lunes, 17 de octubre de 2016

"Humanizar" la Guerra



Omar Gómez
Primero que nada: la Guerra no tienen nada de humano, aunque históricamente ha sido una forma muy común de hacer política, de resolver conflictos, de lograr cambios en las relaciones de poder y en imponer determinadas religiones, ideologías, incluso tributos, indemnizaciones o apropiarse de extensiones de terreno.

Aunque es un hecho al parecer intrínseco a la naturaleza humana, todos estamos de acuerdo en que la Guerra es un acto de barbarie que debe desaparecer de la humanidad. Pero ante la imposibilidad de lograrlo, los Estados se han puesto de acuerdo, desde hace mucho tiempo, en como regularizar la guerra.

En Venezuela, durante la Guerra de Independencia, nuestro Libertador Simón Bolívar hizo enormes esfuerzos por tratar de "humanizar" la Guerra, en tiempos en que no existían tratados ni organizaciones que pudieran hacerlo. Y aunque el Libertador fue obligado por la crueldad realista a decretar la Guerra a Muerte (Trujillo, 1813) tres años después llamó a suspenderla fuera de los campos de Batalla (Proclama de Ocumare, 1816). En cambio, del bando español la Guerra tuvo niveles de terror inimaginables, siendo las masacres de Boves y de Rosete, por ejemplo, práctica común de aquellos primeros terroristas. Recordemos cómo murió nuestro prócer José Félix Ribas, quien no sólo fue asesinado, sino además decapitado, luego su cabeza frita en aceite fue expuesta por días en la Plaza Mayor de Caracas, y posteriormente colocada en La Pastora, cerca de donde hoy se le reivindica con un monumento.

Veamos, en contraste con el trato dado al General José Félix Ribas, cuyo cuerpo fue brutalmente desmembrado y humillado, como fue el tratamiento dado por el Gran Mariscal de Ayacucho al Virrey La Serna, quien luego de derrotado, herido y apresado, entregó su espada, ante lo cual Sucre le dijo: "Honor al vencido. Que continúe en manos del Valiente". La caballerosidad y el tratamiento justo al vencido han sido muestras que siempre dio el ejército patriota, siendo luego una práctica inherente a la venezolanidad y a nuestro gentilicio.

Al genio y a la humanidad de nuestro Libertador se le debe el Tratado de Regularización de la Guerra, con el cual terminaba formalmente el Decreto de Guerra a Muerte, firmándose siete años después en la misma ciudad y refrendado luego con el encuentro que sostuvieron el Libertador Simón Bolívar y el Capitán General de los Ejércitos Realistas, Pablo Morillo con el famoso abrazo de Santa Ana de Trujillo. Es justo decir que este Tratado junto con  los términos redactados por el Gran Mariscal de Ayacucho para la Capitulación de los Ejércitos de España, son los principales antecedentes del Derecho Internacional Humanitario y de las Convenciones y Protocolos de Ginebra.

El horror de la Guerra se repitió décadas después con la Federación, en donde nuestro pueblo vivió el horror y la muerte en momentos en que a nivel internacional  se comenzaba a avanzar en los primeros Convenios de Ginebra, los cuales empezaron a adoptarse en 1864, 1906 y 1929. Es importante señalar que los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales son documentos principales del Derecho Internacional Humanitario. Estos convenios protegen a los heridos, los enfermos, los prisioneros de guerra y a quienes no participan en la guerra, entre ellos los civiles, organizaciones como la Cruz Roja, la prensa, etc.

Los Convenios y Protocolos de Ginebra entraron en vigencia formalmente a partir de 1950 y hoy en día los Estados Partes que los asumen llegan a la cantidad de 194.

Pero a pesar de la existencia de estos Convenios, incluyendo los documentos que datan del siglo XIX, la crueldad y la inhumanidad en los conflictos, delata lo que para algunos es la Guerra.  En el asedio de Leningrado, por ejemplo, donde murió más de un millón de personas, la estrategia nazi fue la de cercar la ciudad e impedir que entraran los suministros para obligar a los soviéticos a entregarse, sin importar el hambre que sufrirían todos, incluyendo a niños, mujeres y ancianos. Para los nazis lo importante era que se entregara el Ejército Rojo, siendo la muerte de los inocentes simples daños colaterales. Sin embargo, el arrojo y el compromiso revolucionario del pueblo organizado junto con su ejército, logró vencer el cerco y derrotar, a pesar del hambre, a los nazis. Salvando las distancias ¡qué parecido con lo que ocurre en Venezuela! En el asedio a Leningrado, las Potencias Aliadas se hicieron de la vista gorda, porque para ellos era conveniente que los soviéticos fuesen exterminados. Igual cuando despojaron a Palestina de sus territorios matando a cientos de inocentes, o cuando bombardean escuelas, hospitales y refugios en Siria, Afganistán, Libia o Irak, también el Imperialismo mira para otro lado.

El terror de Leningrado, en donde la población tuvo que alimentarse con perros, gatos, palomas, celulosa y en algunos casos llegar a la antropofagia, escapa a los límites de la humanidad. No puede llamarse humanos a quienes aplican estos métodos de lucha. No pueden llamarse humanos a los paramilitares colombianos que usan la motosierra o "la corbata" para combatir a sus enemigos. Tampoco puede llamarse humanos a quienes han creado este cerco contra el pueblo venezolano, llevando a pelear pueblo contra pueblo en las largas colas para adquirir alimentos, ni a quienes en el fragor de la lucha política amenazan a los hijos de los dirigentes revolucionarios, sabiendo que la confrontación debería dejar, por esa "humanización" de la guerra, a quienes son ajenos a la misma.

Venezuela ha sido un pueblo que históricamente ha apostado por la paz, por la convivencia, por la solidaridad y por la tolerancia. Las prácticas violentas que se están extendiendo por el territorio y que incluyen linchamientos, descuartizamientos y sicariato, no son propias, son prácticas importadas, alentadas por una oposición violenta que piensa que esa violencia no la va a alcanzar. Son quienes piden a gritos una invasión gringa porque piensan que las bombas al momento de caer y explotar no los van a afectar.

La Oposición se alimenta y lleva en sus raíces, a los Boves, a los Eichmann, a los Uribe, a los Picure, a los Posada Carriles y a tantos personajes oscuros reivindicados por su sangrienta sed de riquezas, igualable solo a su servilismo al Imperio. La Oposición nos quiere llevar a la mas inhumana guerra posible.

La Revolución en cambio apuesta por la Paz. Reivindiquemos nuestro pasado glorioso y hagamos de la paz, del diálogo, de la humanización del conflicto, banderas que nos permitan avanzar y resolver nuestras diferencias.


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