la reedición de su trabajo en
su posdata de 1969:
Por una parte,
significa toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que
comparten los miembros de una comunidad dada. Por otra parte, denota una
especie de elemento de tal constelación, las concretas soluciones de problemas
que, empleadas como modelos o ejemplos, pueden remplazar reglas explícitas como
base de la solución de los restantes problemas de la ciencia normal.
Aunque la tarea
de entender el planteamiento de Kuhn se ve oscurecido por el hecho mismo que el
autor le da a su concepto de paradigma una variedad de significados, esto no
disminuye la importancia de su aporte para ver de manera crítica el desarrollo
de las teorías científicas.
Kuhn previene
contra esa manera lineal y progresiva como suele presentarse la historia de la
ciencias en los libros de textos, es decir como un avance acumulativo o
progresivo de conocimientos, en el cual las viejas teorías se ven gradualmente
sustituidas o reemplazadas por las nuevas. Se asume que estas últimas dan
explicaciones a fenómenos que las anteriores no podían o lo hacían con dificultad. Además, en la imagen de los
libros de texto, se suele presentar a las nuevas teorías como más generales, de
forma que las anteriores quedan como casos especiales de las nuevas.
Gamow (1980, pág.
9)
sobre este particular señala que hay dos formas básicas de presentar el avance
de la investigación en física: el de los libros de textos encaminados a enseñar
al lector los hechos y teorías de la física, en donde se omite casi por
completo los aspectos históricos; y los históricos. Esto últimos son aquellos
consagrados a los datos biográficos y al análisis del carácter de los grandes
hombres de ciencia y no hacen más que enumerar sus descubrimientos. Por ello
Gamow escoge un camino intermedio exponiendo hechos, teorías y los hombres
detrás de ello. Sin embargo, su presentación no escapa de la crítica de Kuhn,
en el sentido de mostrar una casi linealidad en el progreso de la ciencia que
indefectiblemente conlleva a justificar o legitimar el estado presente de la
ciencia y las creencias de los científicos que tal evolución no podía ser de
otro modo.
Con agudeza,
Kuhn no solo señala este hecho sino que además afirma que esta visión de la
historia de la ciencia presentada sin contradicciones ni grandes conflictos,
responde a un rol legitimador. Afirma que se busca que el novel aspirante a
investigador, reconozca la validez de las teorías prevalecientes y comience desde
lo ya consensuado. Son requisitos previos para su ingreso a la comunidad de
científicos que defienden los paradigmas vigentes.
A diferencia de
la visión tradicional, Kuhn presenta una imagen del desarrollo de la ciencia en
el cual la figura del descubrimiento y su descubridor se hace borrosa. El
reemplazo de una teoría por otra es presentado como un asunto contradictorio,
de enfrentamiento entre los defensores de la teoría prevaleciente y los
apologistas de la nueva. Para Kuhn no es cierto aquella afirmación de que un
solo hecho o anomalía basta para negar totalmente una teoría. Idea que con
variantes, es defendida por autores como Bunge (1995, pág. 5), quien señala que
los científicos no sólo procuran acumular elementos de prueba de sus
suposiciones multiplicando el número de casos en que ellas se cumplen; también
tratan de obtener casos desfavorables a sus hipótesis, fundándose en el
principio lógico de que una sola conclusión que no concuerde con los hechos
tiene más peso que mil confirmaciones.
Con abundancia
de ejemplos, Kuhn muestra que durante la prevalencia de una determinada teoría
científica, ella puede convivir con fenómenos francamente contradictorios o
para los cuales no se tiene ninguna explicación. No obstante estos obstáculos,
dichas teorías pudieron permanecer, incluso siglos, siendo reconocidas como
paradigmas incontrovertibles. La actitud prevaleciente entre los científicos
ante hechos o evidencias contradictorias, fue la de esperar a que dentro de la
teoría se diera tarde o temprano, una explicación o simplemente desaparecer el
problema y que no se hable más del mismo. Esta última actitud aunque suene
extraordinaria viniendo de científicos, se ha dado con mucha frecuencia a lo
largo de la historia. En realidad, constituye una buena práctica, porque muchas
veces es conveniente dejar para más adelante la solución o explicación de
problemas que son percibidos, como muy complejos y para los cuales en un
momento determinado, no se cuentan con las herramientas teóricas, conceptuales
e inclusive tecnológicas, para afrontarlos.
