Néstor Aponte
El sistema capitalista tiene
una naturaleza auto destructiva que empuja su crecimiento. Ese sistema exige
que una parte de su tejido capitalista muera para que se desarrolle a un nuevo
nivel otra parte del mismo. En ese contexto, el tema de las crisis económicas
capitalistas no son sino el preámbulo para la muerte económica de muchos
pequeños capitalistas acosta del crecimiento y supremacía de unos cada vez más
pocos grandes capitalistas.
Pero, esa dinámica que una
vez fue resultado de reglas de juegos no conocidas, en esta etapa de desarrollo
del imperialismo, son totalmente conocidas, manipulables y su resultado
predecibles. Un juego económico, ya de por sí cruel, se convierte, en esta
nueva etapa, en cínico, descabellado e inhumano.
En ese contexto, resulta
conocido pues los efectos de las campañas comunicacionales y financieras de
desabastecimiento sobre la dinámica económica de un país o región. Son
conocidas las políticas de especulación y sus efectos sobre la psique del
capitalista, los trabajadores y campesinos. Son conocidas las posibilidades y
limitaciones de los Estados para hacer frente a esta estrategia imperial.
Finalmente, son conocidas las formas de ablandamiento psicológico como la
delincuencia, la corrupción y la ineficacia institucional para propiciar golpe
de estado, el magnicidio o extorciones a los países del mundo con el fin de
controlar los distintos Estados del mundo.
Este cerco psicológico a la
clase trabajadora trastoca la conducta ciudadana reduciendo la tolerancia y la
convivencia pacífica y creando condiciones mentales para la agresión, la
inhumanidad, el individualismo, el racismo y la exclusión entre muchos otros
excrementos del capitalismo que subyacen en la condición humana. Hacer una cola
puede perfectamente acrecentar los niveles de angustia, frustración, ira e
intolerancia que desemboquen en ira, agresión y rabia desenfrenada.
De estas prácticas
psicológicas conocen muy bien quienes juegan a la desestabilización de los
Estados. Son ellos (los militares, financistas, psiquiatras y comunicadores
pagados por el imperio norteamericano) quienes promueven campañas para debilitar la moral y la
resistencia de los pueblos al momento de planificar la agresión. En este escenario
no resulta nada extraño que pequeños y medianos capitalistas nacionales jueguen
a su propia quiebra (no solo por su propia incapacidad para producir), sino,
por su compromiso político por crear condiciones angustiantes en el seno de la
clase trabajadora y campesina. Este es resultado y costo de la supremacía del
Imperio norteamericano sobre los Estados y sus pueblos.
Pero, esa presión sobre la
mente y el salario de los trabajadores también son promovidas desde adentro del
proceso Bolivariano mediante la complicidad de los quintas columna en el
Estado; por la mediocridad e incapacidad de los funcionarios del Alto gobierno
y alta gerencia para dar respuestas a las crisis económicas que de manera
espontanea y no tan espontánea promueven el desabastecimiento, la especulación
y la inflación.
La agresión a la moral de la
clase trabajadora no solo se hace con la guarimba callejera. Esta es solo el
complemento de la guarimba económica que pretende desquiciar la mente de los
que pueden construir el socialismo. De allí que subleven a los sectores más
vulnerables (la llamada clase media asalariada) de la clase trabajadora; para
que sean ellos los que se enfrente a su propia clase.
La verdadera lucha de clase
tiene componentes políticos; pero, principalmente nace de los fundamentos
económicos que definen las relaciones de dominación el los países y la
geopolítica internacional. Todo indica que si no fortalecemos las técnicas de
gobierno y gerencia de los Funcionarios del alto Gobierno y la alta gerencia;
ni desarrollamos las fuerzas económicas del socialismo endógeno serán pocas las
posibilidades para derrotar al imperialismo norteamericano. Es imposible
derrotar al imperialismo con sus reglas de juego; la solución parece ser cambiar
las reglas de juego económico sobre la base de relaciones de producción
socialistas, sobre una cultura y una moral socialista; sobre Funcionarios
comprometidos y competentes. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo,
Carajo.
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