Bernardo Ancidey
Navas[1]
reporta que Filosofía era la carrera preferida de la élite colonial dominante
en Venezuela, al acumular el 54,17% de 2.576 egresados de la universidad
caraqueña entre 1725 hasta 1821. Con la independencia y el nuevo modelo
universitario creado por Bolívar y Vargas a partir de 1826, esta situación
cambiaría, al igual que ocurriría en casi toda Latinoamérica, pasando de la
vieja universidad católica y teleologa basada en el modelo de Alfonso X “El
Sabio” en el siglo XIII para las vetustas Salamanca, Valladolid, Toledo y Ávila,
hacia la nueva universidad de abogados, descrita por Vessuri[2].
No está demás
señalar que la Medicina de José María Vargas elevada en dignidad con la reforma
universitaria de 1826, en realidad no constituyó ningún avance dado el estado
de atraso de dicha disciplina para la época. Lo que sí fue importante fue el
inicio del descrédito de la Filosofía como disciplina frente al nuevo Derecho
(no canónico), vital para el control del gobierno de las nuevas repúblicas por
parte de las élites oligarcas criollas.
A medida que
progresa el siglo XIX hacia el XX, dos nuevas disciplinas se consolidan en el
ámbito universitario venezolano: la ingeniería civil (nacida de la Filosofía) y
la medicina con base científica, enlazadas al pensamiento positivista con la
llegada de Adolfo Ernst a Venezuela y el apoyo brindado por el Gobierno de
Guzmán Blanco según el relato de Plaza[3].
El arrinconamiento
intelectual de la filosofía sería de tal magnitud, que de manera gradual e
inexorable deja de ser una carrera en sí y se convierte en un mero curso previo
para la obtención de otros grados universitarios. Para 1912 la Filosofía
desterrada por el positivismo universitario, desaparece académicamente. Habría
que esperar hasta 1946 cuando nuevamente se reabren los estudios de Filosofía
en la UCV, de la cual derivarían casi todas las disciplinas tradicionalmente
consideradas como humanísticas.
El desprestigio
social de la Filosofía y de las disciplinas humanísticas derivadas de la misma,
tiene su raíz en el surgimiento y consolidación de la hegemonía intelectual del
capitalismo en nuestro país, iniciado a fines del siglo XIX y consolidado a
todo lo largo del siglo XX. Las nuevas necesidades sociales impulsadas por la
racionalidad del capital, priorizan el control sobre el cuerpo y la naturaleza,
de modo que no queda espacio para la reflexión humana.
El impacto ha
sido tal, que pese a su reapertura, jamás los estudios humanísticos en
Venezuela han sido apreciados ni por los gobiernos de turno ni por la sociedad
en general. Las estadísticas de los procesos nacionales de ingreso de la Oficina
de Planificación del Sector Universitario, muestran que las disciplinas
humanísticas, junto a las de ciencias naturales y agroalimentarias, son el área
de conocimientos menos demandada por los aspirantes a cursar estudios
universitarios en los últimos años. Se salvan del desdén, aquellas carreras
algunas veces englobadas dentro de las humanidades, cuyo origen no deriva de
filosofía y letras, sino de otras disciplinas relacionadas con la mente y la
imagen, como el caso de psicología, idiomas, comunicación social y las
relacionadas con audiovisuales.
Si revisamos nuestra
gestión pública universitaria en materia de creación de nuevas instituciones,
carreras o Programas Nacionales de Formación (PNF), resalta de manera chocante,
que la casi totalidad de la nueva oferta está concentrada en disciplinas
técnicas o profesionalizantes, siendo escasa la presencia de las humanidades y nula
en el caso de la Filosofía.
La conclusión
es que nuestra gestión, autodenominada humanista pero demasiado preocupada por
lo cuantitativo, no ha hecho sino reproducir y reforzar la hegemonía
intelectual del capital a lo interno del mundo universitario, al continuar
despreciando a la Filosofía y a las Humanidades en general, al igual que lo hizo
por más de un siglo la derecha gobernante.
Paradójicamente,
el vacio en la enseñanza universitaria de la filosofía deja como único ganador
al pensamiento medieval clerical en instituciones vinculadas a la Iglesia
Católica, en otras palabras, al anti-humanismo.
¿Habrá alguna
posibilidad, aunque sea remota, de cambiar el rumbo?
[1] Navas, A. (1946). Una aproximación a la
historia de la fundación de la Facultad de Humanidades y Educación en la
Universidad Central de Venezuela. Caracas: UCV.
[2] Vessuri, H. (1995). El proceso de
institucionalización. En J.-J. Salomon, F.Sagasti, & C. Sachs (Edits.), Una
búsqueda incierta: Ciencia, tecnología y desarrollo (págs. 199-233). México,
México: Fondo de
Cultura Económica y Editorial de las
Naciones Unidas
[3] Plaza, E. (1988). José Gil Fortoul
(1861-1943.) Los nuevos caminos de la razón: La historia como ciencia,
Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Caracas: Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia
No hay comentarios:
Publicar un comentario