Buenos ejemplos
de estas prácticas la constituye el abandono de la mecánica clásica de una
explicación para la gravedad a través de la famosa frase de Newton “Hypotheses
non fingo” citada por Jammer (1993, pág. 98). Empero, esta
explicación sí era analizada por la física aristotélica[i] y luego sería
retomada por Einstein en su teoría de la relatividad general, para lo cual se
basó en trabajos previos sobre geometría no euclídea y su relación con la
experiencia realizados por Gauss, Nicolay Lobatchevski y F. Minding, E.
Belltrami, F. Klein[ii], Janos Bolyai
y Riemann (1979, págs. 30-33).
Otra razón que
da Kuhn para entender el desconocimiento de hechos o fenómenos no explicados
por la teoría prevaleciente, se debe a una situación de economía. Así, al balancear
las ventajas y desventajas de una teoría, el científico ve que ir por los
caminos acordados dentro de su comunidad le resulta más fructífero que
preocuparse por uno o dos hechos extraños. El investigador procederá de esa
manera mientras la teoría prevaleciente le aporte explicaciones satisfactorias
para su trabajo profesional rutinario. Por lo tanto, una teoría jamás se
desecha por otra debido a que ocurran fenómenos inexplicables. Se requiere que
estos últimos se den dentro de cierto contexto social como para que se perciba
que se está ante una verdadera crisis.
Incluso es
posible que falten los fenómenos inexplicables para que una teoría se reemplace
por otra. A veces basta con solamente un cambio en el contexto social para que surja
un nuevo paradigma, aun cuando el recién llegado no tenga solidez científica. El
progresivo abandono de los científicos de la teoría tolemaica de los epiciclos[iii], para
describir el movimiento de los astros alrededor de la tierra, podía seguir
explicando bien los efectos observados en el cielo sin necesidad de abandonar
dicha teoría por un movimiento alrededor del sol. La nueva tesis Copernicana
respondía más a un cambio cultural, donde el humanismo recobraba su rol frente
a la cultura medieval, que a un verdadero descubrimiento científico.
Kuhn reporta
que fueron cuestiones accesorias, como el prestigio ganado por la mejor
confección de las Tablas Rudolfinas astronómicas de Tycho Brahe y su discípulo Johannes
Kepler, las que promovieron las nuevas ideas heliocéntricas. No sería sino
hasta el perfeccionamiento del telescopio por Galileo, que se tendría alguna
evidencia empírica que soportara el nuevo modelo al descubrir en 1610 los tres
satélites de Júpiter y luego un cuarto (Crema, 1965, pág. 56).
Una situación
similar se presenta con la relatividad general de Albert Einstein. Aparte del
inexplicable perihelio de Mercurio (Eddington, 1979, págs. 371-380) desde el punto de
vista de la mecánica clásica newtoniana (fenómeno desconocido por el propio
Einstein), no había a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, ninguna evidencia
o hecho que pudiese generar una crisis y por tanto el surgimiento de un nuevo
paradigma científico para explicar el movimiento gravitatorio. Cuando Einstein
publica su trabajo al parecer nadie se percató de la existencia de alguna crisis
o necesidad de revisar la mecánica celeste newtoniana. Y de hecho, hasta la
fecha las diferencias observadas empíricamente entre ambas teorías son
prácticamente insignificantes (ob. cit., p. 371).
