Bernardo Ancidey
La visión del rol de las universidades en el desarrollo
económico que domina el pensamiento de autoridades públicas venezolanas es
definitivamente anti-capitalista. Pero no porque sea socialista o adopte una de
las múltiples vertientes ideológicas que se dicen anticapitalistas. Nada que
ver.
Es anti-capitalista
porque no tienen ni idea de cómo funcionan la ciencia y las universidades
dentro del capitalismo y lo que es peor, no tienen ningún interés en
averiguarlo.
Por eso resultan risibles esas declaraciones sobre universidades
productivas dictadas en medio de rectores, al parecer, unos iguales de
ignorantes y otros, más sabios, burlándose para sus adentros de las
afirmaciones grandilocuentes del personero de turno.
En estos días con toda la desesperación diaria porque no nos
alcanza la quincena sino para uno o dos días, se incrementan exponencialmente
esa cornucopia infinita de declaraciones altisonantes que esperan que las universidades
en Venezuela produzcan todo lo que en 60-70 años no han podido hacer la burguesía
parasitaria y sus socios, los capitalistas de estado.
Esto es puro pensamiento mágico. Como ya lo expuse con
bastante detalle en otros artículos[1], las
universidades y la actividad científica en general no están para producir, su
tarea es la formación de profesionales y la producción de conocimientos, junto
a la prestación de algunos servicios muy específicos a la comunidad. La
producción en el capitalismo se realiza en las empresas, al igual que la
innovación con impacto social. De modo que los que esperan que las
universidades se conviertan en una especie de fábrica de soluciones para la
crisis económica del país, solo están engañándose a sí mismos y a los ingenuos
que les crean.
Las opciones siguen siendo dos: capitalismo o socialismo, y
en función de las mismas es que pueden pensarse con seriedad acerca del rol de
las universidades y de la ciencia en general. Con Chávez soñamos con una
universidad socialista profundamente vinculada con los procesos de cambio
social, con Maduro no sabemos, pero si debemos atenernos a sus actos, pareciera
que el socialismo es una meta cada vez más lejana. De modo que toca pensar en
un rol de las universidades en el marco del desarrollo económico dentro del
capitalismo. Y dentro de este sistema olvídense de universidades produciendo y
generando ingresos propios. De hecho, en los casos que esto ha ocurrido ha sido
a costa de una tremenda descapitalización del patrimonio universitario, con “fundaciones”
que hicieron los que les dio la gana, sustrayendo recursos para enriquecer a
unos pocos vivos. Así poco a poco las universidades perdieron control hasta
sobre sus instalaciones, como lo muestra el famoso caso del mercado de los
corotos en el estacionamiento del estadio universitario de Caracas, verdadero
aguantadero de cosas robadas o la zona rental de la UCV cuyos ingresos nunca
supimos a donde fueron.
Y esto no solo pasó en las universidades, los tecnológicos también
se vieron azotados por fundaciones que terminaron teniendo más poder y riqueza
que las propias autoridades. Fue una lucha larga para desmontar toda esa
estructura envilecida, que creció bajo la creencia, que parecen querer reeditar
otra vez, de utilizar los recursos universitarios supuestamente para generar
ingresos propios.
Por otra parte junto a los ingresos propios, está la idea conexa
del cobro de matrículas, lo cual hay que recordar que sí se implementó en la
Universidad Simón Bolívar a fines del siglo pasado y había planes para
extenderlo hacia el resto del sistema universitario público. De modo que
ingresos propios y cobro de matrícula son términos que difícilmente pueden
separarse.
Por supuesto que es posible que las universidades de manera
complementaria generen ingresos, y de hecho todas tienen una u otra forma de
hacerlo, pero pensar que van a mantenerse y a desarrollarse sobre esta base, es
una ilusión peligrosa, que puede tergiversar los objetivos de las casas de
estudio y lo que es peor aún, hacer pensar que el Estado puede desentenderse de
sus obligaciones educativas.
Para cubrir las exigencias presupuestarias no hay que estar
alentando fantasías, sino realizar una reforma tributaria que peche a los
grandes capitales y no a los asalariados. Así sería muy fácil disponer de los
recursos que demanda la educación universitaria.
De modo que las opciones son claras y no hace falta continuar
fabricando ridiculeces.
[1]Innovación,
tecnología y ciencia de oropel en http://www.aporrea.org/tecno/a221867.html. y Innovación,
tecnología y ciencia de oropel (II) en http://www.aporrea.org/actualidad/a221909.html
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