Bernardo Ancidey
Muchos consideran que los fenómenos de la corrupción de funcionarios
públicos, las mafias y el bachaqueo son productos perversos y distintos a
la sana y burguesa actividad de lucrarse apropiándose del trabajo de
los demás.
La confusión surge porque las "apariencias de legalidad formal" nublan
el hecho sustantivo que dichas actividades empresariales delictivas solo
difieren de las actividades capitalistas legítimas, en un mercadeo más
"agresivo". El error en la caracterización lleva al error en la
estrategia, creyendo que se requieren acciones distintas para enfrentar a
la burguesía (legal) y al delincuente económico (ilegal).
No existe ningún negocio capitalista en el mundo que no esté marcado por
la actitud delincuencial de las "empresas legítimas". Repasemos tan
solo los casos más recientes:
-
Automóvil
- Volkswagen instaló un dispositivo en sus modernísimos vehículos para engañar las mediciones de desechos tóxicos de los motores diesel.
- Las rutinarias estafas de la industria ensambladora venezolana ante CADIVI y luego CENCOEX.
-
Energía
- Las estafas con los "cortes de luz" de Enron en California y la contabilidad amañada por la para entonces mayor empresa consultora del mundo, Arthur Anderssen.
- Los lindos desperdicios de Exxon o BP en Alaska, Golfo de México o las selvas de Ecuador y el cinismo de demandar a los afectados.
- Farmacéutica.
Estos son mafiosos tan descarados que ruborizarían al Chapo Guzmán y a
Al Capone, por la secuela de víctimas que han dejado. La lista es tan
larga que prefiero referirlos a mi artículo "Mercaderes de enfermedades y
ahora de divisas".
-
Banca y finanzas.
- Tal vez los mayores "peluches" del mundo criminal. Estos tipos destruyen naciones completas de un solo coñazo, incluso las suyas propias, como lo hicieron en el 2008 con los eufemísticamente llamados "activos tóxicos". Es decir el engaño masivo de especular con carteras constituidas por hipotecas que ellos sabían que los trabajadores jamás podrían pagar, hasta que el globo explotó, llevándose a los prestigios negocios como Lehman Brothers y Goldman Sachs a la quiebra. Pero por supuesto ellos no pagaron cárcel, para eso los ayudó el "Estado socialista norteamericano" liderado por Bush, el cual nacionalizó la banca para poderla salvar con auxilios sacados de los bolsillos de los pendejos paga-impuestos.
- Las actividades mafiosas de Citigroup, Deutsche Bank, HSBC, JPMorgan, Royal Bank of Scotland y UBS, son tan descaradas que hasta los propios gobiernos, como el de Canadá, han tenido que llamarles la atención para que mitiguen sus actividades mafiosas en contra de la gente, como manipular los préstamos de todo el mundo para ganar más dinero.
- Es imposible dejar de lado el gigantesco negocio de la Banca Internacional de los paraísos fiscales, donde se encargan de lavar miles de millones de dólares de dudosa procedencia. Y esto no lo hace en oscuros países de las Antillas, sino en las propias sedes de las metrópolis mundiales como la City de Londres o Wall Street y sus delegaciones offshore en…. Delaware, Holanda, Suiza, Reino Unido y Luxemburgo.
-
Alimentos.
- Sin duda el mayor ente criminal es Monsanto, quien a punta de sobornos y violencia física y psicológica se ha ido adueñando de tierras en todo el mundo, llevando a los campesinos a la miseria y al suicidio, y envenenando a media humanidad con sus peligrosos alimentos transgénicos.
Aunque me referí principalmente al escenario internacional, haciendo un
poquito de memoria encontraremos a estos mismos personajes o sus agentes
en Venezuela haciendo de las suyas. La especulación con mercancías y
divisas, el remarcaje de precios, el acaparamiento, el contrabando, la
escasez artificial, la cartelización, el soborno, son tan comunes acá,
que prácticamente quien no la práctica en nuestro medio empresarial es
considerado un pendejo. El fraude empresarial está tan
institucionalizado en Venezuela que hasta aceptamos como normal que un
litro son 800 ml….
Establecidos estos hechos empíricos de la dura realidad que vivimos
todos los días, entonces la pregunta que surge de inmediato es ¿cómo
sobrados camaradas, curtidos en luchas, pueden llegar a pensar que
existe una diferencia entre estos peluches y el Chapo Guzmán?
