jueves, 18 de septiembre de 2014

Gastón Leval, el Estado venezolano y su reorganización



Bernardo Ancidey
El Estado como organización social no es una entidad estática, de hecho reconocemos su carácter histórico al surgir en un determinado momento y evolucionar a lo largo del tiempo asumiendo diversas manifestaciones: teocrática, militar, absolutista, burocrática, burguesa o combinaciones de las mismas.
Gaston Leval en su libro “El Estado en la Historia”, muestra su capacidad de autopreservación  adaptándose a las cambiantes situaciones sociales a través de diversas estrategias, siendo una de las más notorias los eternos vaivenes entre la centralización y la descentralización. Con ello no nos referimos a la visión formal que reduce estos procesos a la transferencia de competencias de órganos nacionales a entidades regionales, municipales o comunales. Nos referimos a una visión más amplia, la cual incluye a la anterior, como procesos donde el Estado expande su tamaño diversificándose en un mayor número de constituyentes y concentrando la toma de decisiones en unos pocos órganos.
Tales procesos conllevan una contradicción intrínseca: la expansión implica un Estado grande que interviene en un mayor campo de actividades, ensanchando su base social de apoyo y obteniendo estabilidad. El crecimiento requiere consumir mayores recursos económicos a la vez que disminuye su capacidad de control efectiva, al ser obstaculizada por miríadas de entidades que el mismo promovió. La situación puede mantenerse siempre y cuando la economía lo permita. En general se trata de tiempos de bonanza económica. Lamentablemente este crecimiento afecta negativamente la economía y a la larga hace insostenible al aparato estatal, viéndose obligado a reducir su tamaño, sacrificando en este proceso a sus antiguos aliados sociales. Comienza entonces el proceso inverso de concentración, con una institucionalidad más pequeña y eficiente y centralizando la toma de decisiones en las instancias de mayor jerarquía. El tamaño disminuirá y aliviará la economía, pero al mismo tiempo lo hará más inestable al disminuir su base social de apoyo.
Este patrón de comportamiento, con sus eternos vaivenes,  se ha repetido desde el antiguo Egipto hasta nuestros días. Conviene, por tanto, tenerlo presente al momento de realizar análisis coyunturales y evitar recurrir a supuestas características especiales, para justificar la reorganización del Estado venezolano. Tal proceder nos aproximaría a la hechicería, al negar la dinámica evolutiva subyacente al devenir estatal.
Es dentro de este contexto de complejidad, develado por Leval, que debe analizarse las recientes orientaciones de la política pública venezolana de eficiencia o nada. Su corolario ha sido la unificación de los despachos de Juventud y Deporte; Educación Universitaria y Ciencia, Tecnología e Innovación; Vivienda y Hábitat y Ambiente; y la creación de una instancia dirigida a la desburocratización. Paralelamente, y continuando con un proceso iniciado antes por el Comandante Chávez, se fortalecieron las Vicepresidencias, lo que en la práctica concentra la toma de decisiones en instancias supraministeriales.
Es claro el sentido de estas actuaciones así como su impacto a corto plazo al reducir el número de funcionarios públicos. Tales acciones no deben sorprender a nadie y tal vez se acompañen de nuevas fusiones en un futuro próximo. El no haber ido más lejos tal vez sea expresión de las contradicciones que se debaten en el alto gobierno, al intentar capear las dificultades económicas sin sacrificar las conquistas sociales, lo que implicaría adoptar paquetes neoliberales y echar por la borda los ideales bolivarianos.
Es evidente que la situación económica seguirá presionando, pero mientras el petróleo siga siendo codiciado, el Estado venezolano seguirá disponiendo de recursos que eviten ir a una crisis más grave y radical. La amenaza no es el estallido social, sino más bien el ahogamiento lento, cuasi-estático, y su consecuencia en el desafecto y la apatía política de los sectores populares. Es obvio que hay una alternativa, pero ella se inscribe en superar el rentismo y el parasitismo capitalista, dedicando todos los esfuerzos a la construcción de abajo hacia arriba, de una economía verdaderamente socialista. El Estado comunal, orgánico y no parasitario, es la vía de escape a la dinámica compleja y auto-limitante descrita por Leval para todo Estado cuya función principal sea mantener la desigualdad económica y la injusticia social.