Las pruebas de
la validez de la relatividad general hasta ahora son de un elevado grado de
sofisticación (ob. cit. P. 378 y (Reitze, 2016)) y se hacen solo
para probar la teoría, pero tienen poco impacto más allá de este campo. Ahora
bien, su aceptación se ha visto facilitada por el elevado prestigio de su
proponente, su elegante manejo matemático, la simplicidad de sus principios (Torreti, 1994, pág. 67) de relatividad,
equivalencia y el principio de Mach (aunque es de una gran complejidad matemática[iv]). Además se
le suma el hecho que reúne física gravitatoria y geometría en una visión
unitaria donde la geometría del universo es determinada por la distribución de
materia (Reichenbach, 1957, pág. 255). La teoría obliga al ser humano a preguntarse
por su pasado, su presente y su futuro, ya que conlleva a pensar en el origen y
destino del universo considerado como un todo (Einstein, 1960, págs. 152-153).
Más adelante
Kuhn afirma, aunque de manera menos contundente a como lo hizo Max Planck[v], que la
prevalencia de una teoría sobre otras no se da en el campo del experimento sino
en el de las generaciones humanas. Poco a poco los que defienden la vieja
posición van muriendo y solo van quedando los defensores de la nueva. Einstein
jamás aceptó los fundamentos estocásticos de la mecánica cuántica y siempre la
consideró una teoría incompleta o de transición y por ello siguió buscando
infructuosamente la quimera de la teoría del campo unificado, tal como lo relata
Born (1962, págs. 370-371) y Heisenberg (1979, pág. 37). Ahora bien, para
que este proceso se manifieste deben darse un conjunto de circunstancias, si se
quiere revolucionarias:
·
Un contexto social adecuado donde haya tierra fértil para las nuevas
ideas,
·
Mentes jóvenes no comprometidos o domesticadas por el paradigma
vigente.
·
Que se sienta un clima de verdadera crisis. Esta última puede ser
originada, muchas veces por evidencias que la contradigan y que se perciban
como suficientes para dudar de la teoría hasta ese momento prevaleciente.
·
Existir o al menos mostrarse, los indicios del nuevo paradigma. Esto
puede ocurrir de diversas formas, en una de ellas es posible que la nueva
teoría científica no sea tan nueva, es decir puede que se haya planteada con
anterioridad, como ocurrió en el caso del heliocentrismo copernicano, del cual
transcurrieron casi cien años antes que se hiciese popular entre científicos
como Kepler y Galileo.
·
También puede ocurrir que con la crisis surjan nuevas ideas, muchas
veces fragmentarias, buenas para explicar unos pocos fenómenos, pero que se
desconoce aún como se relaciona o integra con el resto de los fenómenos
explicados por la teoría o paradigma prevaleciente.
Una buena muestra
la constituye la mecánica cuántica, cuyos rudimentos teóricos se encuentran en los
trabajos a inicios del siglo XX de:
·
Planck sobre la radiación cuantizada del cuerpo negro;
·
Einstein sobre el efecto fotoeléctrico;
·
De Broglie en ondas de materia y
·
Finalmente en el modelo del átomo de hidrogeno de Bohr.
Esta nueva área
de investigación, sedujo rápidamente a los jóvenes físicos europeos al frente
de los cuales estuvo Werner Heisenberg. Para que el nuevo paradigma avance, se
requiere de una buena dosis de juventud y coraje para propagar la nueva teoría,
por ello casi siempre se reclutan los nuevos adeptos entre los más jóvenes, todavía
no demasiado comprometidos con los saberes dominantes.
Tampoco es raro
que en el desarrollo del nuevo paradigma, intervengan científicos quizás más
maduros provenientes de la periferia de las comunidades científicas
establecidas, embarcados en investigaciones marginales a las corrientes
dominantes o simplemente que provengan de otros campos de conocimiento. Aunque esto
no lo señala de manera explícita Kuhn, es bueno destacarlo, ya que se ha dado
en la historia de la ciencia que las nuevas teorías provengan de campos ajenos
al núcleo duro de la disciplina. Las investigaciones que revitalizaron la
teoría ondulatoria de la luz a principios del siglo XIX, así como sobre la
transferencia de calor y la conservación de la energía que sentaron las bases
de la mecánica estadística a mediados del siglo XIX, provinieron de médicos y
fisiólogos como: Thomas Young, Julius Von Mayer y Hermann Von Helmholtz
preocupados por la visión humana y por la salud, o por físicos empujados al
suicidio por rechazo a sus teorías como Ludwig Boltzmann en pleno siglo XX. Los nuevos adeptos deben desplegar suficientes
argumentos para reclutar nuevos adherentes entre las nuevas generaciones de
científicos, ya que como se ha comentado antes, es muy difícil la conversión de
los simpatizantes del paradigma establecido en defensores de la nueva causa.
