Bernardo Ancidey
Hace poco menos de un mes tuve la
oportunidad de asistir a la USB a la presentación del documental “Cultura
Pemón: El fuego que no se debe apagar”. Este interesante trabajo expone la
opinión de representantes del pueblo pemón que habita el Parque Nacional Canaima,
al sur del estado Bolívar, en relación al conflicto que existe entre su cultura
ancestral y la occidentalizada visión sobre el mundo que permea la acción
oficial.
Aunque el conflicto criollo-indígena
se extiende a todas las esferas de la vida humana, un punto neural concierne a
la relación en torno al manejo del fuego. Para el Pemón el fuego controlado (de
lo contrario es un incendio) es generador de vida, al facilitar el desmonte y
la fertilización del conuco, donde de manera comunitaria se trabaja y se
aprovechan los frutos de la tierra. Pasado un tiempo, el conuco es abandonado,
dándole tiempo a la naturaleza para
recuperar la vegetación, mientras los pemones se dirigen a otro lugar alejado.
Este cultivo en mosaico proporciona la sustentabilidad requerida para que la
comunidad y la tierra prosperen en un equilibrio dinámico. El fuego controlado,
como lo han sabido desde tiempos inmemoriales los indígenas, elimina los
excesos de vegetación, evitando que sirvan de combustible para voraces
incendios que acabarían totalmente con la sabana y el bosque.
Por el contrario, para el criollo
y las empresas como EDELCA, el fuego es una gravísima amenaza a la vegetación y
por tanto un peligro que debe ser conjurado porque afecta la disponibilidad de
agua para los embalses y por ende la generación de energía hidroeléctrica de
Guayana. Los pemones se convierten así en los “quemones” y su cultura de uso
del fuego es severamente condenada. Al obrar de esta manera, sin reconocer el
carácter complejo del ambiente, el pensamiento criollo se convierte en el mejor
aliado de los incendios, mientras su principal enemigo es sujeto al escarnio.
Afortunadamente un equipo de
investigadores de la USB, merecedores del Premio Nacional de Ciencia de este
año, luego de una extensa investigación logró mostró una convergencia entre el
conocimiento científico “duro” y los saberes de los abuelos pemones,
reconociendo que las prácticas agrícolas de estos últimos son lo mejor que el
ser humano ha podido realizar hasta ahora, en un ambiente tan frágil como la
Gran Sabana venezolana.
Es oportuno recoger las
experiencias de los investigadores de la USB, sobre como en diversas
oportunidades funcionarios públicos terminaron reconociendo y apoyando los
hallazgos, sin embargo su capacidad para cambiar las políticas institucionales,
se vieron severamente limitadas por la alta rotación del personal. Los
investigadores han optado entonces, por dirigir principalmente sus esfuerzos
hacia la propia comunidad a los fines de fortalecer su posición, pues después
de todo, ellos son lo que podrán presionar de manera permanente para lograr los
cambios requeridos.
Sin duda que la investigación coordinada por la Dra. Bibiana Bilbao y su equipo de la USB, es una
muestra excelente de cómo una ciencia pertinente se conjuga con saberes
ancestrales para encontrar soluciones creativas y propias a los problemas que
nos aquejan como país. Un esfuerzo que vale la pena ser emulado. ¡Felicitaciones!
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