Bernardo Ancidey
Venezuela sufre tres años de violencia continuada ejercida por la
oposición. Si bien nunca el proceso bolivariano ha transcurrido por
aguas tranquilas, desde la elección de Nicolás Maduro vive en "un golpe
continuado". Durante los años 2014 y 2015, la oposición venezolana se ha
tornado más violenta, causando la muerte de 43 venezolanos y 846
heridos durante los meses de febrero a junio del 2014. Esta inusitada
violencia fue desatada desde abril de 2013 con el llamado que hizo el
candidato de la oposición, luego de salir derrotado en las elecciones
presidenciales. En esa oportunidad fueron 13 las personas asesinadas,
todas identificadas con la Revolución Bolivariana.
La violencia criminal de la derecha ha dejado además, una secuela de
centenares de heridos y cuantiosas pérdidas materiales a universidades,
transporte público, metrobuses, mercados, sistema eléctrico y
telefónico, módulos de salud y Centros de Diagnóstico Integral de la
Misión Barrio Adentro, sedes del PSUV y del Consejo Nacional Electoral,
medios de comunicación popular, oficinas públicas y privadas,
envenenamiento de aguas potables e incluso, la quema y deforestación de
calles, avenidas y parques. No podemos dejar de mencionar el sicariato
en contra de dirigentes revolucionarios, obreros, campesinos y líderes
políticos, destacándose entre estos últimos los cometidos en 2014 en
contra del Diputado Robert Serra y del Concejal Eliécer Otaiza.
Fracasados las conspiraciones militares, el Golpe Mediático, el lockout
petrolero y empresarial, el referendo revocatorio, los bloqueos
parlamentarios, los intentos de enjuiciamiento presidencial, el
aislamiento internacional, y la búsqueda de declaratoria de Venezuela
como Estado Forajido para preparar una invasión desde el extranjero,
ahora el imperio y sus secuaces, refinan sus técnicas de guerra de
cuarta generación. El imperialismo, derrotado sistemáticamente en todas
sus intentonas pasadas y sin reconocer sus fracasos, trata por medio más
refinados de frenar el proceso revolucionario venezolano y
latinoamericano. Mientras tanto, continúa ensayando las mismas técnicas
de debilitamiento al Estado, usadas en Venezuela, una y otra vez en
Brasil, Argentina, Bolivia y ahora en Ecuador.
En Venezuela, donde la lucha latinoamericana del siglo XXI se ha
profundizado, surge una reciente modalidad de asedio, a través de una
mezcla anti-obrera de especulación, manipulación cambiaria,
acaparamiento y "bachaqueo", con paramilitarismo de origen colombiano
disfrazado de delincuencia común, más la permanente y continuada campaña
de rumores y de "ollas mediáticas", montadas desde el eje
Miami-Madrid-Bogotá.
Esta asedio y la continuada violencia política, es sistemáticamente
ignorada o tergiversada por los monopolios mediáticos del imperialismo,
presentándola como originada por el Gobierno de Nicolás Maduro. Tal ha
sido la magnitud de la operación de engaño, que hasta el propio Consejo
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, ha sido utilizado al dar por
ciertos los reclamos de la derecha acerca de una fantasiosa persecución
política por parte del Gobierno, mientras desoye el clamor del Comité de
Víctimas de las Guarimbas, auténtico representante del dolor popular
causado por la oposición fascista venezolana. Cinismo similar se
despliega cuando frente a las acciones de legítima defensa de Venezuela
en contra del paramilitarismo, salen los que nunca se preocuparon por
defender al pueblo de los desmanes de los Gobiernos de la Cuarta
República, a romper lanzas en una supuesta defensa de los derechos
humanos. Tamaña hipocresía manipuladora solo es comparable con las
declaraciones del Departamento de Estado de los EEUU, cuando condena la
supuesta violación de los derechos humanos en un país considerado
enemigo, mientras que ignora sus propias violaciones o la de sus
aliados, reales y muchos más graves.
Las próximas elecciones parlamentarias son claves. El chavismo acaba de
mostrar su fuerza electoral en las recientes primarias, movilizando casi
tres millones y medio de personas en medio de un escenario difícil de
guerra económica. Por su parte, el paramilitarismo mostró su poder de
fuego y organizativo, al impedir el derecho al voto en una barriada
popular de Caracas, enfrentándose a un contingente de 80 hombres de
tropa profesional. La derecha ya sabe que no tiene el triunfo
garantizado y por tanto ve esfumarse su estrategia de golpe
parlamentario al estilo de Honduras o Paraguay. De allí que comience a
mover su estrategia hacia el uso simultáneo de la amenaza paramilitar
para lograr la inhabilitación de centros de votación de tradicional
mayoría chavista, agudizar la guerra económica de aquí a diciembre, y
prepararse, al igual que en 2013, para desconocer los resultados y
desatar la violencia.
El Gobierno Bolivariano está enfrentando decisivamente al
paramilitarismo en todo el país y en esta tarea cuenta con un masivo
respaldo popular. Una labor similar se necesita para contrarrestar la
asfixiante guerra económica, pues es allí donde la burguesía ha tenido
más éxito. Los próximos meses serán un nuevo reto para la revolución
latinoamericana, la cual apuesta a que una vez más, el legado del
Comandante Chávez iluminará al pueblo de Bolívar para que siga
derrotando imperios.
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