Bernardo Ancidey
El 16 de
diciembre del 2014 el Consejo Nacional de Universidades (CNU) cerró finalmente
el catafalco de ese cadáver insepulto que fueron las pruebas de ingreso a las
universidades públicas venezolanas. Sin embargo, poco o ningún esfuerzo
comunicacional se realizó para exponer las razones de esta importantísima
medida. Aparte del ritornello y la
puesta en escena de algún que otro acto mediático para indicar que dichas
pruebas generaban exclusión, nada más se ha dicho. De allí la importancia de
poner en blanco y negro los fundamentos que justifican la acción más allá de la
consigna fácil.
La necesidad de
ofrecer explicaciones después de haber tomado la medida se presenta porque sin
razones de peso, un simple cambio en la gestión gubernamental puede hacerlas
retornar en cualquier momento, sobre todo ahora que se acaba designar una
comisión de ingreso por parte del Consejo Nacional de Universidades. Hay que
recordar que durante ocho (8) largos años, desde 1999 hasta el año 2007, la
Prueba de Aptitud Académica (PAA) de la Oficina de Planificación del Sector
Universitario (OPSU) del CNU, tuvo defensores en los dos Gobiernos del
Comandante Chávez. Y si se indaga un poco más, salvo la iniciativa de un grupo
de estudiantes de Educación Media ante la Asamblea Nacional hace más de diez
años y la decisión del Comandante Chávez, hay muy poca documentación oficial
que exponga en profundidad las razones para la eliminación de las pruebas. Incluso
desde el punto de vista académico, en Venezuela no abundan las investigaciones
sobre las pruebas de admisión y sus efectos.
Lo que sí
prolifera son creencias, suposiciones y manipulaciones. Los apologistas de las
pruebas, han alegado siempre que las pruebas son justas porque les dan
oportunidad a todos de competir por un cupo en las universidades, con tan solo
mostrar sus aptitudes. Además, que la propia Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (CRBV) contempla en su artículo 103 que “Toda persona tiene derecho a una
educación integral, de calidad, permanente,
en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las
derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones” (subrayado del
autor). También alegan que las pruebas permiten mejorar a las instituciones
porque seleccionan de manera “científica” a los estudiantes de calidad. Otros
argumentos menos sublimes, señalan que las deficiencias académicas que
arrastran los egresados de la educación media obligan a establecer filtros que
solo pasen aquellos que demuestren tener las competencias mínimas para estudios
superiores. En esta misma línea, suelen alegar que la universidad no es para
todo el mundo.
Los datos
Aunque en otros trabajos
(1; 2) se han dado
respuestas a las falacias detrás de estos razonamientos, que esconden siempre
una mentalidad amiga de la exclusión y del pensamiento de élites, el interés en
este artículo está en demostrar la inexistencia de las supuestas ventajas que
tiene la prueba como predictor del llamado “éxito académico”. En otras palabras,
que es falsa la afirmación que salir bien en las pruebas internas de las
universidades públicas venezolanas, es garantía de un buen rendimiento como
estudiante universitario.
La verdad, de
acuerdo a investigaciones en varios países (3; 4; 5), es que las pruebas de
ingreso llamadas a veces de admisión o
selectividad, presentan una correlación baja con el posterior rendimiento
estudiantil universitario. Pero incluso una correlación, aunque fuese baja, parece
desconocida en las experiencias nacionales. Durante años las universidades
públicas venezolanas aplicaron pruebas de ingreso sin que se observaran mejoras
en el rendimiento de los estudiantes universitarios o en la calidad de las
instituciones.
Para mostrar la
ineficacia de las pruebas venezolanas, basta analizar las series estadísticas
de deserción, duración de los estudios y tasas brutas de graduación de las
universidades desde que comenzó su
aplicación:
·
La deserción, para una
institución señera en la aplicación de pruebas de admisión como la Universidad Central
de Venezuela (UCV), ha alcanzando hasta el 81,4% en Ciencias Básicas y 74,9% en Humanidades según mostraba un estudio
sobre deserción y repitencia realizado por la misma institución en 2007 (6), manteniéndose entre
un 40-60% como promedio (7).
En 2010, el para entonces Director del Programa Práctica de Orientación
Vocacional de la UCV, Víctor Martínez, afirmaba que el 65% de los estudiantes
que ingresan a la UCV cambian de carrera durante el primer o segundo año.
·
En cuanto a la duración de los
estudios, en el año 2013 se graduaron solo 152 estudiantes de los 4.202 que
ingresaron en 2008 (7).
·
Las tasas brutas de graduación,
se mantienen en un decepcionante 10% (8; 9) en carreras largas.
·
Las cifras globales de las
otras universidades comparten el panorama. Lílido Ramírez (10)
alarmado por el bajo rendimiento de las universidades públicas venezolanas
entre los años 1990 al 2006, durante la hegemonía de las pruebas de ingreso, urgía
por la elevación de las tasas brutas de graduación. De manera que las mejoras prometidas
brillaron por su ausencia luego de aplicar las pruebas que, según lo declaran algunas
autoridades universitarias (6), fueron ajustadas constantemente.
Finalmente, en
cuanto a la mejora en la calidad de las instituciones, ninguna universidad
venezolana aparece en los rankings de las mejores universidades del mundo que
tanto idolatran algunos eurocéntricos criollos. Tampoco en los de las
latinoamericanas. En cambio, la Universidad de Buenos Aires (UBA), en donde el
ingreso es libre, todavía sigue siendo considerada la mejor de América Latina y
la ubican en el 85° puesto del ranking mundial elaborado por Quacquarelli
Symonds (11),
centro de estudios sobre la educación superior. Es decir, que aún según sus
adorados criterios de medición, la calidad institucional parece responder más a
otras variables distintas a los exámenes de ingreso.
El análisis
La pregunta que
surge, es ¿por qué en Venezuela las
pruebas de ingreso fracasaron de manera tan rotunda? La explicación es
simple, ellas no tenían ningún fin pedagógico o de mejora institucional. Las
pruebas de ingreso fueron creadas en una época de hegemonía del pensamiento
único neoliberal, como un mecanismo seudo-científico para limitar el ingreso a
las universidades, abandonando todo esfuerzo por incrementar la cantidad de
plazas gratuitas ofrecidas desde el sector público y promover, paralelamente,
la profusión de institutos y universidades privadas. De esa manera como ya fue
señalado en (2), un problema de
capacidad física que debía ser resuelto ampliando la cobertura, se ideologizó
al desviar el foco de atención de las responsabilidades de los Gobierno de
turno y de las autoridades universitarias, hacia unas supuestas condiciones que
debía exigírseles a los aspirantes para poder ingresar a una universidad.
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