Bernardo Ancidey
Introducción
Mosquera (1)
dejó un sabor amargo al alertar sobre el grave problema con las estadísticas
del registro de estudiantes universitarios en Venezuela y el efecto que tiene
sobre el presupuesto de la nación. Es una gravísima situación de la que casi no
se habla. La confrontación sobre el tema universitario ocurre siempre a un
nivel cargado de demagogia y politiquería que no deja espacio para reflexiones e
investigaciones sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo. Como
resultado de este ruido mediático, asuntos como la contraloría social sobre los
recursos dedicados a la educación pasan desapercibidos. La inacción conduce a
un gigantesco desperdicio en recursos, originado por la asignación
presupuestaria en base a estadísticas pobres o falseadas: sean los “estudiantes
eternos” de la Universidad Nacional Abierta (UNA) que menciona Mosquera y los tal
vez, miles de falsos inscritos o plazas disponibles que colocan algunas universidades (2; 3) para justificar sus
demandas presupuestarias.
Análisis
En primer lugar el problema
tiene raíces que arrancan desde el propio proceso de asignación de plazas
universitarias y se incrementa por la ausencia de mecanismos obvios de
centralización y auditoría de los datos de control de estudio de las
instituciones educativas, situación por la cual abogábamos hace unos años (4). Revisando algunos
datos no muy lejanos se encuentran situaciones como las siguientes:
·
En 2010 para desmeritar los logros del nuevo Modelo
de Asignación Multivariable (lo cual no logró, véase (5)),
González Ulpino (6)
reportaba para la institución con la mayor demanda en el país en los últimos 17
años (7),
la Universidad Central de Venezuela (UCV), una baja tasa de inscripción efectiva, es decir de %Inscritos/Asignados. El
área de conocimiento con mayor tasa fue Ingeniería, Arquitectura y Tecnología, para
la cual de cada 100 estudiantes asignados por la Oficina de Planificación del
Sector Universitario (OPSU) se inscribieron 70. En otras palabras sobraron 30%
de los cupos, que a la fecha nadie ha explicado que hicieron con ellos. Seguían
porcentualmente para las otras áreas: Ciencias Básicas con 67% asignados; Humanidades,
Letras y Artes con 63%; Ciencias de la Salud con 59%; Ciencias Sociales y
Ciencias de la Educación con 51%; y de último y como no debe ser ninguna
sorpresa para algunos lectores, Ciencias del Agro y del Mar, con 38%. En
promedio, de cada 100 estudiantes asignados por la OPSU a la UCV solo 58
terminaron inscribiéndose en 2010.
·
Lo peor de la situación es que los sectores más
pobres de los estratos socioeconómicos V, IV y III, beneficiados por las nuevas
políticas de inclusión, eran los que menos tendían a inscribirse, mientras que
los provenientes de los estratos más ricos, I y II, se inscribían en mayor
proporción. Las causas habría que investigarlas, porque pueden ser
socioeconómicas o de otro tipo, que impiden que los más pobres se inscriban en
la UCV a pesar de ser asignados, tal vez porque deben trabajar para llevar
dinero a sus casas o porque salieron en una opción de estudio que no era su
preferida. Esta última hipótesis dejaría sin explicación la existencia de cupos
desperdiciados en carreras muy demandadas, donde lo más probable es que los
asignados hayan sido los que obtuvieron mayor calificación en la prueba de
ingreso o los de mayor índice en la asignación vía OPSU, o sea los asignados en
sus primeras preferencias.
·
Pero el misterio de los asignados pero no inscritos para nada es exclusivo de la UCV o del
proceso de la OPSU. La Universidad Simón Bolívar (USB) reflejaba una situación
similar, así en el año 2008 de los 605 asignados solo se inscribieron 322 (tasa
de inscripción efectiva de apenas 50%) a pesar de que la “lista de cola” era de
más de 23 mil personas según denunciaban los estudiantes (8). La presión
estudiantil afortunadamente tuvo sus resultados. La USB señalaba en el año 2015
(9) que 94,9% de los
cupos asignados por la OPSU, fueron ocupados por estudiantes de nuevo ingreso
entre los años 2011 y 2014 gracias a las convocatorias realizadas. Muestra
evidente de que las cosas se perfeccionan cuando existe un compromiso
institucional con la mejora del ingreso y el desempeño estudiantil. Esto genera
identificación del estudiante con sus estudios, factor esencial para la
prosecución según investigaciones sobre la deserción (10).
