Néstor
Aponte
La lucha de
clase en la fase imperial se libra directamente entre las clases trabajadoras
nacionales y el Estado imperial, en nuestro caso entre la clase trabajadora
venezolana y el imperio norteamericano. Estamos pues frente a una guerra de
liberación nacional de la clase trabajadora, que se libra en fases, y en donde el
Estado imperial norteamericano desarrolla acciones envolventes que van desde la
guerra de debilitamiento económico; pasando por el ablandamiento psicológico de
nuestras mentes, a través de la acción de las redes sociales, los medios de comunicación y el ejercicio de la
violencia. Pero, donde también procura el desgaste de la capacidad de gobernabilidad
política de los líderes del Estado y de la clase trabajadora, realizando
acciones para anular y dividir la unión cívico- militar; así como, pretendiendo
el aislamiento internacional con pueblos hermanos con los que compartimos la
misma ofensiva imperial. Todas estas acciones están dirigidas a minar la moral
de la clase trabajadora: a crear la duda y la desconfianza entre ella, que haga
posible nuestra sumisión frente a la dominación imperial.
En ese orden
de ideas, se entiende perfectamente porque el Estado imperial con la ayuda de
la burguesía nacional acentúa las contradicciones de nuestra estructura
económica y en general tensa la cuerda de una cultura de dependencia diseñada y
cultivada, largamente, para paralizar nuestra capacidad creativa y productiva,
en particular de la clase trabajadora. La dependencia de lo importado pesa
sobre las mentes y estómagos de nuestros pueblos. Y sobre esto la posibilidad
de ser presa fácil de la deuda externa y del sistema financiero imperial cuya
única política es cambiar deuda por soberanía de los pueblos.
A lo dicho
se agregan las acciones imperiales para desarrollar y agudizar las
contradicciones existentes en la clase trabajadora. En particular, las acciones
para dividir a la denominada pequeña burguesía intelectual que dirige y gerencia
el aparato Estatal y empresarial; sacando a flote los elementos reaccionarios
que le hacen negar su condición de clase, y así, añorar las condiciones de vida
y el trato social (discriminatorio y racista) que idealizan en la burguesía. De
allí el esfuerzo imperial por minar y anular la capacidad reflexiva de la clase
trabajadora (con énfasis, en la pequeña burguesía intelectual) con mentiras,
con el culto a la muerte y la violencia, con racismo y discriminación, con la
delincuencia y la droga: en fin, con terror. Su objetivo: visibilizar, acentuar
y aglutinar los elementos reaccionarios de la clase trabajadora que permitirán
dividirla y enfrentarla contra su propia clase social, sirviendo así, de
soldados sumisos a sus servicios imperiales. De allí el uso masivo e intensivo
de las redes sociales y de los medios comunicación como instrumentos para
anular la capacidad reflexiva de los sectores reaccionarios de la clase
trabajadora; más allá de organizar por esta vía la lucha contra su propia
clase. Pero, también sembrando, a través de estos instrumentos comunicacionales,
la duda y la desconfianza dentro de los sectores progresistas y de aquellos
otros sectores oportunistas o poco convencidos, que los lleven a paralizarse de
miedo.
Estos dos
elementos de ataque imperial (económico y psicológico) dirigidos contra la
clase trabajadora van destinados a minar la gobernabilidad de la dirigencia
política que controla el Estado, y que se opone a la dominación imperial: esto
es, que se opone a la pérdida de nuestra soberanía política, económica, militar
y territorial frente a la dominación imperial. De aquí, que resulte más difícil
sino imposible a la dirigencia política manejar y conciliar los intereses de
clase entre la burguesía pro imperial, la clase trabajadora, los señores
terratenientes y el campesinado, para mantener la gobernabilidad del país
frente al ataque imperial. Una gobernabilidad que exige una capacidad de
respuesta de la administración pública con los que dichos líderes no cuenta y
que por añadidura también es saboteada. En ese contexto, el esfuerzo imperial
por romper la unión cívico– militar va dirigido a quebrar la seguridad interna necesaria
que permite la gobernabilidad política y con ello debilitar la sostenibilidad
del gobierno e inclusive del Estado mismo (creando, así, las condiciones de
para un Estado fallido, fácil presa de una anexión).
En ese
concierto de escenarios la lucha internacional constituye un elemento de
capital importancia que no solo presenta al resto de la clase trabajadora del mundo
una realidad construida y falsa que anula su consciencia y capacidad de acción;
sino, que da la impresión a lo otros imperios del “cumplimiento” de ciertas
reglas de juego de dominación.
Frente a
este escenario, cómo podemos fortalecer la moral de nuestra clase trabajadora y
con ello, cómo derrotar la pretensión anexionista del Estado imperial
norteamericano? En primer lugar, desarrollando dentro de la pequeña burguesía
intelectual progresista las condiciones culturales y económicas del nuevo
emprender socialista que lidere la creación de condiciones de producción y
crecimiento económico que cubra las necesidades internas del país. Pero,
también desarrollando una gerencia socialista que permita darle sostenibilidad.
Y para ello, definitivamente se debe crear un liderazgo nacional que
concentrado en el plano económico desarrolle las condiciones de gobernabilidad
para que esos emprendedores y esa gerencia socialista desarrollen habilidades
en la conformación de unidades productivas socialistas que se conviertan en receptoras
del ingreso petrolero y en transformadoras y creadoras de riquezas: de plus
valor. Una riqueza que reduzcan a su mínima expresión nuestra dependencia por
lo importado y potencien económica y culturalmente el hecho en Venezuela.
Por otra
parte, esta lucha por una economía socialista que genere gobernabilidad a lo
interno del país debe expresarse internacionalmente con la integración
económica y política de la clase trabajadoras latinoamericanas. Una integración
que se produzca sobre la base de intercambios de economías socialistas. No se
trata ni se puede desarrollar economía socialista en un solo país; para ello
hay que profundizar el emprendimiento y la gerencia socialista en la región. No
se trata de solidaridad entre pueblos latinoamericanos al estilo
socialdemócrata (burgués), esta fase imperial está poniendo a la clase
trabajadora del sub continente en condiciones de integrar esfuerzos para
desarrollar a la pequeña burguesía progresista (socialista) para que de vida
económicamente al socialismo en la región. Debemos alzarnos sobre los pies de
nuestra identidad para caminar con una moral revolucionaria y socialista, alta
y sólida, el camino de una nueva humanidad; esto, a fin de derrotar la vileza,
las trampas, la violencia, la mentira, el racismo, la discriminación y la
anexión imperial. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo
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