No es raro,
sobre todo con la extensión de los medios de comunicación, que en los debates
entre paradigmas establecido versus el emergente, participen comunidades ajenas
a las de las disciplinas científicas involucradas. Esto ocurrió incluso en el
pasado con la difusión de la imprenta en el Renacimiento. Para esa época se observó
el fenómeno de ampliación de la base de apoyo al heliocentrismo, debido al
nuevo clima cultural europeo, tierra fértil para las nuevas ideas humanistas,
donde el Dios medieval comenzó a ser relegado a sitiales cada vez más lejanos
al quehacer humano.
Se observa una
situación similar en el apoyo entusiasta a la relatividad general y su
ignorancia por parte de la absoluta mayoría de sus simpatizantes. También,
recientemente, por el apoyo mediático a ciertas ideas que van de la mano con el
mercadeo y publicidad de productos típicos del capitalismo moderno, tales como
la teoría del Universo de estado estacionario (Kauffmann, 1977, pág. 124) del inglés Sir Fred
Hoyle, divulgada ampliamente a través de la BBC de Londres; o las ideas de que
las aves actuales son descendientes de los dinosaurios. En este último caso se
ignora olímpicamente hechos tan incontrovertibles como que los fósiles de las
aves son más antiguos que el de los dinosaurios, pero conviene presentarlo de
esa manera porque le conviene al negocio del entretenimiento soportado en esas
erróneas ideas.
Los ejemplos
anteriores muestran que, además del grupo de entusiastas proponentes de la
nueva teoría, se requiere de un entorno social favorable. En caso contrario,
las nuevas ideas independientemente de su fuerza para atraer y convencer a
nuevos iniciados, no contarán con el clima favorable para soportar la crítica y
presión ejercida por quienes mayoritariamente sostienen la investigación
rutinaria, de limpieza o la ciencia normal, basada en el paradigma vigente.
Finalmente, las
dos teorías coexisten[vi] y se
establece un enfrentamiento entre ambas, que es si se quiere, un diálogo de
sordos. Aunque cada bando presenta sus argumentos, el otro siempre encontrará
debilidades al contrario mientras que ve solo fortalezas en las suyas. Parte de
la incomunicación se debe a que se constituyen en dos comunidades científicas
distintas con distintos códigos, lenguajes y conceptos, por lo cual con
frecuencia a veces no se ponen de acuerdo. En palabras de Kuhn, entre ellas son
inconmensurables, es decir no se puede establecer una relación unívoca entre
los conceptos de una y los de la otra. Es como si hablaran dos idiomas
distintos donde además los objetos descritos en uno y otro idioma no son
comunes, por lo cual la labor de traducción o interpretación se ve severamente
entorpecida. Kuhn propone para estos casos retrotraerse para llegar a los
puntos donde comenzó la divergencia y a partir de allí reconstruir en conjunto
un lenguaje común.
Sobre el tema
del lenguaje que maneja cada comunidad de científicos enfrentada[vii], Kuhn
advierte que es falso afirmar que la nueva teoría engloba o comprende a la
anterior, como un caso especial o particular, es decir que la vieja teoría se
obtiene de la primera imponiendo determinadas restricciones a la nueva. Alerta
en contra de pensar que la mecánica clásica newtoniana es obtenida como un caso
especial de la relatividad especial para el caso de velocidades muy pequeñas en
relación a la de la luz. Su objeción se basa en el hecho que no hay forma de
reducir los conceptos de masa-energía de la relatividad especial a los de la
mecánica newtoniana. Tampoco es posible deducir la existencia de un sistema
preferencial inercial, el éter o las estrellas fijas, utilizado en ésta última
teoría, con los conceptos relativistas sobre la idoneidad de cualquier sistema
inercial para describir los fenómenos físicos (Resnick, 1977, pág. 32) sin preferencia
sobre ninguno. Para Kuhn, la ruptura y el no-dialogo es radical entre ambas
visiones y no meramente un asunto de acotar el marco de validez del paradigma
precedente dentro del nuevo marco teórico emergente.
