Bernardo Ancidey
Bajo este término se designan las
campañas mediáticas dirigidas a promover o atacar una idea, un producto, un
candidato o un gobierno, presentándolas como resultado de genuinos movimientos
de masas, cuando en realidad detrás de ellas solo hay un software o un grupo de
personas pagadas para generar miles de identidades ficticias.
En Venezuela recientemente
presenciamos como las redes sociales fueron ampliamente utilizadas para
presentar al Gobierno de Venezuela como “violador de los derechos humanos”. El
éxito ha sido tal que todavía no se ha podido desvirtuar la imagen creada
artificialmente, incluso ante gobiernos amigos y representantes de
organizaciones internacionales.
Existen estudios que muestran que
si el astroturfing no es develado, puede efectivamente lograr el cambio en la
percepción de las personas, de modo que no es extraordinario lo ocurrido en
Venezuela. Esto puede lograrse debido a que es relativamente fácil generar un
trend topic en una red, si miles de identidades falsas aparecen diciendo lo
mismo. Las personas reales pueden sumarse a estas tendencias tan solo por el
hecho de seguir la corriente, o creer mentiras que son repetidas una y otra vez
por parte de las que creen son otros seres humanos.
La situación ha persistido porque
la campaña desatada en contra de nuestro país, se ha enfrentado de manera
tradicional, con declaraciones, reuniones y uno que otro mensaje en los medios
tradicionales, descuidando el carácter virtual en el cual se realizan los
ataques.
El astroturfing se enfrenta en dos
planos: el legal y el tecnológico. El primero implica penalizar esta práctica a
nivel internacional, tal como ocurre con el terrorismo, la piratería o la trata
de blancas. Debe ser así, porque las campañas de astrotufing pueden originarse
desde cualquier país del mundo. Tanto EEUU como Europa ya cuentan con
normativas para enfrentarlas, en especial la realizada por empresas o lobbys.
El segundo plano implica disponer
del software apropiado que permita detectarlo y contrarrestrarlo, identificando
la fuente de donde proviene la campaña, sean gobiernos extranjeros, empresas u
organizaciones políticas. Para ello es necesario contar con el concurso de un
equipo interdisciplinario de especialistas en el tema que asesore al alto
gobierno en este tema.
Aún estamos a tiempo para que los
revolucionarios comprendan que en una guerra de cuarta generación como la que
nos encontramos, la ingenuidad científica y tecnológica puede cobrarnos un
precio demasiado alto.
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