La respuesta es el profundo efecto ideológico que nos lleva a comernos
con plato y todo, los relatos que el capitalismo nos ha preparado,
haciéndonos creer hasta de manera inconsciente, que hay una diferencia
real entre los empresarios y los mafiosos. La cura para tal enfermedad,
es otra vez, investigar seriamente y dejar de lado nuestras ideas y
conceptos formales que no se fundamenten en la realidad. Abandonemos el
librito y las formalidades y ejerzamos el escepticismo crítico sobre
todo, en especial sobre las cosas que nos vende el capitalismo.
El burgués que no es mafioso es porque aún no tiene poder para serlo.
Los mafiosos son empresarios y si estos no lo son es porque no han
podido. La diferencia es formal. El traficante con alcohol en EEUU de
los años ´20 era un delincuente, como hoy lo es el de marihuana. Pero
como hemos visto, una vez legalizados ambas drogas, ahora los antiguos
delincuentes son empresarios respetados. Igual podría decirse de la
esclavitud, que hoy día es mal vista en la mayor parte del mundo, pero
que fue un negocio absolutamente legítimo hasta hace unos 50 años en
algunos países. Lo contrario también ocurre, el que se dedicaba a
comerciar con dólares, era un cambista, luego del control de cambios se
convirtió en un mal visto raspa-cupo.
En lo sustantivo lo que hacen todos estos sujetos, es lo mismo: realizan
una actividad social en la cual intercambian bienes y servicios
(incluido intangibles) esperando obtener un beneficio, un lucro.
Evidentemente lo que ofrecen tiene valor para alguien, de lo contrario
sería como el aire y estaría fuera del comercio. Ahora bien, en
determinado momento por una u otra razón establecemos que cosa es legal o
no intercambiar, pero esto no cambia el hecho que mientras exista una
necesidad (real o ficticia) existirá alguien buscando satisfacerla a
cambio de un beneficio. La prohibición lejos de eliminar el comercio
ilícito es un estímulo para mayores ganancias y para "emprendedores
duros" amantes del riesgo y de la adrenalina.
Nos gustaría pensar en una imagen rosa y falsa de la realidad vendida
por los aparatos ideológicos, acerca de que existen necesidades y medios
legítimos de satisfacerlos. Pero la realidad otra vez nos muestra que
eso no ocurre. Puede que yo obtenga un beneficio en una relación de
intercambio "legítima", en la cual obtengo una ganancia a cambio de la
venta de un producto o la prestación de un servicio, sobre la base
exclusiva de la satisfacción de la necesidad de un cliente. Eso
asumiendo que no tengo ningún poder sobre el cliente y que su elección
de mi producto o servicio fue debido a lo maravilloso del mercadeo, la
superior calidad de mis productos o simplemente fue lo primero que
consiguió. Este sería otra vez el caso de la pequeña panadería del
portugués. Puedo o no comprar su pan, porque me es más cómodo y porque
ofrece un precio razonable.
Pero (nunca falta un pero), mi proveedor también puede obtener una
ganancia no por el producto o servicio que me vende, sino en base a un
poder sobre mí. Para él sería maravilloso, para mí una tremenda jodida. Y
esa es precisamente la clave, el beneficio puede ser obtenido con un
cambio de grado en nuestra relación comercial (¿?), que podría ir desde
el simple hecho que es la única panadería de la zona, porque el bichito
se encargó de amenazar a posibles panaderos competidores, hasta amenazar
mi integridad física, si compro pan en otro lado. Las variaciones son
infinitas, podría también cartelizar el mercado poniéndose de acuerdo
con los otros panaderos para poner el precio del pan al valor que les dé
la gana, o reservarse de manera exclusiva la clientela de una zona
determinada. Y el feliz, porque consiguió una manera más eficaz de
obtener ganancias sin necesidad de pasar por esos molestos procesos de
incrementar la relación precio/valor, a cambio del ejercicio de un poco
de coerción. Pero también puede desarrollar métodos más sutiles y
perversos, apelando a mis instintos primarios de placer y volverme
adicto a su mercancía, con lo cual obtiene lo mismo: ganancias
aseguradas y sin necesidad de violencia física.