Más sobre el contexto social
No está de más señalar que la influencia del entorno social es
tímidamente expuesta por Kuhn. Le falta la contundencia de admitir que la
investigación científica no es neutral y que ella responde a las exigencias del
aparato productivo, objetivos que cada Estado y sociedad se plantea acerca del
uso y fines de la investigación científica y su correlato tecnológico. En época
del dominio del capitalismo financiero y globalizado, la decisión sobre qué se
debe investigar resulta transnacionalizada. Llama por tanto la atención que
Kuhn, siendo tan crítico de esa imagen simplista del desarrollo científico
presentada en los libros de textos, sea tan poco precavido respecto a las
evidentes conexiones entre las situaciones históricas y la evolución de la
investigación científica y tecnológica. Para Kuhn, la historia simplemente
ocurre, no pareciera haber relación en los hechos históricos y sociales con la
investigación científica que se realiza. Con esta crítica no se espera sostener
una visión mecánica de la investigación científica como amarrada a los
designios de los poderes establecidos, sino destacar el hecho notorio que la
actividad científica es fuertemente influenciada por las realidades sociales y
políticas del mundo actual. Es oportuno por tanto, revisar la posición de Kuhn
en este punto con más detalle.
Lo primero que
se debe destacar es que la ciencia y sus procesos de revoluciones o cambios de
paradigmas ocurren en Europa y América del Norte. Es por tanto una
investigación que sucede no en cualquier parte, sino de donde se ejerce la
hegemonía mundial. Salvo rarísimas excepciones todo el saber presentado es
elaborado o “descubierto” por europeos en universidades o centros de
investigación europeos y más precisamente de aquellas naciones como Inglaterra,
Francia, Alemania, EEUU, Holanda y Rusia, las cuales han ejercido o ejercen su
poder sobre el resto de naciones y pueblos del mundo. Es tanta la
identificación de Kuhn con estos hechos que no duda de afirmar que antes del
desarrollo europeo luego del Renacimiento, simplemente no había ciencia y
cuando se ve obligado a reconocer que si existía entonces rápidamente vuelve a
los antiguos griegos y de allí no sale.
Esa visión tan
exageradamente eurocéntrica, desconoce evidencias tan palmarias como el hecho
que la matemática, geometría, agrimensura o geodesia y la astronomía actual,
dependen fuertemente de los aportes científicos realizados por mayas, egipcios,
hindúes, chinos, turcos y árabes, entre otros. Es de preguntarse dónde estaría
el teorema de Pitágoras sino hubiese sido planteado originalmente por los
egipcios, en particular por el escriba Ahmes en el año 1650 a.c. (Strathern, 1999, págs. 18-21).
Resulta
chocante para un mexicano o guatemalteco, que desconozcan que el reloj
calendario más perfecto que se construyó en la tierra hasta mediados del siglo
XX, con la invención de los relojes atómicos, fue hecho por lo mayas con
piedras y todavía funciona, o que las técnicas más avanzadas de producción
agrícola fueron las desarrolladas por los pueblos de las meseta de Tiahuanaco
del altiplano boliviano. O que la navegación transoceánica de los pueblos
polinesios precedió en mil años a las de Colón, y la de los chinos fue de unos
doscientos años antes, en un mar mucho más vasto y peligroso que el Atlántico.
