Bernardo Ancidey
La eliminación de requisitos al sector empresarial acordada
recientemente por el Gobierno de Nicolás Maduro, vuelve a poner sobre el
tapete, el tema de los “controles”.
Los neoliberales suelen romper lanzas en torno a la desregulación
vendiéndola como panacea para todos los males. Por eso se la pasan
pidiendo por el fin de los controles y la desregulación de todo. A esto
le llaman libertad cuando en verdad se refieren al libertinaje para
cometer todo tipo de tropelías en contra del pueblo.
Para los venezolanos que durante la década de los 80 y 90 del siglo
pasado vivimos esa época de “libertad”, sabemos muy bien cuáles fueron
los efectos sobre la inmensa mayoría de la gente. De allí que cuando nos
hablan de “desregulación”, un escalofrío nos sacude todo el cuerpo.
Porque con la palabreja no se refieren a la necesaria simplificación y
automatización de trámites, ordenada por las leyes venezolanas para
hacernos la vida más fácil, cada vez que debamos realizar alguna
diligencia. Nada de eso. Se trata de eliminar barreras que necesitamos
mantener para que las mafias empresariales no pongan en riesgo nuestro
bienestar moral y material, e incluso para salvaguardar la integridad y
soberanía de la república.
Una joya de la “desregulación” la constituyen los 32 infames Tratados de
Doble Tributación, con los cuales según Luis Brito García1
nos roban 17.875 millones de dólares por año, simplemente porque a las
empresas extranjeras se les exonera de pagar impuestos en Venezuela.
Otras “desregulaciones” igualmente nocivas han sido los tratados que le
permitan a empresas transnacionales burlarse de los tribunales del país y
plantear sus reclamos contra Venezuela por ante juntas de arbitraje
internacionales.
La lista sigue. También son desregulaciones, el operar como Macri y
liberar los precios de los servicios públicos, eliminar molestas leyes
laborales que protegen al trabajador, o limiten el trabajo de las
embarazadas o impidan el de niños y niñas. Otras de las desregulaciones
favoritas es ceder el control de empresas y servicios estratégicos como
el agua, la luz o el gas y por supuesto el petróleo, y ponerlo en manos
privadas operando bajo las “leyes del mercado”. A esta cara de la
“desregulación” se le llama “privatización”, es decir la entrega de
patrimonio público para que unos vivos se metan unos reales haciéndoles
los que les da la gana con antiguas empresas públicas. En Venezuela
hemos vivido los nefastos efectos de esta modalidad de “desregulación”,
en especial durante la rebatiña de la década de los ´90 por los bancos,
las aerolíneas, la industria siderúrgica, hidrológicas, las empresas
mixtas petroleras, las telecomunicaciones y ya se tenía montada la de la
energía eléctrica, hasta que llegó el Comandante y las mandó a parar.
Y para terminar, la más conocida de las desregulaciones, eliminar cualquier cosa que suene a control de precios.
En fin desregulación no es para los venezolanos, al menos para la inmensa mayoría, una buena palabra.
1 Ver Cómo nos roban con los "Tratados contra la doble tributación" en http://www.aporrea.org/tiburon/a74308.html)
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