Exactamente eso es lo que hacen las grandes empresas y lo que las
imitan, como nuestros "emprendedores duros". El libre mercado
efectivamente como Adam Smith dijo, actúa como una mano invisible, pero
no para ajustar los precios, sino para introducir profundas
desigualdades entre los agentes económicos, gracias a mecanismos de
retroalimentación positiva que terminan beneficiando a unos pocos.
Finalmente, estos últimos adquieren tal posición de dominio que les
permite lucrarse por "medios no tan inocentes", y eso es justamente lo
que hacen los peluchitos que mencioné antes, es decir lucrarse al más
bajo costo posible, ahorrándose dinero no solo con mano de obra barata,
sino saltándose cualquier barrera que se oponga a sus objetivos de
lucro, sean laborales, morales, ecologistas, técnicas, normativas,
políticas y de cualquier otro tipo.
La corrupción
En su búsqueda de ganancia vale todo, tan solo hay que cuidar las
formas. Aceitar la maquinaria estatal, es solo una parte más de la
inversión que multiplicará las ganancias. Esto es tan inherente al
sistema capitalista, que en los EEUU, han inventado eso de los Lobbys,
es decir una forma estilizada de reconocer el soborno a los funcionarios
públicos para cooperar con el enriquecimiento de los burgueses.
Últimamente han avanzado un poco más en esta legitimización descarada
del soborno, a través de lo que llaman "el financiamiento de las
campañas electorales", levantando sin pudor los límites al
financiamiento a la plutocracia made in USA.
Aquí aún no hemos llegado a estos refinamientos, nuestra falsa moralidad
tercemundista todavía no nos lo permite. Mientras tanto, los grandes
ladrones del mundo, nos señalan con el dedo mostrándonos como el país
campeón de la corrupción.
Es bueno tener presente otra vez al viejo Gaston Leval quien nos
recordaba la lección que todo Estado nace de la conquista y de la guerra
(incluso nosotros). Son los guerreros triunfantes los grandes
administradores públicos, porque demasiado rápido descubren que la
rapiña y el bandidaje agotan rápidamente su tasa de ganancia porque
acaban con la gallinita de los huevos de oro, por lo tanto requieren
otras formas más eficaces de seguir con lo mismo: robarle la plata a los
demás, es decir a los que perdieron la guerra, pero ahora en paz.
Si piensan que es mentira o una exageración, repasen la historia
reciente de Europa y verán que los guerreros vikingos son los grandes
fundadores de los estados más poderosos: la nobleza actual inglesa es
vikinga, aunque lo disimule; los normandos franceses eran vikingos; el
estado ruso, aunque no le guste a los eslavos, también es de origen
vikingo. El resto fue obra de otros pueblos germánicos guerreros: España
por los godos y Austria y Alemania por los germanos. Como lo notan
algunos historiadores, la inestabilidad de los estados eslavos de los
Balcanes parece tener su origen en que fueron pueblos vencidos por
guerreros griegos, romanos, germanos, turcos y austríacos a lo largo de
la historia, jamás vencieron a nadie.
De allí que la administración pública refleje la misma estructura de
mando de los ejércitos y su división de trabajo, solo que ahora en vez
de guerrear para saquear, se trata de administrar para seguir saqueando.
Y de allí derivan esas leyes (que mixtificamos creyéndonos que separan
lo justo de lo injusto) cuyo fin no es otro que el saqueo en santa paz.
Esta institución tiene pues su origen en la guerra y su fin es poder
vivir sin trabajar a costa de explotar a los demás. De modo que al
capitalismo, esta institución le queda de maravillas para sus objetivos
de asegurar e incrementar las tasas de ganancias. Así que una vez más,
es iluso pensar en el Estado como una especie de contrafuerte a los
malévolos peluchitos capitalistas. Todo lo contrario, él está allí para
facilitar e incrementar este proceso de transferencia de riquezas de
muchos hacia unos pocos. Esta es su esencia. El problema es que este
carácter clasista del Estado es a veces desdibujado por los añadidos que
desde fines del siglo XIX vienen incorporándosele, pero como
magistralmente lo mostraron Gramsci y Althusser, su rol esencial sigue
siendo el mismo.