Pero más allá
de la crítica anterior al eurocentrismo, conviene concentrarse en los propios
procesos de revoluciones científicas descritas por Kuhn, y ver cómo ellas están
fuertemente influenciadas por las necesidades políticas, sociales y económicas
de cada época. De hecho el reemplazo del paradigma tolemaico de los epiciclos
por la visión heliocéntrica copernicana, se da justo en el medio de una lucha
por la supremacía política entre protestantes y católicos y el creciente poder
de la nueva clase burguesa en Europa. Aún cuando Lutero, el líder de la reforma,
se manifestaba de acuerdo con la Iglesia Católica en su visión geocéntrica,
ésta última era más afectada en su autoridad por el cuestionamiento a dicho
modelo, que el descentralizado protestantismo. De hecho, no es raro que fueran
protestantes como el danés Tycho Brahe y el alemán Johannes Kepler quienes
darían fundamento empírico a la teoría Copernicana. La puntilla mortal al
modelo geocéntrico la daría paradójicamente un sacerdote católico (muchos
desconocen que fue ordenado) como Galileo Galilei. Pero esta sería su última
manifestación de desacato a la Iglesia Católica. La historia siguiente es
suficiente evidencia para mostrar porque ingleses, holandeses y alemanes
protestantes como Newton, Halley, Huygens y Leibnitz, desarrollaron los
fundamentos de la nueva mecánica, con escaso aportes de científicos de otras
latitudes.
Este
desplazamiento del sur hacia el Norte de Europa de la investigación científica
en física, es consecuente con el hecho de la primacía creciente de los estados
del norte europeo, como Inglaterra, Holanda y los principados alemanes sobre
los imperios español y portugués. El desarrollo de la mecánica clásica y del
cálculo infinitesimal en los países del norte de Europa es congruente con el
desarrollo de estas naciones, en especial de Inglaterra, que consigue a partir
del siglo XVII y XVIII ir imponiendo su hegemonía naval fundamentada en los
avances científicos y tecnológicos promovidos por un entendimiento y aplicación
de los resultados de la mecánica clásica aplicados a campos cada vez más
diversos, pero en especial en materia militar (Kennedy, 2005, págs. 249-260). Este avance sería
aun más acelerado con la revolución industrial inglesa del siglo XIX, impulsado
igualmente por las investigaciones en termodinámica y sus repercusiones en el
manejo de las máquinas de vapor.
Muy
aleccionador sobre estos aspectos lo constituye el trabajo de Cipolla (1999), para quien la
sofisticación cada vez mayor en el desarrollo de los relojes y de los barcos de
vela armados con cañones, resulta esencial para entender la supremacía de
Inglaterra. La navegación depende esencialmente de conocer la longitud y
latitud con gran precisión, pero para determinar la primera es esencial contar
con buenos relojes que no se alteren al colocarlos en barcos en alta mar. El
desarrollo de una teoría mecánica basada en los trabajos de Huygens y Newton
permitió que Inglaterra adelantara al resto de las naciones en esta materia. Es
paradójico que los reyes españoles intentaron hacer lo mismo y fue Galileo el
único en aportar una forma de medir con exactitud el tiempo basado en el movimiento
que observó de las lunas de Júpiter. Si España hubiese hecho caso de la idea,
seguramente hubiera podido ganarle la competencia naval a Inglaterra. Pero ya se
sabe lo que ocurrió con Galileo y el Imperio español.
Otro tanto
puede decirse de la química orgánica, desarrollada fundamentalmente por
Alemania a fines del siglo XIX y principios del XX. La razón fundamental
estribó en la necesidad que tenía el cada vez más poderoso estado prusiano y
luego alemán, por obtener sustitutos de materias primas de los cuales carecían
debido a no poseer vastos imperios coloniales como otras naciones europeas. Fue
la debilidad alemana para obtener materias primas lo que motivó
fundamentalmente el desarrollo de su industria química orgánica a partir de los
trabajos pioneros del químico alemán Friedrich Wöhler en 1828, con lo cual
logró impulsar el resto de su industria y ponerse detrás de Inglaterra como
potencia capitalista industrial.
A manera de conclusión
El concepto de
paradigma de Kuhn motiva a preguntarse sobre si actualmente se está en una
época de desarrollo normal de la ciencia o se asiste a un cambio
revolucionario. El desarrollo de la complejidad y la teoría del caos, en la
última mitad del siglo XX, así como la aceleración en las investigaciones en
este campo en los últimos veinte años, parecieran apuntar que se está en un
período de revoluciones paradigmáticas. Algunos de los supuestos de Kuhn
analizados anteriormente, evidentemente se cumplen.