Sin embargo, es de notar que luego del cambio en los factores del Modelo de
Asignación Multivariable en 2015, volvió a disminuir la tasa de inscripción
efectiva a solo 70% (11).
·
En la Universidad de Carabobo, el estudio del año
2011 de Guevara, Terán y Rodríguez (12)
mostró una situación similar en Medicina, tanto para el ingresado vía OPSU como
por la Prueba de Admisión Interna: “…de la asignación del 30% de los cupos,
reservada para el CNU, solo se inscribió, durante este periodo 2003-2006, un
18,7% con un promedio de 29 alumnos por año, frente a 58,9% que ingresaron por
la PAI con un promedio de 91 cada año”. Aquí valen las mismas reflexiones
realizadas anteriormente.
·
Recientemente en enero de 2016, la Universidad de
los Andes (ULA) reportaba el mismo fenómeno de baja tasa de inscripción
efectiva (13), de 7 mil asignados
solo se presentaron 4 mil, es decir una tasa de inscripción efectiva de 57%.
·
La tara tampoco es exclusiva de las universidades con
autoridades no afines a la gestión de gobierno. Entre las bolivarianas ocurre
igual, como lo denunciaba el mismísimo Ministro del Poder Popular para la
Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, Manuel Fernández, al señalar a
fines de octubre de 2015, que solo se habían inscrito 56 mil bachilleres debido
a trabas impuestas por las universidades (14).
Algunos dirán que la caída en la tasa de inscripción
efectiva se debe a los cambios introducidos en 2015 en el Modelo de Asignación
Multivariable. Otros, tal vez señalen que la caída se debe a la crisis
económica que impide que la gente pueda iniciar una carrera, porque la
prioridad es conseguir la comida del día. Son argumentos poderosos que sin duda
están contribuyendo a la disminución de la tasa de inscripción. Empero, y como
lo demuestran las citas anteriores, la situación ha existido previamente, con
otras modalidades de ingreso y sin crisis alimentaria.
En todo caso permanece la pregunta: ¿Qué pasó con todos
los cupos sobrantes? La pregunta es pertinente porque justamente para evitar
esa situación se implementó la llamada “lista de cola” en el año 2008, buscando
que todos los cupos asignados fuesen ocupados. El problema, como lo muestra sin
darse cuenta González Ulpino, es que la UCV, al igual que otras universidades, simplemente
“se hace la loca con la lista de cola”. Y tal vez lo sigan haciendo y más, si
los ministerios con competencia en planificación y educación universitaria continúan
creyéndose la idea de que ahora no se trafica con los cupos porque todos se
asignan. Buscan el cuerpo del delito muy lejos del sitio del crimen y al no
verlo, creen que no se comete.
En segundo lugar, la diferencia
entre los asignados, los que algunas vez se inscribieron y abandonaron y los que
efectivamente cursan la disciplina, se volvió algo tan común que algunas universidades
lo asumen rutinariamente como algo normal. De modo que las solicitudes
presupuestarias se justifican en base a un número de estudiantes universitarios
fantasmas. Este hecho ya fue comentado por Mosquera al intentar conocer el
verdadero número de cursantes para la entrega de las tabletas, en el cual se
encontró además, con la inscripción de un mismo estudiante en varias instituciones.
Hace unos 11 años atrás hubo una experiencia similar al contrastar y depurar las
nóminas de becas universitarias, porque varias instituciones educativas, la
OPSU, Fundayacucho y el Ministerio de Educación Superior, las otorgaban simultáneamente a las mismas personas.
