Omar Gómez
Nuestro Continente
se encuentra atravesado, justo en la mitad por un Canal que en vez de traer
beneficios para nuestros pueblos, más bien ha sido el medio para que se
enriquecieran las superpotencias y las oligarquías criollas. El Canal de Panamá
es la vía que permite comunicar los océanos Pacífico y Atlántico sin necesidad
de atravesar el sureño Cabo de Hornos, como se hacía hasta el siglo XIX.
Es bueno recordar
que la ambición de los EEUU por construir el Canal, obligó a la firma del
Tratado Herrán-Hay con la República de Colombia, para luego ser rechazado por
el Senado colombiano, lo que dio las excusas perfectas a un grupo separatista
del norte de Colombia para proclamar, con el auspicio gringo, la creación de
una nueva República. Luego de la separación, en 1903, los Gobiernos de EEUU y
Panamá firman el Tratado Hay-Bunau Varilla para la construcción del Canal que
finalmente fue inaugurado en 1914.
Hubo que esperar hasta
la firma del tratado Torrijos-Carter, en 1977, para acabar con la perpetuidad
del anterior tratado y poner fecha a la transferencia del Canal a manos
panameñas. Ahora un consorcio, el Grupo Unidos por el Canal (GUPC) trabaja desde
2009 en las labores de ampliación del
Canal, construyendo nuevas esclusas de la ruta acuática, bajo la tutela de la Autoridad
del Canal de Panamá (ACP).
Hoy, 100 años
después de su inauguración, cuando se está trabajando en la ampliación del
mismo, continúan las ansias imperiales y capitalistas por seguir extrayendo
beneficios a costa de una obra por la que los panameños reciben apenas migajas.
Actualmente las
ampliaciones las realiza un consorcio liderado por la empresa española Sacyr,
junto con las empresas italiana Impregilo, la belga Jan de Nul y la española
Constructora Urbana. Este Consorcio ha desarrollado una estrategia de
negociación harto conocida por nuestras economías. Se trata de un conjunto de
acciones en donde la República contrata a una gran transnacional que
supuestamente tiene la experiencia, conocimiento y el músculo financiero para
realizar la obra. La empresa cotiza, se aprueba el proyecto, se firma el
contrato con una gran difusión mediática y luego comienzan los dolores de cabeza: los
replanteamientos, los problemas “ocultos”, los cambios de precio, las obras extras, en fin, un conjunto de situaciones
que disparan los precios originales y dan al traste con cualquier planificación
que se haya podido realizar.
Muchas veces esto
viene amenizado con cambios de autoridades relevados por no cumplir los plazos
de entrega, retrasos mientras las nuevas autoridades entienden la magnitud del
problema y luego otra vez, nuevos replanteamientos, nuevos precios, aumentos y
nuevas obras extras. Lo que le ocurre a Panamá con la empresa Sacyr es
exactamente igual a lo que ocurre con la mayoría de las contrataciones que se
realizan con las transnacionales. No es casual, es una estrategia bien pensada
en donde ellos son especialistas en desangrar los presupuestos de nuestras
naciones.
Sin embargo, en
Panamá el caso tiene unas implicaciones mayores. Los medios de comunicación han
politizado al extremo el problema, hay repercusiones diplomáticas importantes,
además que la suspensión de las actividades ha dejado en espera a más de 10.000
trabajadores de esta inmensa obra. Sacyr y sus socios han dicho que las
autoridades del Canal no han pagado una factura pendiente de 50 millones de
dólares, además de señalar que se han fijado en alrededor de 1.600 millones de
USD los sobrecostos producto de aumentos y obras adicionales.
Por el lado
panameño, las autoridades se encuentran entrampadas, porque rescindir el
contrato y buscar a una nueva empresa puede llevarlos a una larga disputa en
tribunales que incrementaría notablemente los costos de la obra, además está
latente el conflicto con el Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción
y Similares (Suntracs) quien ha dicho que no va a permitir que los trabajadores
sean los afectados en el conflicto.
Es importante
destacar que el Consorcio ganó en el año 2009 la licitación para la
construcción de las obras con una oferta de 3.118 millones de USD y con la meta
de terminar en el 2014. Ahora solicitan 1.600 millones adicionales y han
prometido la obra para el 2015. ¿Suena esto conocido para quienes dirigen
proyectos en otros países en donde la contraparte son grandes transnacionales
de la construcción y la ingeniería? ¿Cuántas empresas como Sacyr tenemos, por
ejemplo, en Venezuela?
La verdad es que el
Capitalismo se amolda a los nuevos tiempos y consigue nuevas maneras de
expoliar, de explotar y de extraer recursos de nuestros países.
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