Se puede
señalar que existían hechos que negaban la linealidad, desde los trabajos de
Poincaré con los tres cuerpos y más atrás, ya que hasta el propio Newton
reconocía la existencia de dificultades para sostener que los planetas
recorrían infinitamente las mismas trayectorias. El principio de economía
también operaba sobre los investigadores, quienes evitaban meterse en caminos
extraños, que pudieran ser improductivos, al no disponer de las herramientas de
cómputo para tratar problemas no lineales. Igualmente, se puede afirmar la
existencia de nuevos conceptos sociales que favorecieron el surgimiento de los
llamados sistemas complejos; el surgimiento de una nueva generación de
científicos; la sensación de crisis en la comunidad científica y finalmente,
que de la nueva perspectiva han surgido nuevas ideas, muchas veces
fragmentarias, buenas para explicar unos pocos fenómenos, pero que se desconoce
aún como se relaciona o integran en una única teoría.
Sin embargo,
aunque los supuestos kuhnianos anteriores se cumplen con respecto a la
complejidad, surgen dudas acerca de la lucha o contradicción con la teoría
prevaleciente. Más allá de las declaraciones de algunos autores que parecen
haber emprendido una especie de cruzada contra inexistentes defensores de la linealidad,
la verdad es que la complejidad se ha venido imponiendo no solo de una manera
pacífica, sino hasta entusiasta en las distintas comunidades científicas que
vienen haciendo uso de ellas. Esto se explica fundamentalmente porque la
computación no existía y por lo tanto tampoco comunidades científicas que
pudieran ofrecer alguna resistencia debido a la existencia de algún paradigma
vigente.
Las inmensas
oportunidades que se abrieron con el desarrollo de la computación y su uso en
las ciencias, así como su masificación, continúan actuando a favor de la
extensión de la complejidad, hasta el punto que se observa un abuso y
sobredimensionamiento de sus posibilidades al pretender darles una validez
metafísica o extrapolarlas a otros campos del quehacer humano sin realizar las
debidas contextualizaciones, en especial en las llamadas ciencias sociales.
Quedaría por ver si será posible o no integrar el fraccionamiento de las
perspectivas actuales o “escuelas de pensamientos”, según Kuhn, en un único
paradigma complejo o habrá que esperar al surgimiento de un nuevo paradigma.
Otra conclusión
que surge de los ejemplos analizados es que las revoluciones científicas además
de originarse por un contexto social favorable, también pueden ser objeto de
los intereses políticos, sociales y económicos de los estados, con lo cual
estos pueden promover las condiciones para que se den las comentadas
revoluciones científicas. En efecto, en el campo de la física de los últimos
cien años es bastante difícil encontrar un progreso, sea gradual o radical que
no responda a una lógica o a un interés político.
El desarrollo
de la relatividad y la mecánica cuántica devinieron primero que nada en la
construcción de las bombas atómicas y de hidrógeno, submarinos y portaviones
nucleares, antes que en el uso pacífico en reactores de fisión o en el
desarrollo de la microelectrónica y de la computación. Hoy día es inconcebible
una comunidad de físicos de alta energía o astrofísicos sin el apoyo de una
superpotencia o a través de la colaboración de diversos estados que puedan
reunir recursos suficientes para poner en marcha enormes y costosos
laboratorios de alta energía como los aceleradores de partículas de Stanford o
el CERN europeo; o poner en órbita sofisticados aparatos de medición como los
telescopios Hubble y James Webb, la
sonda espacial Rosetta, o la estación espacial internacional. La misma Internet
se desarrolló originalmente como mecanismo de protección a las comunicaciones
ante un eventual ataque nuclear antes de que se comenzara a usarla con fines
científicos y ahora de uso general.
