Alí
Ramón Rojas Olaya
En la vida hay seres que encienden luces y hay
quienes las apagan. Las luciérnagas poseen luz propia y con ella vencen la
sombra. Los murciélagos son enemigos de la luz, su hábitat es la sombra, la
oscuridad.
Simón Rodríguez en 1828 creó la educación popular:
“Dénseme muchachos pobres” para formar sus corazones para la libertad, la
justicia, lo grande, lo hermoso en escuelas que serán fábricas, huertos,
laboratorios. Con ellos tendremos “la industria que pedimos, la riqueza que
deseamos, la milicia que necesitamos, en una palabra, la ¡Patria!”.
En el año 2009 el cardenal Urosa Savino propuso
una pedagogía opuesta a la rodrigueana, la de la sumisión: “los hijos de
familias pudientes, llamados a ir a las universidades y, más tarde, tomar las
riendas de empresas, negocios, ejercer las profesiones libres y ocupar los
cargos más altos de la administración pública, deben ser educados para alcanzar
estos fines”; por otra parte “los niños que, por su origen socioeconómico,
tienen desventajas, deben ser educados en el respeto hacia la autoridad, en la
diligencia, en la modestia y, sobre todo en el mensaje cristiano del amor”.
La educación de Rodríguez, argumenta Urosa, de
concretarse, “nos llevará al caos” porque “los niños de los estratos más pobres
querrán acceder a las mismas posiciones que sus compañeros más afortunados,
creándose la inconformidad y alimentándose la envidia”; y “los de los estratos
superiores perderán motivación para estudiar y alcanzar el éxito”.
Róbinson decía que la religión “da el derecho
de oprimir al prójimo, y al prójimo le impone el deber de aguantar. Por este
principio, los ministros del altar son instrumentos serviles de especulación.
Predican a todo fiel cristiano, sumisión a los hacendados, a los fabricantes y
a los mercaderes, llamando resignación, la ciega obediencia de los brutos y
virtud, la estúpida conformidad con la voluntad del patrón”.
Rodríguez fue un obrero de la luz, una
luciérnaga. Propuso la pedagogía para la emancipación. Urosa es un mercader del
templo, un murciélago. Propone la pedagogía de la sombra.
Dice Róbinson: “la luz, en su progreso, alumbra
primero las cimas que las simas: en éstas, quedan, por algún tiempo, sombras”. En
ellas aletea el cardenal.