Rafael Febles
La patria, el país, la nación está seriamente amenazada, nadie con
sensatez puede ignorar u omitir la gravedad del asunto, lo que obliga
como deber el hacer lo que corresponda que no es otra cosa que
defenderla hasta el extremo de las consecuencias y eso pasa hasta el
jugarnos la vida. Indudablemente que produce además de rabia,
consternación y tristeza, más aún cuando hay gente nacida en esta tierra
que han insuflado esta condición de aislamiento y ataque diario.
Sí tristeza de verdad, de la que nos llena de dolor, de angustia, temor,
desasosiego solo en pensar las consecuencias, saben porque, entre otras
razones, porque los patriotas de corazón, de compromiso, llenos de ira,
no aceptaremos pasivamente ante nuestros ojos y necesario será dar un
paso al frente y crear la contención suficiente para triunfar y en
consecuencia evitar que la patria sea vulnerada en soberanía, en su
independencia, en la razón libérrima de conservarla en libertad y en
democracia de verdad.
Afortunadamente nuestro pueblo tiene en su sangre el gen de libertad y
lucha por la causa noble de esa libertad y el derecho a darnos el mejor
destino que comenzamos a labrar desde hace más de doscientos años y
retomamos con el surgimiento de la Revolución Bolivariana. No existe una
condición tan innoble como la de ofrecer a potencia alguna nuestros
designios patrios y mucho menos los valores de la venezolanidad, las
costumbres y el objeto primero que son nuestros recursos naturales y
dejar que otros que por ahora llamaremos venezolanos se dediquen a
solicitar y aplaudir todos los intentos desestabilizadores en lo interno
para crear las condiciones que exigen desde los Estados Unidos para
cumplir a través de la mentira, el chantaje y la ignominia la
posibilidad de derrotar a la Revolución Bolivariana y acabar con el
proceso integrador de una sola América Latina y unida ante el agresor al
acecho.
Todo lo que hagamos será de importancia vital para evitar que esto
suceda y seguros estamos que de nuevo este pueblo sabrá llevar con
orgullo nuestra bandera tricolor, pero ahora, en una hora definitiva
donde las vacilaciones y las traiciones de quienes se ufanan de ser más
revolucionarios que los demás y sepan interpretar el momento histórico y
comprendan y sopesen cual es la prioridad y dejen las posturas
revanchistas, fetichistas y egoístas en función de la unidad necesaria y
útil a los fines que la patria reclama. La hora es ahora y las
vacilaciones de unos y la entrega de los otros, ponen en peligro todos
los avances sociales logrados en estos últimos diecisiete años.
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