En otros campos
donde también se han producido las revoluciones científicas al estilo de las
descritas por Kuhn, ocurre lo mismo. El desarrollo de la genética basada en la
decodificación del ADN es fomentada para patentar medicamentos o alimentos
transgénicos que solo benefician a las grandes transnacionales farmacéuticas o
agroalimentarias. En el campo de la psicología hay tal desarrollo en materia de
test de inteligencia, criticados con gran profundidad por Gould (2004, pág. 157) por no ser más que
el reflejo de la tenacidad de los prejuicios inconscientes y la sorprendente
maleabilidad de los datos cuantitativos “objetivos” para ajustarse a una idea
preconcebida. Pero son los test de inteligencia o de cualquier cosa que se le
parezca, los que generan ganancias mientras que otras áreas de investigación
tales como la psicología social son marginales en la literatura.
Un último
comentario sobre las aseveraciones de Kuhn, es con respecto a las comunidades
científicas. Su presentación de las mismas es igualmente ingenua ya que parece
que estas comunidades existen solo para lograr cada día una mayor profundidad o
sofisticación en la investigación científica. De modo que sus líneas de
investigación son neutras, en el sentido que solo responden a los honestos
intereses de los miembros de la comunidad. Partir de esto es desconocer lo que
en verdad ocurre en el mundo de la ciencia.
En primer lugar
las investigaciones como se ha señalado en los párrafos anteriores responden a
determinados intereses, de los Estados o de las grandes transnacionales y a
veces de manera compleja a ambos. Se financian y promueven aquellas
investigaciones que resultan acordes a estos intereses mientras otras se
desalientan o deprimen. El propio Werner Heisenberg (1979, págs. 7-8) reconocía el
carácter histórico de los problemas de los cuales se ocupan los científicos y
su influencia en los métodos y en la utilización de los conceptos como
instrumentos de trabajo adoptados.
Las
universidades y centros de investigación reciben financiamientos para que se
haga la investigación que se desea y no cualquiera otra. Las llamadas revistas
especializadas y que son un indicador de la producción científica, promueven
igualmente la investigación que desean aquellos con suficiente poder como para
colocar a determinados investigadores como parte de un jurado examinador o
junta arbitral. La calidad de las universidades se mide por sus investigadores
premiados con el Nobel u otro premio similar, pero esto solo legitima una forma
de hacer investigación.
De modo que no
es posible concebir a las comunidades científicas como independientes del
contexto político, social y económico en el cual se encuentren ya que su
actividad está fuertemente mediada por dicho contexto y con demasiada
frecuencia es el que impone su agenda.
Esta ensayo no
agota la crítica a la obra de Kuhn, en especial quedan por fuera la crítica a
sus afirmaciones respecto al conocimiento, la realidad, lo verdadero o falso de
una teoría científica y si hay o no un avance hacia una mayor comprensión de la
naturaleza. Pero una discusión sobre los mismos merece otro espacio para tratar
adecuadamente los cuestionados aportes epistemológicos de Kuhn a las ciencias.
Bernardo.ancidey@gmail.com
Bibliografía
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[i] Véase
Crombie (1974, págs. 76-79) y también (1974, págs. 50-53) para una descripción detallada de las causas.
[iii] Órbitas
secundarias introducidas en el modelo tolemaico para explicar los avances y
retrocesos de los planetas vistos desde la Tierra, véase Burk, (1973, págs. 50-51).
[iv] Hay una
célebre anécdota respecto a que solo tres personas conocían la teoría de la
relatividad general, y Eddington, colaborador de Einstein, decía que él solo
conocía a una sola
[v] “Una innovación científica
importante raramente se desarrolla gradualmente venciendo y convirtiendo a sus
oponentes: raramente sucede que Saulo se convierta en Pablo. Lo que sucede es
que los oponentes van muriendo y la nueva generación ya está, desde el
principio, habituada a las nuevas ideas: otro ejemplo de que el futuro
pertenece a la juventud” (Planck & Jhonston, 1936).
[vi] Para Kuhn si son
más de dos modelos enfrentados en realidad no hay todavía una disciplina sino
escuelas de pensamiento.
[vii] El concepto de
comunidad es desarrollada por Kuhn en la reedición de manera mucho más extensa
que en la obra original.
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