Bernardo Ancidey
Vistos antes como rarezas
biológicas, hoy día se reconoce el profundo efecto que los parásitos tienen en
el modelamiento de los ecosistemas. Ellos son capaces de modificar las
conductas de los demás seres vivos en su propio beneficio, forzando a sus
huéspedes a comportarse en formas contrarias a las que naturalmente tendrían
para sobrevivir. Los parásitos afectan a los humanos obligándonos a actuar de
maneras que favorecen su reproducción y supervivencia. Comportamientos que
creemos que son de origen puramente social, como religión, protocolos, gestos,
maquillajes, artes culinarias, vivienda, arquitectura,urbanismo de pueblos y
ciudades, cortejo y vestimenta, en realidad son parte de nuestras respuestas
para evitar o mitigar el control que los parásitos pueden llegar a ejercer
sobre nosotros.
Si el parasitismo supone una
ventaja apreciable para el parásito, se hace permanente y suele ser un proceso
irreversible que conduce en el tiempo a profundas transformaciones fisiológicas
y morfológicas. El parasitismo suele producir una fuerte simplificación o
reducción orgánica, a veces tan drástica que los hace irreconocibles.
En países capitalistas
centrales las burguesías aún participan en la creación de riqueza, pero en
Venezuela su burguesía atravesó un proceso de reducción orgánica y ahora es
totalmente parásita. No produce nada que en realidad necesitemos, solo unos
pocos bienes y servicios, escasos, excesivamente caros, de pésima calidad y
dañinos a la mente y al cuerpo, con los cuales nos controlan y succionan las
migajas que nos tocan de la renta petrolera. No se justifica que la sigamos
alimentando para que nos destruya por la vía del sabotaje y la violencia fascista.
Su locura de los últimos días, es la reacción de la lombriz frente al purgante.
Nada le debemos y no tenemos porqué darle parte de una riqueza que no le
pertenece y que no ha generado. Si la desea, entonces que la produzca y si no
puede hacerlo, como no lo ha hecho en más de 60 años, entonces no se justifica
su existencia.
Venezuela tiene la
posibilidad de deshacerse inmediatamente de su burguesía sin afectar su
economía. El antiparasitario es reemplazarla con formas socialistas de
producción gestionadas por los propios trabajadores y es la única forma de
enfrentar con éxito sus planes imperiales por volver a controlarnos. Aplicar la
receta del capitalismo de estado es debilitar al paciente frente a la
enfermedad parasitaria. Revolución que no avanza, tampoco retrocede, desaparece.
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