Deserción Universitaria
La deserción es un problema endémico en la
universidad venezolana, sobre todo en aquellas carreras que nadie quiere y que
la gente comienza a estudiarla pensando muchas veces en un futuro cambio a la
carrera deseada. Para darse una idea, las cifras de deserción en la UCV han
alcanzado hasta el 81,4% en Ciencias Básicas y 74,9% en Humanidades según mostraba un estudio sobre deserción y repitencia
realizado por la misma institución en 2007 (15). Cifras más
recientes la ubican en 65% para los nuevos ingresos en algunas áreas (15). Tulio Ramírez, Gerente de Desarrollo Docente y
Estudiantil del Vicerrectorado Académico de la UCV, la estimó entre 40 y 60% (16), reiterándolas en
posteriores declaraciones (17).
Lamentablemente, y como parece que ya es costumbre
entre algunas autoridades ucevistas y su manipulación estadística, le echa la
culpa al Modelo de Asignación Multivariable, olvidando olímpicamente que hasta
el año 2014 por esta vía solo ingresaba el 30% de los nuevos estudiantes y que
el cambio en el peso de las notas se hizo para el proceso del año 2015. En
otras palabras, Tulio Ramírez le echa la culpa a un modelo alterado en 2015 que
todavía no había asignado estudiantes a la UCV. Debería pasearse por el caso de
Colombia y Chile, con universidades pagas y exámenes de admisión, como le
gustaría a muchos en Venezuela, y sin embargo muestran cifras de deserción de
45,2% y 54% respectivamente (18) y con un patrón
similar al venezolano: mayor deserción en Ciencias Básicas y Humanidades y
menor en Ciencias de la Salud. Como se observa, el tema es más complejo de lo
que creen ciertas autoridades universitarias, pero la politiquería les sirve
para tapar las desnudeces académicas.
Algunos datos sobre este gravísimo problema de
calidad de la educación universitaria venezolana son reveladores de su magnitud.
Uno de ellos es la tasa bruta de graduación, la cual para la UCV en 2008 era de
10,21% (19) y en 2010 disminuyó
a 9,8% (20)
para carreras largas. Las bajas tasas de la UCV ocurren en momentos en que los
principales mecanismos de ingreso eran la Prueba de Aptitud Académica de la
OPSU y las pruebas internas de admisión, evidencia contundente acerca de la
poca o nula eficacia de dichos instrumentos para mejorar el desempeño
estudiantil universitario. Este tema será abordado con profundidad en otro
artículo.
En 2013 según declaraciones de las propias autoridades
de la UCV (16)
se graduaron 152 estudiantes de los 4 mil 202 que ingresaron en 2008, es decir
apenas el 3,61% de la cohorte. De los 1 mil 514 graduandos de ese mismo
año, había alumnos que tardaron entre 6 y 20 años en completar sus carreras. Otra
vez es importante señalar que según la misma fuente, la gran mayoría (79%)
ingresó por mecanismos internos de la UCV y solo el 21% restante fue asignado
por la OPSU (cuando legalmente debió ser el 30%).
Contrariamente a lo sostenido por las autoridades de
la UCV (16),
tales resultados, es decir las bajas tasas de graduación han ocurrido con
Pruebas de Ingreso internas o nacionales. Algo que con mayor detenimiento
analizamos en (21)
para el período comprendido entre los años 2002 al 2004 cuando todavía no se
había establecido el Modelo de Asignación Multivariable para la asignación de
nuevos estudiantes en las universidades públicas. Las cifras de la UCV no se
alejan mucho de los resultados obtenidos para la totalidad de las universidades
en períodos anteriores, cuando proliferaban los exámenes de admisión en casi
todas las universidades públicas. Así en el año 2006, la tasa bruta de
graduación promedio para todas las universidades fue de 11% (21).
Cifras bajas, pero mejores que las de otras instituciones como la Universidad
Centro Occidental Lisandro Alvarado (UCLA) de 6,23% para el año 2010 (22).
