Omar Gómez
Primero
que nada: la Guerra no tienen nada de humano, aunque históricamente ha sido una
forma muy común de hacer política, de resolver conflictos, de lograr cambios en
las relaciones de poder y en imponer determinadas religiones, ideologías,
incluso tributos, indemnizaciones o apropiarse de extensiones de terreno.
Aunque
es un hecho al parecer intrínseco a la naturaleza humana, todos estamos de
acuerdo en que la Guerra es un acto de barbarie que debe desaparecer de la
humanidad. Pero ante la imposibilidad de lograrlo, los Estados se han puesto de
acuerdo, desde hace mucho tiempo, en como regularizar la guerra.
En
Venezuela, durante la Guerra de Independencia, nuestro Libertador Simón Bolívar
hizo enormes esfuerzos por tratar de "humanizar" la Guerra, en
tiempos en que no existían tratados ni organizaciones que pudieran hacerlo. Y
aunque el Libertador fue obligado por la crueldad realista a decretar la Guerra
a Muerte (Trujillo, 1813) tres años después llamó a suspenderla fuera de los
campos de Batalla (Proclama de Ocumare, 1816). En cambio, del bando español la
Guerra tuvo niveles de terror inimaginables, siendo las masacres de Boves y de
Rosete, por ejemplo, práctica común de aquellos primeros terroristas.
Recordemos cómo murió nuestro prócer José Félix Ribas, quien no sólo fue
asesinado, sino además decapitado, luego su cabeza frita en aceite fue expuesta
por días en la Plaza Mayor de Caracas, y posteriormente colocada en La Pastora,
cerca de donde hoy se le reivindica con un monumento.
Veamos,
en contraste con el trato dado al General José Félix Ribas, cuyo cuerpo fue
brutalmente desmembrado y humillado, como fue el tratamiento dado por el Gran
Mariscal de Ayacucho al Virrey La Serna, quien luego de derrotado, herido y
apresado, entregó su espada, ante lo cual Sucre le dijo: "Honor al
vencido. Que continúe en manos del Valiente". La caballerosidad y el
tratamiento justo al vencido han sido muestras que siempre dio el ejército patriota,
siendo luego una práctica inherente a la venezolanidad y a nuestro gentilicio.
Al
genio y a la humanidad de nuestro Libertador se le debe el Tratado de
Regularización de la Guerra, con el cual terminaba formalmente el Decreto de
Guerra a Muerte, firmándose siete años después en la misma ciudad y refrendado
luego con el encuentro que sostuvieron el Libertador Simón Bolívar y el Capitán
General de los Ejércitos Realistas, Pablo Morillo con el famoso abrazo de Santa
Ana de Trujillo. Es justo decir que este Tratado junto con los términos redactados por el Gran Mariscal
de Ayacucho para la Capitulación de los Ejércitos de España, son los
principales antecedentes del Derecho Internacional Humanitario y de las
Convenciones y Protocolos de Ginebra.
El
horror de la Guerra se repitió décadas después con la Federación, en donde nuestro
pueblo vivió el horror y la muerte en momentos en que a nivel internacional se comenzaba a avanzar en los primeros Convenios
de Ginebra, los cuales empezaron a adoptarse en 1864, 1906 y 1929. Es
importante señalar que los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales
son documentos principales del Derecho Internacional Humanitario. Estos
convenios protegen a los heridos, los enfermos, los prisioneros de guerra y a
quienes no participan en la guerra, entre ellos los civiles, organizaciones
como la Cruz Roja, la prensa, etc.
Los Convenios y Protocolos de Ginebra entraron en vigencia
formalmente a partir de 1950 y hoy en día los Estados Partes que los asumen llegan
a la cantidad de 194.
Pero
a pesar de la existencia de estos Convenios, incluyendo los documentos que
datan del siglo XIX, la crueldad y la inhumanidad en los conflictos, delata lo
que para algunos es la Guerra. En el
asedio de Leningrado, por ejemplo, donde murió más de un millón de personas, la
estrategia nazi fue la de cercar la ciudad e impedir que entraran los suministros
para obligar a los soviéticos a entregarse, sin importar el hambre que
sufrirían todos, incluyendo a niños, mujeres y ancianos. Para los nazis lo importante
era que se entregara el Ejército Rojo, siendo la muerte de los inocentes
simples daños colaterales. Sin embargo, el arrojo y el compromiso revolucionario
del pueblo organizado junto con su ejército, logró vencer el cerco y derrotar,
a pesar del hambre, a los nazis. Salvando las distancias ¡qué parecido con lo
que ocurre en Venezuela! En el asedio a Leningrado, las Potencias Aliadas se
hicieron de la vista gorda, porque para ellos era conveniente que los
soviéticos fuesen exterminados. Igual cuando despojaron a Palestina de sus
territorios matando a cientos de inocentes, o cuando bombardean escuelas,
hospitales y refugios en Siria, Afganistán, Libia o Irak, también el
Imperialismo mira para otro lado.
El
terror de Leningrado, en donde la población tuvo que alimentarse con perros,
gatos, palomas, celulosa y en algunos casos llegar a la antropofagia, escapa a
los límites de la humanidad. No puede llamarse humanos a quienes aplican estos
métodos de lucha. No pueden llamarse humanos a los paramilitares colombianos
que usan la motosierra o "la corbata" para combatir a sus enemigos. Tampoco
puede llamarse humanos a quienes han creado este cerco contra el pueblo
venezolano, llevando a pelear pueblo contra pueblo en las largas colas para
adquirir alimentos, ni a quienes en el fragor de la lucha política amenazan a
los hijos de los dirigentes revolucionarios, sabiendo que la confrontación
debería dejar, por esa "humanización" de la guerra, a quienes son
ajenos a la misma.
Venezuela
ha sido un pueblo que históricamente ha apostado por la paz, por la
convivencia, por la solidaridad y por la tolerancia. Las prácticas violentas
que se están extendiendo por el territorio y que incluyen linchamientos,
descuartizamientos y sicariato, no son propias, son prácticas importadas,
alentadas por una oposición violenta que piensa que esa violencia no la va a
alcanzar. Son quienes piden a gritos una invasión gringa porque piensan que las
bombas al momento de caer y explotar no los van a afectar.
La
Oposición se alimenta y lleva en sus raíces, a los Boves, a los Eichmann, a los
Uribe, a los Picure, a los Posada Carriles y a tantos personajes oscuros
reivindicados por su sangrienta sed de riquezas, igualable solo a su servilismo
al Imperio. La Oposición nos quiere llevar a la mas inhumana guerra posible.
La
Revolución en cambio apuesta por la Paz. Reivindiquemos nuestro pasado glorioso
y hagamos de la paz, del diálogo, de la humanización del conflicto, banderas
que nos permitan avanzar y resolver nuestras diferencias.
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