Luego de las fiestas con motivo del Bicentenario de nuestra Independencia, celebrado el pasado 5 de julio de 2011, y después de la transformación radical que sufrió principalmente la ciudad capital, todos los caraqueños suspiran de emoción, de alegría y de admiración por lo hermosa que quedó nuestra ciudad. Sin embargo, es un clamor generalizado el comentario que muchos hacen: "ojalá cuidemos esto, ojalá no falle el mantenimiento, ojalá veamos a nuestra ciudad siempre así"...
Hay que decirlo: la ciudad se pudo transformar gracias a la gestión de un Gobierno Revolucionario, Socialista, que entiende que primero es la gente, que entiende la necesidad de humanizar los espacios para el ciudadano y que entiende que todo esto es posible con la participación y el protagonismo del pueblo venezolano.
Pero así como alabamos la gestión y los resultados llevados a cabo, también es importante hacer una crítica constructiva que se debe hacer extensiva al clamor de los ciudadanos: ¡deben continuarse los trabajos! ¡todas las obras deben concluirse!
Esto es un mal generalizado en toda nuestra América Latina, pero en Venezuela lo observamos con mayor pesar: se inauguró la primera etapa de la restauración de la Plaza Las Tres Gracias, la primera etapa del Hotel El León de Oro, la primera etapa del Paseo Los Próceres, la primera etapa de la Plaza Diego Ibarra, está pendiente la inauguración de la primeta etapa del Bus Caracas, etc, etc. Claro, esperamos, con todo el corazón, que no lleguemos a los extremos de Perú, en donde se inauguró recientemente la primera etapa del Metro de Lima, luego de 25 años de construcción.
Debemos pasar de ser un país en primera etapa a ser un país que todo lo que inicie lo termine, y que jamás se repita el triste espectáculo de tener un cementerio de obras empezadas pero no culminadas.