Omar Gómez
Últimamente han aparecido algunos
escritos de personalidades que ocuparon cargos muy importantes en la
Revolución, haciendo críticas desde una posición alejada, como si nunca
hubieran tenido responsabilidades de Gobierno. Dichas críticas asombran por la
ligereza con que se dan y por lo vacía de las mismas. Que el Gobierno debe
controlar los precios. Que el Gobierno debe detener la Hiperinflación. Que el
Gobierno debe mejorar la seguridad de todos los ciudadanos, etc, etc. Ninguna
de esas críticas señala el cómo, salvo algunos que se quitaron la máscara y han
dicho abiertamente que nos entreguemos al FMI y al BM.
Las posiciones anteriores rayan a
veces en el cinismo, pero son comprensibles dentro del juego de la política. Al
pasarse a otro bando la forma de figurar es con la crítica desmedida y
superficial. Generalmente empiezan con "hay que" y luego el problema
a resolver. Hay que resolver el problema de la basura. Hay que resolver el
problema de la corrupción. Hay que resolver el problema de los precios. Hay que
resolver el tema de la producción. Tenemos un largo "hayqueísmo" que
como prefijo de los problemas da un buen discurso para hacer política, sin
importar la coherencia.
El problema no es que estas
personas hagan política desde el "hayqueísmo". Lo grave es que ahora
aparecen personalidades del Gobierno asumiendo posiciones parecidas sin asumir
sus propias responsabilidades ni proponer alternativas. Lo peor es que hacen
las críticas como si ellos no tuvieran nada que ver. Es una falta enorme de
coherencia entre el discurso y la práctica, entre lo que se predica y en cómo
se vive. No hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El pueblo lo
sabe, no es tonto, lo ve en las calles, lo ve desde el hecho de que se rompan
las aceras (que estaban en buen estado, con mosaicos, mármoles y/o granitos)
para ser sustituidas por puro cemento, quebradizo y de corta duración. El
pueblo lo vive cuando sufre la inseguridad, pero ve a funcionarios que trancan
las calles para ellos pasar, haciendo alarde de numerosos escoltas que atropellan
a conductores y transeúntes. No son inventos, esto es el pan de cada día en las
calles de nuestra Capital. Como también se ve el problema de la impunidad. Esa
impunidad se vive a diario en las esquinas de Caracas, con el desorden del
tráfico, con los motorizados comiéndose la luz, y los conductores tocando
corneta para que, frente al rayado, uno haga lo mismo. Pero esa impunidad se
vive también con el problema, por ejemplo, de los precios. La Sundee espera las
navidades para ir a hacer operativos en las panaderías y zapaterías figurando así
en los medios ¿y el resto del año? ¿el seguimiento a las denuncias?
Es necesario resolver estos
problemas, pero si somos coherentes, debemos decir que la solución está en el
Poder Popular, en el Pueblo Organizado. Ese Poder es invisibilizado por la
gestión gubernamental y hasta por el Partido de la Revolución, en el cual se afianza
en el seno del IV Congreso una fuerte corriente que responde primero a los
intereses de su organización que a los del Partido. Y con la mayor desfachatez
lo declaran, alejándose más del pueblo.
Pero a pesar de todos, es urgente
que seamos optimistas, que seamos como Chávez, perseverantes en la Revolución,
y confiando siempre en que es el Pueblo el único que puede salvar al Pueblo.
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