Implicaciones
de la merma entre plazas planificadas y realmente utilizadas
Para comprender las implicaciones de las mermas
señaladas entre las plazas planificadas y las realmente utilizadas es oportuno
hacer el siguiente ejercicio:
·
Una institución como la UCV le informa a la OPSU que
tiene disponibles 100 cupos para una carrera.
·
Supóngase, para ser conservadores, que no hay merma
por la OPSU y que por esta vía se asignan todos los cupos de la universidad.
·
Los datos indican que en promedio solo se inscriben
58 por cada 100 asignados.
·
Para ser aún más conservadores en el cálculo, se
toma el límite inferior de la deserción en la UCV, es decir 40%, eso implica
que de los 58 inscritos, habrán 23 desertores y quedarán en la carrera solo 35
estudiantes de la cohorte original.
Obsérvese que de los 100 cupos originales apenas se ocupan
efectivamente 35 plazas. Nótese además que se están utilizando las cifras de la
universidad con la mayor demanda de cupo en el país en el período 1998-2013 (7). Es oportuno resaltar
que todas las carreras de la UCV tienen una demanda que supera la oferta, de
modo que es de esperar que sea una de las instituciones con menor deserción de
estudios. Luego, si esta situación ocurre en una institución con carreras muy
demandadas, ¿qué pasará en aquellas que tienen poca o ninguna demanda? La
gravedad del problema de los cupos sobrantes alcanzará niveles pantagruélicos al
incorporar estos hechos en la ecuación y tomar en consideración, las 60
instituciones públicas que ofertaron este año, 311 mil 954 cupos en 1 mil 638
disciplinas (23).
Resumen final
Si bien en Venezuela existen dificultades por falta
de cupos en algunas disciplinas universitarias, el disparate en la gestión de
las plazas universitarias y su uso para solicitar y justificar falsas
necesidades presupuestarias, son sin duda un problema de mayor envergadura. Como
se ha expuesto en este artículo, más los análisis realizados previamente en (2; 3), toda la información
relativa a las plazas disponibles y la cantidad real de estudiantes que las
ocupan, utilizada para las solicitudes presupuestarias, está seriamente
cuestionada. En la confección de estas últimas no se toma en cuenta las mermas
que se producen:
1.
Entre la asignación de cupos a la OPSU y los cupos
que se ofertan efectivamente.
2.
La que se produce entre la asignación y la
inscripción efectiva comentada al principio.
3.
Ni tampoco la ocasionada luego de la inscripción y
debida al abandono, deserción y alargamiento de los estudios.
4.
Además, hay que incorporar la inexactitud en las
plazas realmente disponibles debido a fallas en la planificación como las
señaladas en (3) y las denunciadas
por Mosquera (1)
y Alfonzo (24).
Conclusiones
No es atrevido señalar que una parte significativa de la escasez de cupos sería un falso problema
en la mayoría de las disciplinas universitarias, porque la baja tasa de
asignación efectiva o la pre-deserción como se le llama en (11),
la deserción, repitencia, retiros o alargamiento de la duración de las
carreras, tendría como consecuencia una
baja relación de alumnos/docentes en los niveles medios y avanzados de las
carreras. En otras palabras sobrarían docentes, aulas, talleres y
laboratorios en los períodos lectivos avanzados de los programas de estudio.
La anterior conclusión pone en duda los reclamos
presupuestarios de muchas autoridades universitarias, sobre todo las que se han
difundido mediáticamente en los últimos años. Una vez analizadas estas quejas y
contrastadas con las cifras reales del presupuesto, como lo hizo recientemente Alfonzo
(24) para el caso de la
UCV, solo reflejan la kakonomía y el pobre control que ciertas autoridades
universitarias tienen sobre las instituciones que manejan desde hace más de 10
años. En otras palabras, que las solicitudes de recursos tomando como base las
plazas ocupadas por estudiantes fantasmas, de ser atendidas, solo terminan
convertidas en pura grasa presupuestaria.
Recomendaciones
Es urgente actualizar todas las propuestas
realizadas para mejorar el presupuesto, registro estudiantil y la planificación
educativa:
1.