En este marco de ideas luce clarísimo que la corrupción no es un
problema debido a la poca o nula ética de ciertos funcionarios. Es
inherente al sistema, no es una excrecencia, es parte del rol que cumple
el estado en el sistema capitalista. El hecho que pareciera que vivimos
en un país donde la corrupción está desatada, nubla el hecho cierto que
la corrupción campea a sus anchas en los países capitalistas avanzados,
es solo una diferencia de estilo y de forma, entre la coima grosera de
nuestros jefazos de turno y el lobby norteamericano o el reparto de las
riquezas de Grecia en manos de unos avispados alemanes, amparados por el
superestado de la Troika Europea.
Algunos pensarán, bueno pero y ¿dónde está la ética? Aunque comparto la
importancia de la ética, esta no puede sobrestimarse. Los experimentos
realizados incluso con niños, muestran que si la gente sabe que puede
salirse con las suyas, hasta el mismo Jesucristo se hubiese metido par
de panes y una copa de vino en la túnica al salir de la Boda de Canaán.
Esos mismos experimentos muestran como se reducen las posibilidades de
embolsillarnos algo que no es nuestro, si estamos expuestos socialmente.
Es decir el rechazo social resultado de que nos descubran, resulta más
fuerte que el temor a la sanción penal y conduce a que nos comportemos
como santas palomas. Por ello, para reforzar nuestra vacilante ética,
siempre es bueno exponernos al riesgo de que nos vean la mayor cantidad
posible de los miembros de nuestra comunidad, asumiendo claro está que
esta no es la Corte de los Milagros o la Banda del Picure y que nosotros
no somos unos psicópatas antisociales.
El Bachaqueo
En la dinámica generada por el afán de lucro se inscribe también el
bachaqueo, que no es más que otro nombre para la especulación y si nos
resulta más chocante es solo por ese sesgo cognitivo de los humanos, de
ser más afectados por lo inmediato que por lo lejano. Esa es toda la
diferencia. Nos hiere más ver a esos malandros pobres especulando, que a
los dueños anónimos de las cadenas de supermercados y farmacias que
hacen exactamente lo mismo y a una escala miles de veces mayor. Los
bachaqueros son solo una extensión de la cadena de comercialización de
los "comerciantes honestos", la cual ha revelado nuevos nichos para
obtener ganancias aún mayores manipulando la distribución. Todo ello sin
necesidad de invertir una puya o realizar algún esfuerzo adicional. Es
ganancia free. La materialización del paraíso soñado por todo
capitalista gracias a un gobierno socialista.
La confrontación
Una vez develada la identidad entre capitalistas "legales" e "ilegales",
la estrategia para enfrentar a los últimos que tanto le preocupa a mi
estimados amigos, no es sino la misma que se utiliza en esta ya larga
lucha contra la burguesía. El hecho que el mafioso haga un uso descarado
de la amenaza y la violencia, en nada difiere de la que el capitalista
con sus tribunales, policías, ejércitos, medios de comunicación y toda
una panoplia de recursos, puede movilizar en contra del trabajador.
Macri nos está dando clarísimas lecciones sobre esto. La única
diferencia es la inmediatez de la violencia y la amenaza del primero
frente a la más sofisticada, sutil y eficaz ejercida por el segundo.
La estrategia es la misma: impedir la apropiación de la riqueza generada
por el trabajo de los demás, sea que esta apropiación se haga en un
primer grado por la explotación directa del trabajador o en segundo
grado por los otros mecanismos "legales" o "ilegales", como el
contrabando, la especulación, la inflación, el acaparamiento, el fraude,
la estafa, la corrupción, la extorsión, el secuestro o la amenaza
física o psicológica. Parodiando a Proudhon, la propiedad privada de los
bienes de producción de riqueza "legal" o "ilegal" sigue siendo un
robo.
Las armas pasan entonces por todas las formas de luchas que el
movimiento obrero ha desarrollado desde hace 200 años y las nuevas
formas que puedan surgir, desde la lucha parlamentaria, la organización
política, el boicot, la resistencia pacífica, la huelga, la huelga
insurreccional, el internacionalismo, las alianzas de trabajadores y
otros sectores populares, la propaganda y la denuncia, el sindicalismo
revolucionario, las milicias populares, los consejos de trabajadores, la
expropiación revolucionaria, la autogestión de empresas, las
ocupaciones, las comunas, hasta las más modernas como el hacking y las
multitudes inteligentes.
He aquí el escenario y los instrumentos para derrotar la guerra económica.
¿Qué falta? La voluntad política.
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