En materia de elaboración, control y seguimiento del
presupuesto universitario:
·
La ejecución inmediata de una auditoría social a las
cuentas de todas las instituciones universitarias públicas, en especial las
relacionadas con las capacidades reales de dichas instituciones para la
docencia, investigación y vinculación socio-productiva, comenzando por la
primera.
2.
En cuanto al registro o matrícula estudiantil
·
Integración o interoperabilidad de las plataformas
tecnológicas de las oficinas de control de estudios para facilitar la
generación de datos confiables y poder realizar un seguimiento a la
disponibilidad de cupos y su efectiva ocupación.
·
Reactivación de la generación de datos oficiales consolidados
a nivel nacional del sistema universitario para disponer de indicadores
nacionales sobre el tema.
3.
En cuanto a las deficiencias en la planificación de
la infraestructura docente, las fallas en la asignación, la baja tasa de
inscripción efectiva, la deserción, abandono y alargamiento de la duración de
los estudios: retomar las ideas para la creación de un verdadero Sistema
Nacional de Ingreso, que permita ir corrigiendo las fallas detectadas hasta
ahora. En tal sentido ejecutar las iniciativas para:
·
El desarrollo de un compromiso institucional con la
mejora del desempeño estudiantil (y no sólo del rendimiento), dentro del
espíritu del anteproyecto de Ley de Educación Superior del Ministerio de
Educación Superior del año 2005 con los desarrollos posteriores del 2009 y 2010 (25), a través un sistema
nacional de seguimiento al desempeño, la prevención de la deserción (Colombia
ya posee algo similar) y la primera inserción laboral del egresado;
·
Implementación del Sistema Nacional de Orientación (25) o SNO, para que
opere desde secundaria hasta la primera inserción laboral. El SNO contribuirá a
determinar la vocación y aptitudes de los futuros aspirantes a estudios
universitarios, reduciendo por tanto las causas de la deserción y el abandono.
Es oportuno señalar que la investigación reflejada
en este y anteriores artículos, jamás aboga por la eliminación de plazas o disciplinas
a la ligera, sino por una planificación efectiva de la oferta académica y la
promoción de aquellas consideradas prioritarias. No tiene sentido continuar
manteniendo y creando programas en nuevos núcleos o instituciones, mientras
exista un enorme exceso de cupos en el país. En artículos anteriores (3; 26) se mostró lo que
está ocurriendo con instituciones y disciplinas. En todos los programas de
estudio identificados, existe claramente un exceso de oferta sobre la demanda,
lo que en la práctica significa tener una gigantesca capacidad ociosa que puede
muy bien ser utilizada de manera más sensata.
Lo expuesto tampoco es un llamado a botar gente ni
mucho menos, sino a realizar una evaluación seria del cupo y del presupuesto
universitario, planificando paralelamente el impulso a las carreras poco
demandadas consideradas prioritarias, y ajustar la oferta de las mismas. En vez
de continuar ampliando la oferta de carreras como las agroalimentarias,
ciencias básicas o algunas de educación, lo mejor es concentrarlas en unas
pocas instituciones donde existan suficientes aspirantes y abrir espacios para
que estudiantes y trabajadores universitarios de otras instituciones puedan
concentrarse en las mismas. La infraestructura que quede ociosa por esta vía,
así como la se determine en otras disciplinas luego de la auditoría propuesta, se
reutilizarían en otros proyectos y programas donde se requieran.
Este conjunto de ideas ni son nuevas ni originales, de
hecho la racionalización de las ofertas académicas, la ha hecho la Misión Sucre
sin traumas, ajustándolas a las necesidades locales, cerrando opciones cuando ya
las metas fueron cubiertas. En las mismas universidades ocurrieron en el pasado
procesos similares de concentración de ofertas en lugares y condiciones más
apropiadas. Es hora de retomar todas esas sanas prácticas en la gestión
universitaria. Es un asunto sobre todo de equilibrio y sentido común, en
especial en épocas de colas por comida.
Bernardo Ancidey
bernardo.ancidey@gmail.com
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